«Esa fogosidad primera al encuentro del pop se tornó en un sonido intenso, rotundamente personal, totalmente alejado de la fotocopia tan habitual en las formaciones hispanas del momento»
Los Sirex
«Sirex»
ARIOLA, 1978
Texto: JUAN PUCHADES.
Quizá resulte una obviedad recuperar a Los Sirex, y particularmente con un disco recopilatorio. Pero ya que esta sección semanal tiene mucho de ejercicio nostálgico, y la nostalgia vinculada a la música es una de las más sanas que uno conoce, permítanme que me deje atrapar por ella y me ponga en la piel de aquel jovencito que un día fui y que, fascinado por los discos, intentaba hacerse, poco a poco y sin conseguirlo jamás, con una discoteca personal variada y lo más completa posible, que lo mismo se nutría de la actualidad como se internaba en el pasado, especialmente en clásicos de los años cincuenta y sesenta, intentando conocer y comprender la historia.
Ya por entonces me interesaba enormemente el pop europeo mediterráneo: el italiano, el francés y, claro, el español. Así que entre las primeras adquisiciones de clásicos locales estuvieron los madrileños Los Brincos (con una antología triple) y los barceloneses Los Sirex (con este álbum); y, lo que son las cosas, pasados los años e intentando aplicar un cierto análisis, llegué a la conclusión de que ambas formaciones fueron las mejores que dejó el rock español de la década de los sesenta (los casos de Miguel Ríos y el Dúo Dinámico merecerían justos capítulos propios): Los Brincos porque, directamente, jugaban en otra liga, lo suyo, tan deslumbrante, puede compararse con las producciones de los mejores de cualquier lugar (los Beatles) sin que asome el rubor. El caso de Los Sirex es distinto, nacieron como banda de rock (chupas de cuero incluidas), muy próxima al rhythm and blues y al rock más garajero para, cuando se dieron de bruces con la realidad de la industria musical española, ser domesticados y reducir la fiereza inicial, cosa que, lejos de transformarlos en un grupo anodino, los elevó a la dimensión de caso único: esa fogosidad primera al encuentro del pop se tornó en un sonido intenso, rotundamente personal, totalmente alejado de la fotocopia tan habitual en las formaciones hispanas del momento. Los Sirex sonaban a Los Sirex, sin más.
Su primer LP para el sello Vergara (agrupando temas lanzados en EPs) es una pieza de esas altamente cotizadas que nuestro compañero Vicente Fabuel va recolectando en su «Objeto de deseo», pero este inmejorable recopilatorio de 1978 –lanzado al calor del regreso del grupo aquel año para participar en el festival «Hasta luego, cocodrilo», que los pondría de nuevo en circulación–, que seguramente no cueste demasiados euros en el mercado de segunda mano, presentaba, sin el menor rigor cronológico, una excelsa panorámica que a aquel jovencito que uno fue le fascinó tanto como sigue haciéndolo en la actualidad. Ahí están esas guitarras (deudoras de las de Hank Marvin con los Shadows, pero muy originales), preciosistas o sucias según la necesidad, y la deliciosa voz de Leslie (un vocalista al que habría que reconocerle sus grandes méritos pero ya mismo), que lo mismo cantaba al costumbrismo en ‘El tranvía’ que se ponía rockero en ‘Yo grito’, como dejaba inolvidables baladas como ‘Has de ser mi mujer’ o ‘Sin tus cartas’. Por no hablar de Guillermo Holgado, alimentando el repertorio con sus espléndidas composiciones: con maravillas como ‘Faldas cortas, piernas largas’ (pese a que hoy obliga a situarse en el tiempo en que la letra fue escrita, su «clima» musical es toda una experiencia), ‘Siempre te retrasas’, ‘Qué haces aquí’ o las citadas antes.
Las trece imprescindibles canciones de esta antología constatan que Los Sirex «sonaban» como pocos grupos de su tiempo. Y es que, en ocasiones, un buen recopilatorio (formato tan denostado por los buenos aficionados), sin temas accesorios, logra que refulja con toda intensidad un repertorio inigualable, y este es el caso. ¡Qué grandes fueron Los Sirex!
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