Ser un Rolling Stone suponía vivir en una constante orgía de sexo, droga y desenfreno. Cuando la policía organizó una redada en la casa de Keith Richards, en Redlands, no solo encontró a los músicos con las manos en la masa, también descubrió a Mick Jagger y a Marianne Faithfull realizando una práctica sexual con una barrita de chocolate. Héctor Sánchez tiene los datos.
Texto: HÉCTOR SÁNCHEZ.
La policía se la tenía jurada a los Rolling Stones. El tabloide “News of the World”, también. El periódico sensacionalista había publicado que Mick Jagger era un adicto al LSD y Jagger les demandó por difamación. La guerra había comenzado. Las fuerzas de seguridad y la publicación unieron sus fuerzas y solo había que buscar el momento exacto para cazar a los Stones.
Lo que parecía una cómoda velada entre colegas se convirtió en un infierno. El 12 de febrero de 1967, Keith Richards tuvo el honor de recibir en Redlands, su casa de campo en el condado de Sussex, a los siguientes invitados: Mick Jagger, Marianne Faithfull, George Harrison y su mujer Pattie Boyd, el galerista de arte Robert Fraser, un tipo llamado David Schneiderman, apodado como el Rey del Ácido, y otras personas que no vienen al caso. El tal Schneiderman nunca había estado en el círculo de los Rolling Stones; acababa de llegar de San Francisco con nuevos ácidos, así que con semejantes credenciales, fue inmediatamente aceptado.
El Beatle y su señora se despidieron y abandonaron la estancia mientras los demás presentes escuchaban “Blonde on blonde” de Bob Dylan. Cuando ‘Visions of Johanna’ sonaba en el tocadiscos, una marabunta de policías bajo el mando del inspector jefe Gordon Dinely entró en la casa de Richards con una orden de registro antidroga. Durante dos horas, la policía inspeccionó el lugar mientras Keith les pedía que no pisaran sus cojines marroquíes. Los agentes confiscaron cuatro cápsulas de anfetaminas que Mick guardaba en su chaqueta y que alegaba haber comprado legalmente en Italia, unas pastillas de heroína de Robert Fraser, una cajita de hachís, una bolsa de plástico con hierba, unos ceniceros, dos pipas, incienso, jabones, dos botes de mayonesa y mostaza, y un molde para hacer pudding. El Rey del Ácido portaba un sospechoso maletín que la policía pasó por alto ya que Schneiderman alegó que guardaba un importante material fílmico que podía velarse al abrir y exponerlo a la luz. El inspector jefe amenazó a Keith diciendo que le cargarían todo el muerto a él por permitir el consumo en su casa. Después de que la policía abandonara Redlands, la aguja del tocadiscos surcaba ‘Rainy Day Women #12 & 35’.
El 10 de mayo, Mick, Keith y Robert Fraser fueron acusados por delitos de drogas. Jagger, por posesión de anfetaminas; Fraser, por posesión de heroína; y Richards, por permitir el consumo de marihuana en su casa. Los tres volvieron a sentarse en el banquillo el fatídico martes 27 de junio, cuando el juez ultraconservador Leslie Block les declaró culpables sin importarle las múltiples manifestaciones de apoyo a los Rolling Stones que se celebraban fuera del juzgado. Así fue cómo los huesos de Mick y Keith acabaron entre rejas. Jagger fue condenado a tres meses de prisión y 100 libras de multa y Richards, a un año de prisión y una multa de 100 libras.
¿Quién orquestó toda la redada en Redlands? Fue el periódico “News of the World” quien dio el chivatazo a la policía; el tal Rey del Ácido, que desapareció de la noche a la mañana, pudo haber sido el topo infiltrado que se coló en la fiesta de los Stones. Con semejante encerrona, el sensacionalista “News of the World” se vengaba de la demanda por difamación de Mick Jagger.
Pero ahí no quedó la cosa. No bastaba con encarcelar al vocalista y al guitarrista de Sus Satánicas Majestades. La sociedad debía saber que los Rolling Stones no solo eran drogadictos sino que también eran unos depravados. La escena que los agentes afirmaron ver al entrar en la casa es digna de la mente más perversa. Cuando la policía cruzó la puerta, la cabeza de Mick Jagger se encontraba entre las piernas de la angelical Marianne Faithfull mientras el cantante comía una barrita de chocolate Mars que ella albergaba en su vagina. Una historia digna de las páginas de un periódico amarillo.
La cantante escuchó aquella historia la primera vez que visitó a Mick a la cárcel y no podía dar crédito. “Lo de la chocolatina era un detalle que, de tan puro disparate, ha hecho que la historia se creyera para siempre”, comentó Faithfull. La historia de la barra de chocolate fue un invento que sirvió para desprestigiar a los músicos, tal y como recuerda Marianne en su autobiografía: “Lo de la chocolatina fue una buena historia para demonizarnos. Perfecta. Era tan exagerado, con un retorcimiento tan malicioso de los hechos… ¡Mick Jagger comiendo una chocolatina de mi vagina! Era demasiado barato como para que a cualquiera de nosotros se le hubiera pasado por la cabeza. Es la fantasía de un viejo verde, la idea de un policía sobre lo que hace la gente drogada”. También Keith Richards, en su autobiografía, ofreció su propia opinión sobre el suceso: “¿Una chocolatina Mars haciendo las veces de consolador? Eso ya es sacar las cosas de quicio. Lo curioso con estos mitos es que a la gente no se le olvidan a pesar de que se ve claramente que no son ciertos, tal vez porque la idea es tan descabellada o cruda o lasciva que parece inconcebible como una invención”.
Lo que sí sucedió en Redlands fue lo siguiente. Los agentes entraron en la casa de Keith poco después de que Marianne Faithfull saliera de la ducha. La cantante estaba desnuda y su explosivo cuerpo solo estaba cubierto por una alfombra de piel, ya que no había llevado ropa de repuesto. Un policía se acercó para registrarla, así que ella dejó caer la alfombra y le enseñó los pechos. ¿Y qué sucede con la barrita de Mars? Así lo explicó Keith Richards: “Cómo acabó la chocolatina Mars formando parte de la historia, eso ya no lo sé: había una en la mesa, un par de hecho, porque normalmente con el ácido te entran ganas de tomar azúcar. (…) De dónde vino aquella connotación y cómo la prensa se las apañó para convertir al Mars y a Marianne envuelta en pieles en una especie de leyenda urbana ha pasado a ser poco menos que un clásico de los misterios sin resolver”. Aunque había chocolatinas, ninguna estaba escondida entre las piernas de Marianne. Sin embargo, los agentes extendieron el rumor y los medios sensacionalistas hicieron el resto.
Los fans estaban indignados por el complot que los agentes y los medios habían llevado a cabo contra los Rolling Stones. Se manifestaron en Picadilly Circus y en la redacción de “News of the World”. Hasta un periódico tan conservador como “The Times” se puso a favor de Mick Jagger en su editorial. A los pocos días de estar entre rejas, Jagger y Richards volvieron a estar libres bajo una fianza de 5.000 libras, ya que las cantidades de droga eran mínimas y los músicos no tenían antecedentes penales. Así terminaba el infierno que había comenzado en Redlands para Mick y Keith. Pero a Marianne Faithfull le amargó un dulce.
Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…
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Anterior entrega de La cara oculta del rock: Kiss, un beso entre el Demonio y Hitler.
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