«Más allá de los 20 uno está sobreexpuesto a adocenarse, a asumir borreguilmente pautas predefinidas telegrafiadas desde los medios especializados, a aceptar lo último, lo raro, como innovador»
Vanguardia, edades, pop de consumo, éxitos… Darío Vico, librepensador musical donde los haya, expone otra semana más sus teorías sobre el pop.
Una sección de DARÍO VICO.
Mirad este vídeo:
Es Marc Bolan en su época imperial al frente de T Rex, tocando frente a una legión de adolescentes enfervorizados.
Sí, son eso, adolescentes, esos a los que muchas veces se califica como un público adocenado, manejado por los medios, fácil de convencer. Es curioso porque siempre han sido los adolescentes, y no los críticos, y no el público adulto (sí, adulto, como esos treintañeros peterpanescos que llenan festivales y garitos indies) quienes han marcado la vanguardia del pop. Los quinceañeros formaban como un ejército en la primera fila de los conciertos de Elvis, de Beatles, de Sex Pistols, de…
A principios de los 80, las radiofórmulas eran un auténtico despiporre, el sueño de un Joe Meek, pura fisión de pop y futuro. En Radio 3, como siempre, estaban poniendo música antigua. Clones. Revisionismo. Lo hacían antes, lo hacen ahora, lo harán siempre. Si quieres vanguardia escucha Los 40. De puta madre se enrollaban con la Velvet y Dream Syndicate; pero recuerda la máxima: el rock que te guste con 15 años no le puede gustar a tus padres. Dream Syndicate le gustaba a mi padre, que era hippy. Adam & The Ants, no.
(Había, cierto, cosas molonas que no sonaban en Los 40, como Echo & The Bunnymen, una excelente boy band con Mac y su flequillo al frente. Pero eso se debía a un desfase que a veces sucedía entre España y UK; allí eran carne de «Top of the Pops» y «Smash Hits». Como Toyah).
Perdón, sigo. “Ant music” fue disco rojo. Sonaba ocho veces al día y ojalá hubiera soñado dieciséis (por otra parte, en aquella época todos los de la radio pública se peleaban por pinchar la misma canción y al final sonaba diez veces por jornada lectiva, así que al fin y al cabo, era lo mismo). Perdón por una nueva digresión; Adam Ant y Marco Pirroni habían logrado lo que Byrne y Eno sólo habían pergeñado, el cuarto mundo sonoro. Las hormigas, pero no solo ellos (y no la puta Velvet y sus clones) estaban revolucionando la música pop, Duran Duran con el tremendo “Planeth Earth” (solo el flequillo era revisionista, y se lo copió Bowie), Human League, Depeche Mode… Música de vanguardia para adolescentes.
¿Creéis que luego se estropeó todo? Y una mierda pinchada en un palo. Los noventa. Las girls & boys band. Sin Spice Girls, que al fin integraron casi todos los géneros e iconos en una cataplasma musical infalible… ¿Habrían existido MIA, que es un pálido reflejo, pero sin una imagen ni canciones a la altura de las Spice Girls? ¿Estaría Jay Z haciendo lo que hace? ¿No son Arctic Monkeys o Franz Ferdinand una readaptación un poco chusca de un concepto acuñado por Take That?
(En realidad la primera boy band fueron The Byrds, un grupo para chicas que reacuñaron a Dylan, cuando parecía destinado a ser una especie de arqueólogo musical para viejos).
Me podéis decir… Bien, ¿Y ahora qué? ¿Donde están esas adolescentes vanguardistas? Pues, hombre, por ejemplo escuchando a Lady Gaga y no a Joana Newsom, esa Joni Mitchell deconstruída para modernos con monturas de pasta y cristales para vista cansada. Y lo siento, pero más allá de los 20 uno está sobreexpuesto a adocenarse, a asumir borreguilmente pautas predefinidas telegrafiadas desde los medios especializados, a aceptar lo último, lo raro, como innovador, a usar la música para socializar con otras personas con problemas de sociabilidad, y no para divertirse con tus colegas, a confundir sus gustos con una ideología. O convertirse en algo tan caricaturesco como un mod de 42 años o un retroclón de 32 de alguno de los miembros de The Band.
Yo formo orgullosamente con los adolescentes de todo el planeta, tras sus líneas, recogiendo lo que dejan después de la batalla, como una barragana de la cultura pop. Ahora andan un poco despistados buscando «the next big thing», porque es cierto que todo es un poco páramo, pero si vuelve a existir algo parecido al pop de vanguardia, sé que lo descubrirán ellos. La revolución no será publicada en «RDL».
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