«¿Qué mente retorcida tuvo la ingeniosa idea de ver “El mago de Oz” escuchando “The dark side of the Moon”? Eso nunca lo sabremos»
Inauguramos sección, «La cara oculta del rock», en la que Héctor Sánchez nos acercará cada semana a alguna de las leyendas y misterios del rock, algunos más conocidos y otros menos. Para abrir boca, un capítulo delirante: la sorprendente sincronía entre la película «El mago de Oz» y el disco de Pink Floyd “The dark side of the Moon”…
Texto: HÉCTOR SÁNCHEZ.
¿Qué tienen en común estas dos obras? Aparentemente, nada. La adaptación cinematográfica de la novela infantil de Lyman Frank Baum se estrenó en 1939. La película se convirtió en un clásico del cine de fantasía y, con sus canciones pegadizas, pretendía ofrecer un toque de optimismo a un mundo que se encontraba atrapado en la Gran Depresión y a punto de enfrascarse en la Segunda Guerra Mundial. Pasarían 34 años hasta que Pink Floyd lanzara al mercado uno de los álbumes más vendidos. “The dark side of the Moon” mostraba una visión pesimista de la vida y hablaba de temas universales como el paso del tiempo, el poder del dinero o la locura en la que cayó el miembro fundador del grupo, Syd Barrett.
El tono optimista de la película contrasta con el pesimismo del álbum, lo que hace que todavía tengan menos cosas en común. Pero ¿qué sucede si vemos el largometraje y al mismo tiempo escuchamos el álbum? ¡Magia! De repente, las imágenes y la música se sincronizan y parece que las canciones de Pink Floyd están hechas para acompañar a Dorothy en su aventura para regresar a casa, ya que se está mejor en casa que en ningún sitio. Este fenómeno se conoce como “The dark side of the rainbow”, nombre que surge de la combinación de “The dark side of the Moon” con el título de la famosa canción del film, ‘Somewhere over the rainbow’.
El efecto producido por la reproducción simultánea de estas obras se conoce como “sincronicidad”. Este concepto fue definido por el psiquiatra Carl Jung como “una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal”; es decir, entre ambos sucesos no existe una relación lógica de causa y efecto. Otro concepto relacionado es la “apofenia” del psiquiatra Klaus Conrad, que consiste en ver conexiones en dos o más fenómenos no relacionados entre sí.
Para realizar este experimento es necesario una copia de “El mago de Oz” y un CD de “The dark side of the Moon”. El disco de vinilo no sirve en esta prueba, ya que sería necesario darle la vuelta y detener la película. Es importante reproducir el disco de tal manera que cuando termine vuelva a comenzar. Lógicamente, la película dura más que el álbum y el disco sonará dos veces y un poco durante la visión del largometraje; no obstante, las sincronías más interesantes aparecen en la primera escucha. El filme se debe de ver sin su sonido, ya que los diálogos no aportan nada en esta experiencia. Una vez que la película y el disco están preparados, basta con reproducir el CD desde que el león en blanco y negro de la Metro-Goldwyn-Mayer ruge por tercera vez. A partir de aquí, lo demás funciona solo.
Existen más de cien coincidencias y no todas tienen la misma fuerza o son tan evidentes. También es cierto que hay muchos ratos en los que las coincidencias brillan por su ausencia; pero cuando la imagen y el sonido se dan la mano, resulta asombroso. Vamos a sumergirnos en las coincidencias más significativas de la primera escucha.
El primer momento sincronizado es el paso de ‘Speak to me’ a ‘Breathe’ que coincide con el nombre del productor Mervyn Le Roy. No es una casualidad muy significativa pero sirve como referencia para saber que la sincronización es correcta. En el cambio de ‘Breathe’ a ‘On the run’, Dorothy se cae de la valla en la que está subida; después, en este mismo tema, mientras suenan helicópteros, Dorothy mira al cielo. Las campanadas y los ruidos de los despertadores de ‘Time’ acompañan a la bicicleta de Elvira Gulch; comienzan a sonar cuando ella aparece en pantalla y terminan cuando se baja de la bici. La parte que más impresiona en este experimento es la que corresponde con ‘The great gig in the sky’ (el gran concierto en el cielo) y coincide con la escena en la que la casa sale por los aires elevada por un tornado. La voz de Clare Torry corea a este tornado y su cambio de ritmo coincide cuando Dorothy se golpea la cabeza con la ventana.
Cuando este tema termina, comienza ‘Money’; este momento es significativo ya que la canción es la primera de la cara B del disco y este corte coincide con el paso de la película del blanco y negro al color. Durante el solo de guitarra de ‘Money’, los Munchkins bailan al ritmo de la música. El paso de ‘Us and them’ a ‘Any colour you like’ también coincide con el cambio de escena. Cuando suena ‘Brain damage’ (daño cerebral) el Espantapájaros baila como un loco mientras desea tener un cerebro. Para finalizar, el disco termina con ‘Eclipse’ y durante los latidos finales, Dorothy acerca la cabeza al pecho del Hombre de Hojalata, de tal manera que parece que estos latidos provienen de su corazón ausente.
Pero no todo queda aquí, las letras de las canciones muchas veces describen lo que está sucediendo en la pantalla. Incluso la carátula del álbum es llamativa. Un haz de luz blanco atraviesa el prisma y se convierte en un arco iris, como el del tema principal de la película. A su vez, este arco iris continúa en el desplegable interior y en el dorso atraviesa el prisma y vuelve a convertirse en luz blanca. Es lo mismo que sucede en el largometraje, que comienza en blanco y negro, después pasa al color y finalmente vuelve al blanco y negro.
Para saber el origen de esta leyenda no es necesario recorrer un camino de baldosas amarillas para consultar a un mago. Hay que remontarse al año 1994, en pleno auge de internet, cuando un grupo de fans empezaron a hablar en la web sobre el paralelismo de estas dos obras. Este rumor fue cogiendo más fuerza cuando se publicó en el periódico “Fort Wayne Journal Gazette” y de ahí pasó a las emisoras de radio.
¿Fue casualidad? ¿Fue intencionado? El ingeniero de sonido del álbum, Alan Parsons, negó que utilizaran “El mago de Oz” para la creación del disco argumentando que “no existían los mecanismos para hacerlo”. Asimismo, los miembros de Pink Floyd también han rechazado la conexión entre la película y el disco. ¿Todos? No, Roger Waters siempre mantuvo silencio respecto al tema; pero que no dijera nada no justifica que esta coincidencia fuera cierta.
¿Pero a qué cabeza pensante se le ocurrió todo esto? ¿Qué mente retorcida tuvo la ingeniosa idea de ver “El mago de Oz” escuchando “The dark side of the Moon”? Eso nunca lo sabremos. Lo que es seguro es que “The dark side of the rainbow” es una curiosa experiencia audiovisual que merece la pena disfrutar. ¿Quién sabe dónde se puede encontrar la respuesta a este singular misterio? Quizá esté más allá del arco iris, o tal vez esté oculta en el lado oscuro de la luna.
Nos veremos en «La cara Oculta del rock»…
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