«Está plagado de episodios hondos, sensaciones estremecedoras y personajes que rozan el esperpento, perfectamente deformes –dona Lubelia y su ataúd; el Sorna, que bebe todo el vino de una fiesta– y de episodios crueles –el cadáver descuartizado que aparece en una maleta y sobre todo el sexo–»
José Luís Peixoto
«Libro»
EL ALEPH
Texto: CÉSAR PRIETO.
La literatura portuguesa, afortunadamente, empieza a tener presencia y descarga en las librerías españolas. Han de ser pequeñas editoriales quienes la rescaten de su injusta sensación de olvido y nos presenten las obras de una nueva generación maravillosa. «Libro» parte de una imagen aterradora y brutal: una tarde de 1948 Idilio, con seis años, queda esperando a su madre en la fuente con una maleta; no vuelve a aparecer nunca más y lo rescata de madrugada el albañil Josué. La ambientación desvela el mundo de la emigración portuguesa a Francia, pero «Libro» es mucho más que eso: es el rugoso acecho de la sociedad rural, como en Faulker; es el goce en retratar secundarios y conversaciones de barbería como en Galdós y, sobre todo, tiene mucho de Saramago y de Lobo Antunes.
Tras esa noche de 1948 la novela recorre sesenta años de la historia de Portugal y llega hasta la actualidad. Aunque la segunda parte ofrece nuevos datos para reinterpretar la trama, «Libro» está plagado de episodios hondos, sensaciones estremecedoras y personajes que rozan el esperpento, perfectamente deformes –dona Lubelia y su ataúd; el Sorna, que bebe todo el vino de una fiesta– y de episodios crueles –el cadáver descuartizado que aparece en una maleta y sobre todo el sexo–. El sexo es desamparado y triste, desde la masturbación de Idilio y Cosme pensando en la sobrina de dona Lubelia, Adelaide, se sucederán abusos, la tristeza de Josué anudado a la joven hija del Pulguinhas, breves explosiones de miseria… Quizás el encuentro más delicado sea el escondido entre Idilio y Adelaide –ya casada– en casa de dona Milú, donde nace al fin y al cabo la novela.
Idilio emigra también a Francia con su amigo Cosme para buscar a su novia y completar lo que dejaron pendiente en el pueblo. Es Cosme –celador de un hospital– quien la ve por casualidad y todo se emboza entonces en encuentros y desencuentros hasta convertir la estructura en una novela bizantina de los suburbios industriales de París. No me permito, para salvaguardar la sorpresa, exponer más detalles, el último es simplemente señalar que «Libro» es un texto magnífico y terrible, heredero del realismo mágico, pero falto de entes maravillosos, que supura vida por cada uno de sus cientos de costados.
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Anterior entrega de libros: “Salvador Dalí y la más inquietante de las chicas yeyé”, de Jordi Soler.