New York Land: En el Barrio, le daban duro a lo suyo

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«Lo habitual, entre el público rockista, es entrecerrar los ojitos cuando dices salsa. Pero si el rap fue la CNN de los negros yo afirmo que Barretto y cía. son los hermanos tropicales de Iggy & The Stooges»

 

Este mes, Julio Valdeón, con la excusa de la reedición en DVD de la película «Our lating thing», deja claro que la salsa neoyorquina esconde la fiereza del rock. Para descubrirlo, hay que dejar los prejuicios a un lado.

 

 

Texto: JULIO VALDEÓN BLANCO.

 

 

El colorín va un día ciego con los desencuentros de Jennifer López y Marc Antohny, sus churumbeles y el lío de abogados. O con Shakira, a la que el vaivén de caderas no basta para ocultar la nulidad de unas canciones deshuesadas, enfermas de avitaminosis, aunque le sobre para forrarse y presidir fundaciones pies descalzos. El colorín, o sea, los periódicos, durante el verano que muere, cuando los sheriffs insisten en que al lector solo le interesan asuntos banales, ha dedicado chicha y las cuatro páginas que sobreviven a ídolos de barro. Guiados por la codicia, tan necesaria en cuestiones ligadas al negocio, tampoco lo discuto, pero equivocados en su certeza de que han de ser los internautas (¿mande?), esa insistencia en pinchar donde pone Scarlett, su pubis y sus fotos robadas, quienes dicten el contenido. Nosotros, los plumillas, vendemos nocturnales el oficio por escribir sobre la López; más que el signo de los tiempos, que diría el colega de Minneapolis, será el viento de la historia, que sopla bravo contra la inteligencia.

Así las cosas, acontecimientos como la edición de «Our lating thing» (Nuestra cosa), podría desaprovecharse. No lo hará. No, al menos en EFE EME, donde todavía distinguimos velocidad y tocino (ibérico). Donde la música, la buena, importa. Disculpen el baño de autojaléos, la reacción melancólica, pero a juzgar por los comentarios, por el interés y erudición de ustedes, el invento subsiste en días aciagos y aunque tengamos ya jeta de náufragos irredentos toca felicitarse. Ejercemos de Fort Apache. Es saludable y a mucha honra y a lo que iba: reeditada en su 40 aniversario, «Our lating thing», DVD y doble CD, entrega el concierto de la Fannia All Star en un club de Manhattan celebrado el 26 de agosto de 1976. Faltaban dos años para la explosión definitiva, para que el mundo descubriera qué cosita orgiástica, eléctrica y vivificante era la salsa, jugo multifrutas exprimido con mimbres puertorriqueños y herencia afrocubana. Acaudillada por el mítico sello, aglutinó a un puñado de titanes. Todos, menos Celia Cruz, coincidieron en el Cheetah Nightclub de Midtown. Leer sus nombres marea: Ray Barretto, Willie Colón, Cheo Feliciano, Héctor Lavoe, Johnny Pacheco, Ismael Miranda y Santos Colón. Ofrecieron un batido imponente. Contagioso maremoto de los ritmos que sacudían El Barrio. Donde, por cierto, vivo desde mayo, Segunda Avenida rodeada de «projects». Donde en el patio de luces de nuestra casa, algo así como un club social, los que entonces fueron jóvenes cadetes se reúnen a diario, de una de la tarde a once o doce de la noche, para jugar al dominó y escuchar a Lavoe.

Tendré que preguntarles si alguno estuvo presente la noche en la que Leon Gast, autor del formidable ‘When we were kings’, grabó esta bomba. Según leía en el «New York Times», aunque los artistas son espíritus frágiles, proclives a la envidia, competitivos por genética e imposición profesional, en el Cheetah, bautizado en honor a Acinonyx Jubatus, lo cual que el guepardo, hubo abundante buen rollo, sonrisas, camaradería. Acaso sabía el personal que estaban marcando con tinta roja la historia. No era normal que unos interpretes desconocidos por la mayoría anglo, proscritos en la radio, practicando world music mucho antes de que Peter Gabriel, David Byrne y el resto acuñaran la etiqueta para vender lo que de otra forma sus compatriotas no entendían, unos apaches para las «majors», pastoreasen las tablas entre los rascacielos, en un territorio tradicionalmente destinado a las figuras del jazz o los tótems de Broadway. La película del concierto, estrenada en EEUU y Europa, ejerció como anticipo de triunfos posteriores, especialmente por el directo del 24 de agosto de 1973 en el Yankee Stadium, su latigazo en Zaire del 74 y su marcial regreso al Bronx en el 75. Unos forajidos, ensopados de sudor, hasta arriba de música, hicieron picadillo con las ideas preconcebidas respecto a la latinidad, sin destartaladas piñas en la cabeza ni otra intención que desplegar un ataque tierra/aire a base de voces gloriosamente dislocadas, ritmo de azufre y llamaradas de contagioso hedonismo.

Lo habitual, entre el público rockista, es entrecerrar los ojitos cuando dices salsa. Creen que hablas de una señora faldumenta y hortera, cuando en realidad te refieres a una dulce locura insensata. Cóctel dientes de sable incubado en una Nueva York perdida. A como los jóvenes leones forzaron el lenguaje, agitaron ingredientes y picotearon en la materia caliente del jazz apadrinado por Gillespie. Si el rap fue la CNN de los negros yo afirmo que Barretto y cía. son los hermanos tropicales de Iggy & The Stooges. Para confirmarlo basta con olvidar en la mesita nuestros tristes prejuicios y hacerse con este artefacto al que los magos del laboratorio han devuelto la prestancia perdida. Un lanzamiento capital que cualquier amante de la música sin etiquetas debiera de celebrar alborozado.

Anterior entrega de New York Land: A Leonard Cohen, por sus 50.000 euros.

 

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