«Un concierto del Boss tiene algo de mitin fascista, por ese sentimiento de omnipotencia y el tremendo culto a la personalidad que él despierta y alimenta. Pero funciona y yo los disfruto mucho»
Lleva más de quince años trabajando como periodista musical. Ha desarrollado su carrera en la revista especializada «Rockdelux» y en diversos periódicos como «La Razón», «Público» o «El País», donde colabora en el suplemento «EP3». También ha trabajado proyectos de prensa cultural autogestionada como «Ladinamo». Otros medios donde participa son la web musical Nativa.cat y la revista «Minerva», publicación del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Es redactor del programa de televisión «Mapa Sonoro» (La 2) y dirige la recién estrenada colección de libros «Cara B», publicada en Lengua de Trapo, que se dedica a explorar la historia de discos clásicos del pop y el rock español.
Fecha y lugar de nacimiento.
23 de abril de 1972. En Soria.
¿Qué música sonaba en tu casa cuando eras niño?
Poca cosa. Recuerdo a Víctor Jara y un disco de Paco Ibáñez adaptando a Brassens. Pero no se confundan: mis padres votaron “sí” en el referéndum de la OTAN.
¿Cuál fue el primer disco que compraste?
“Niños eléctricos”, de Miguel Ríos. Me flipaba la portaba, donde unos críos juegan con canicas radiactivas en mitad del asfalto de una gran ciudad. También fue mi primer concierto. Me llevaron a verle al parque de atracciones Tivoli World de Benalmádena.
¿Y el último?
La edición especial en vinilo de “L’experiencia gratificant” de Senior i el Cor Brutal. Bonito disco. También tengo encargado el último de Ramón Godes.
Selecciona tres discos internacionales esenciales de tu colección.
“Arular” de M.I.A: es como si alguien cruzase a The Clash con Missy Elliott y obtuviese algo mucho mejor de lo que esperaba. Segundo: “The Smiths” (The Smiths), tienen una sensibilidad que se contagia, cambiaron mi forma de mirar el mundo. Tercero: “Donuts” de J Dilla, un álbum instrumental que es lo más parecido a ingerir sustancias estimulantes de la empatía y las endorfinas. Sale a cuenta.
Selecciona tres discos nacionales esenciales de esa misma colección.
Vivimos un momento espectacular: Maderita, La Casa Azul, Lucas 15, Tachenko, Xavier Baró, Grupo de Expertos Solynieve… Sospecho que algunas cosas que se están haciendo ahora acabarán entre mis favoritas de todos los tiempos.
Un disco doble al que no le sobra nada.
“London calling”, de The Clash, la mejor prueba de que el rock and roll no siempre se alimenta de delirios egomaníacos.
Un grupo o cantante a quien rescatarías del olvido.
Insisto en Xavier Baró. Sus últimos discos me parecen mejores que los últimos de Dylan. Tampoco entiendo el ninguneo general a Justin Townes Earle, es perfecto para los fans de “Nebraska” y “Tunnel of love”, de Bruce Springsteen. La lista de infravalorados por aquí es interminable: Violeta Parra, DJ/rupture, Crass, Tego Calderón, Toy Selectah, Tiken Jah Fakoly, Héctor Lavoe…
¿Cuál fue el primer concierto al que asististe?
Si no contamos lo del parque de atracciones, fue la gira “Hielo rojo” de Tino Casal. Obviamente, en unas fiestas municipales, que es donde nos estrenamos la mayoría de mi generación. Me gustó tanto el show que arranqué un póster de la calle y lo colgué en mi cuarto.
¿Y el mejor concierto que has visto?
Recuerdo una sesión techno que me dejó noqueado: la gira “Medium” de Jeff Mills. Ritmos duros de Detroit usados con sutileza y salpicados con detalles free jazz. Es uno de los grandes de la música negra, por mucho que les pese a los puretas. También salí flotando del concierto de Ornette Coleman en el Teatro Fernán Gómez hace un par de años. Dice Kieran Hebden (Four Tet) que la mejor música experimental es aquella que el gran público entiende al instante. Coleman consiguió eso con discazos como “Dancing in your head”.
Elige y razona tu elección:
Serrat/Aute.
Los veo como un par de burgueses cursilones. Por supuesto, me gustan cuatro o cinco éxitos de cada uno, ya se sabe que los periodistas musicales en España tiramos a burgueses y cursilones.
Sabina/Calamaro.
Prefiero a Calamaro. Si comparamos las voces, no hay color. El argentino también es mejor letrista. Sabe exponer sus contradicciones, mientras que Sabina es más propenso a escupirte sus certezas (muchas veces, topicazos). Tampoco soy alérgico: puedo disfrutar alguna de sus canciones.
Nacha Pop/Los Planetas.
Uno de los momentos de mayor emoción que he vivido en un cine fue oyendo ‘Lucha de gigantes’ en aquella escena de “Los amores perros”. Dicho esto, siempre he preferido a Los Planetas. Su mayor mérito es haber aumentado la naturalidad a las letras pop y rock en castellano.
Nacho Vegas/Quique González.
Quique González me hace pensar en un opositor que en vez de buscar plaza de notario aspirase a replicante de Tom Petty. Nacho Vegas, en cambio, ha hecho algunas de las mejores canciones del rock reciente en castellano, por ejemplo ‘Dry Martini’, ‘Canción de palacio # 7’ o ‘La gran broma final’.
La Mala/La Bien Querida.
La Mala con diferencia. Creo que “Lujo ibérico” se seguirá escuchando dentro de doscientos años. Sigo a La Bien Querida con interés, pero hasta ahora no encuentro nada en sus discos que no hayan hecho otros antes y mejor.
Jacques Brel/Serge Gainsbourg.
Brel, Brel y Brel. Gana a Gainsbourg en todo: voz, letras, interpretación… Para mí Gainsbourg tiene un noventa por ciento de “enfant” y un diez por ciento de “terrible”. También escribió un puñado de grandes canciones, pero inferiores a Brel.
Frank Sinatra/Elvis Presley.
Los dos. Aprovecho está oportunidad para condenar el tópico “Si no escribes tu propio material, eres menos artista”.
Marvin Gaye/Bruce Springsteen.
Hace un par de años leí una frase magistral: “¿Es posible ver un concierto de Springsteen sin imaginarte que eres Springsteen?”. Yo diría que no. Cuando le ves en acción sientes que eres invencible. Un concierto del Boss tiene algo de mitin fascista, por ese sentimiento de omnipotencia y el tremendo culto a la personalidad que él despierta y alimenta. Pero funciona y yo los disfruto mucho. Marvin Gaye es también un talento inmenso, aunque al disco “What’s going on” le veo el prestigio bastante hinchado.
Tom Waits/Lou Reed.
Ambos tienen mucho de vendemotos. Diamanda Galás dice que Tom Waits no es un cantante, sino un actor. Me quedo con Diamanda, que sobre un escenario se come a los dos con patatas.
Michael Jackson/Prince.
Me sumo a la campaña pro Stevie Wonder. Tiene el inmenso talento de ambos, pero está infravalorado por no ir de genio, sino de persona normal y corriente. Para mí los herederos naturales de Prince y Jacko son Gnarls Barkley, un grupo alucinante y alucinado que ha descubierto el soul del siglo XXI.
The Rolling Stones/The Velvet Underground.
Son los dos mejores grupos de la historia del rock and roll. Los Stones no están tan acabados como parece. En la gira «Forty licks» hicieron un ‘Gimme shelter» en el Calderón que está entre lo mejor que he escuchado nunca en directo. Se me ha puesto la piel de gallina al recordarlo.
Bob Dylan/John Lennon.
Musicalmente, Dylan. Personalmente, Lennon, que no era ninguna lumbrera, pero no sentía que implicarse en las luchas sociales de su época le rebajase como artista, ni como persona.
Neil Young/Elvis Costello.
Admiro mucho a Costello, pero a veces le pierde ese toque de listillo, además de la tendencia a recargar demasiado las canciones. Me quedo con Neil Young. Tiene un estilo sencillo, vulnerable y poderoso. Hace poco se publicó “Intervenciones”, una recopilación de artículos de Michel Houllebecq que incluye un texto precioso sobre el autor de ‘Thrasher’.
Youssou N’Dour/Fela Kuti.
Escucho bastante a ambos. También a Salif Keita, cuyo último álbum me pareció el mejor de 2010.
¿Por qué decidiste dedicarte a la crítica musical?
Un poco por inercia. A veces me arrepiento de ese impulso. La crítica musical en España parece más una cuestión de “buen gusto” que de investigación, disfrute o emoción. Veo demasiada anglofilia y demasiado clasismo, por ejemplo en la escasa atención que se presta a músicas populares como la cumbia, el techno o el reggaetón. ¿Por qué esa resistencia a entrevistar a Camela? Las dos veces que me tocó hacerlo lo pasé muy bien y aprendí unas cuantas cosas. Otra cuestión pendiente es el machismo, me refiero a la escasez de periodistas y público femenino. Algo estamos haciendo rematadamente mal.
¿Quién fue tu maestro periodístico?
Nando Cruz, Patricia Godes, Luis Troquel, Lester Bangs y Steven Wells, que en paz descanse. En vez de explicar lo buenos que son, les invito a leerlos. También he aprendido mucho escuchando hablar de música a mis amigos de la revista «Ladinamo», ya desaparecida. Son licenciados en Filosofia y Sociología, alguno bastante musiquero, que tienen un enfoque muy distinto del que aplica la crítica musical. Siempre ayuda mirar las cosas desde fuera.
Un equipo de fútbol.
Reconozco mi oportunismo: me hice del Barça hace tres años por lo bien que juegan. Dicho esto, me cae muy bien Benzema. Hace poco dijo en la tele que en los barrios pobres de Francia todo el mundo apoya a la selección de Brasil. Eso explica muchas cosas de la Europa actual.
Un político.
Los avances sociales los consigue la gente normal, no la clase dirigente. Es lo que nos enseñan los grandes historiadores como Eric Hobsbawm y Howard Zinn. También todas las personas que salieron a la calle a partir del 15-M para intentar construir algo distinto. Dicho esto, presto mucha atención a figuras políticas como Jean Ziegler, exdirigente de la ONU que pide unos nuevos juicios de Nuremberg para los especuladores financieros.
Una ciudad para vivir.
No me importaría vivir en un pueblo.
El disco que detestas y que despierta alabanzas entre tus compañeros.
Por poner casos recientes, las alabanzas a “In rainbows” (Radiohead), “Third” (Portisehad) o “The suburbs” (Arcade Fire) me parecen injustificados.
¿Vinilo, CD o mp3?
El formato es lo de menos. Cualquiera que suene bien.
La película que nunca te cansas de volver a ver.
“Zoolander” y “El desencanto”.
El libro que nunca te cansas de releer.
“Cartas luteranas” o “Escritos corsarios” de Pasolini. Supo ver que el consumismo es la religión contemporánea. O incluso algo más: una especie de mutación antropológica.
Una serie de televisión.
Mi favorita es “El ala oeste de la Casa Blanca”. Explica de forma entretenida y emocionante hasta qué punto los gobiernos occidentales se han sometido a la dictadura del márketing . En el despacho oval manda el jefe de prensa. “Madmen”, en cambio, me parece una estafa. Promete contarte los comienzos de ese monstruo que es la industria de la publicidad y acaba siendo un “Dinastía” con menos gracia y muchas más pretensiones. El escritor Richard Price, autor de “Camellos”, dijo dos grandes frases sobre este culebrón. Primera: “Es una serie sobre trajes y muebles”. Segunda: “Si John Cheever es los Beatles, ‘Madmen’ es la Beatlemanía”. Donald Draper se parece bastante al hombre ideal de las novelas de Corín Tellado.
Si estuviera en tus manos elegir la música que suena en los supermercados, ¿qué discos seleccionarías?
Merzbow, Laibach o cualquier otro sonido que ahuyentase a los clientes. Detesto Alcampo, Mercadona y similares desde que leí “Supermercados no, gracias” (Esther Vivas y Xavier Montagut). La industria alimentaria internacional es un oligopolio bastante nazi. Queda claro en “Fast food nation”, en el documental “Nosotros alimentamos al mundo” y en cualquier libro medianamente informado. Preguntad a Guille Milkyway (La Casa Azul), que trabajó en una de esas multinacionales del terror y terminó vomitando parte de la experiencia en un su último álbum.
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