Wild card: Aún soy de aquí

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«Al contrario de lo que empieza a suceder unos años más tarde, a los productores españoles, de primerísima línea internacional en aquellos momentos, les importa un carallo qué cojones estén haciendo los anglosajones, que tienen su propio negocio y manera de hacer las cosas; la industria músical española sigue metida en lo que mejor sabe hacer y en su «Cinco Naciones» particular con franceses, italianos, mexicanos y argentinos»

El asesinato de Facundo Cabral lleva a Darío Vico a pensar en la versión que Alberto Cortez grabó de ‘No soy de aquí’, a las órdenes de Waldo de los Ríos y Rafael Trabucchelli, lo que le conduce a meditar sobre el pop español de los años 60 y 70, lo que, a su vez, le trae hasta el presente…

 

Una sección de DARÍO VICO.

 

Mataron a Facundo Cabral en una carretera de Guatemala, una muerte a medio camino de la de Notorious Big y la de Jorge Cafrune. Me apena, y aunque no era yo un gran seguidor suyo, sí que le pertenece una de mis canciones favoritas, ‘No soy de aquí’. Eso sí, en la versión de Alberto Cortez [en la foto], producida por Trabucchelli y arreglada por Waldo de los Ríos en 1971, un año después de que Cabral editara la suya al otro lado del charco. La original es muy bonita, y a lo largo de los años su autor ha ido dejando versiones anejas, muchas de ellas casuales y que se pueden ver y escuchar en YouTube, algunas de ellas con ese rollo tan talkin’ blues que por la otra orilla alcanzan los maestros del folk sudaca. De hecho hay una por ahí que «empieza» a los tres minutos, después de un largo recitado de tipo sin prisa en ese momento y se alarga hasta los seis, y según la escuchas parece que te va creciendo un poncho desde los hombros hasta el suelo.

Pero mi favorita es la de Alberto Cortez. La canción cambia completamente, y dentro de que es una producción muy «española», te das cuenta de que por ejemplo en las salas de máquinas de Hispavox se estaba muy atento a lo que se hacía fuera, no tanto a lo anglosajón como a la eterna rivalidad con la «canción ligera» francesa e italiana. En realidad, y al contrario de lo que empieza a suceder unos años más tarde, a los productores españoles, de primerísima línea internacional en aquellos momentos, les importa un carallo qué cojones estén haciendo los anglosajones, que tienen su propio negocio y manera de hacer las cosas; la industria músical española sigue metida en lo que mejor sabe hacer y en su «Cinco Naciones» particular con franceses, italianos, mexicanos y argentinos (con la herencia cubana repartida entre ambos lados del charco y los brasileños aún por descubrir del todo; de hecho, los brasileños «entran» en Europa con Roberto Carlos, que es un pre-tropicalista ítalo-españolizado).

Volviendo a esa versión de Alberto Cortez, y contrastándola con la original de Cabral, a mí me parece que Waldo de los Ríos y Rafael Trabucchelli hicieron con ella cosas que no le tienen nada que envidiar a lo que hizo Gainsbourg con Vannier en quellos años, y que además comparten muchos puntos en común. Ahora parece que Gainsbourg es primo hermano de Nick Cave y Mick Harvey, pero no, tiene más que ver con Alberto Cortez, Battisti, Jimmy Fontana, Manolo Otero, Julio Iglesias, Michael Fugain, etc, etc, etc. Él fue un poquito más allá, quizás, pero venía de donde venía y jugaba en nuestra liga.

Cortez es un tío con una historia muy rara y muy olvidada. En muchas enciclopedias se le recuerda como “Mr.Sucu-Sucu”, por su primer exitazo internacional, o su versión de ‘Me lo dijo Pérez’. Pero resulta que también fue el primero que le vio posibilidades a musicar a Machado, hasta tal punto que dos de sus adaptaciones –concretamente “Las moscas’ y “Retrato”– serían adoptadas por Serrat un par de años después para su totémico “Dedicado a Antonio Machado, poeta”. Pero Cortez fue el primero en musicar, presentar en directo y finalmente grabarlas en un par de volúmenes llamados “Poemas y canciones” en el que tenían cabida Góngora y Machado, pero además Atahualpa Yupanqui y otros compositores hispanoamericanos contemporáneos. Sí, volvemos a lo del «Cinco naciones» sonoro.

Cortez era un gran compositor, y le recuerdo canciones fantásticas como ‘A partir de mañana’ (que no sé porqué siempre confundo con ‘La fuerza de la costumbre’ de Gabinete, quizás porque a Jaime Urrutia siempre le he tenido por muy corteziano) pero nunca tuvo miedo de cantar éxitos ajenos, y muy recientes, cosa que en el pop español se fue abandonando con la anglosajonización. De hecho, el disco con el que supuestamente «madura» se llamó “El compositor… el cantante” (1969) que yo encuentro como una especie de declaración de principios, tanto para él como para la madurez de la canción melódica española y de la «liga latina», que desde finales de los sesenta y principios de los setenta es, para mí, equiparable en logros a cualquier género internacional en aquellos momentos; el pop, el rock, el soul, lo que se ponga. Los discos post-Isabel Preysler de Julio Iglesias tienen cosas tan interesantes o más que los del Dylan post-ruptura con Sarah.

Todo aquello no se ha perdido completamente. Por mucho que no lo hayan admitido, la mayoría de los compositores y cantantes españoles de la horquilla de los treinta y muchos-cuarenta y tantos tienen un sustrato de aquella competición, sana, feroz y prolífica, entre franceses, españoles, mexicanos, argentinos, brasileños y etc. No tiene sentido que Bunbury reivindique a José Alfredo Jiménez –y a Raphael, porque no le ha quedado más remedio– y no tenga nada dentro de Danny Daniel. No está más cerca Nacho Vegas de Townes Van Zandt que de Juan Pardo, por mucho que se empeñe. Al menos, Corcobado reivindicó bien prontito, y no de «broma» como Marc Parrot, a Nino Bravo, con su excelsa versión de ‘Puerta del amor’, que ojalá hubiera contado con una producción Hispavox (toda la carrera corcobadiana, por otra parte). Hay mucho de Manuel Alejandro en Fernando Alfaro, en mi opinión.

Y de hecho, este fecundo año de preciosos y minúsculos discos de artistas españoles, de Vegas, de Alfaro, de ‘La Estrella de David’, y de unos cuantos más que he comprado y escuchado en estos últimos meses, creo que es en parte porque ese sustrato ya se ha desbordado y suena en casi cada canción. Qué lástima que ya no podamos jugar el “Cinco naciones” como antes, porque casi habíamos convertido nuestra música en un parque temático de lo que no somos.

Anterior entrega de Wild card: Una pena lo de Teddy.

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