Extravagante: Charles Manson

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«El disco recogía las grabaciones previas que el preso más célebre de los Estados Unidos había realizado antes de que se desatasen las hostilidades, y que nunca se publicaron hasta que la triste notoriedad posterior de su autor posibilitaría su edición»

Charles Manson
«12 Canciones compuestas e interpretadas por Charles Manson»
ESP/MOVIPLAY, 1970



Una sección de VICENTE FABUEL.



Cuarenta años tras ser condenado por la célebre matanza de Cielo Drive (Los Ángeles), Charles Manson (con 76 años actualmente) se ha puesto en las manos del abogado Giovanni DiStefano, el mismo que defendió a Sadam Hussein, para reabrir su caso. El abogado ha presentado en su nombre un recurso ante el Comité Interamericano de Derechos Humanos y ha enviado una carta al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en la que le solicita la anulación de la condena por haberse vulnerado durante el juicio los derechos de Manson (¿?). No sabemos la cara que ha puesto Obama.

Un 9 de Agosto de 1969 fue la fatídica fecha en la que la troupe de Manson orquestó la más espeluznante orgía de sangre, muerte y rock que se recuerda, y que acabaría con la vida de la mujer del cineasta Roman Polanski, la actriz Sharon Tate, y varios amigos más pertenecientes a la joven aristocracia hollywoodiense. Un hecho desproporcionado que conmovió al mundo, que todavía lo hace cada aniversario que se recuerda, y que con el paso del tiempo ha sido comúnmente considerado como el despertar definitivo del sueño multicolor y positivo de la era hippie. Manson, amasijo indefinible de expresidiario, hippie, gurú, visionario y músico amateur fascinado por el poder mediático adquirido por The Beatles, pululaba por la zona buscando su lugar en el sol a cualquier precio. No se le ocurrió otra cosa para lograrlo que enviar a la mansión de los Polanski y con aviesas intenciones, a cuatro discípulos de su secta –encabezados por una chica llamada Sexy Sadie– convenientemente estimulados tanto por dosis masivas de LSD como por la escucha de la energizante ‘Helter skelter’ beatleliana, de la que al parecer recibían las irresistibles ordenes asesinas, llegándose en el juicio posterior a culpabilizar como inductores a los textos de Paul McCartney. Aquel verano del 69, lo que escucharon los angelitos está claro que fue el «White album».

Tras el anodino título hispano que el sello Movieplay impuso al disco de Charles Manson cuando lo editó por aquí, está claro que nos referimos al LP «Lie & Commemoration» (1970), el disco que recogía las grabaciones previas que el preso más célebre de los Estados Unidos había realizado antes de que se desatasen las hostilidades, y que nunca se publicaron hasta que la triste notoriedad posterior de su autor posibilitaría su edición. Lo cierto es que en los años previos a los hechos el futuro serial killer había contactado con el beach boy Dennis Wilson, convenciéndole para que incluyera uno de sus temas en el album «20/20» (1969) de sus hermanos, aunque por razones de royalties el tema original de Manson, ‘Cease to exit’, tuviese que trasformarse en ‘Never learn not to love’, y firmarlo el propio Dennis, cosa que Manson consideraría una traición. No pasaría al cancionero mítico de los chicos playeros. Pero la gran herida hubo de sobrevenir poco después, cuando una maqueta suya –probablemente la que avanzaba el álbum que se comenta– fue rechazada rotundamente por el entonces productor de los Byrds y hombre fuerte en la escena californiana, Terry Melcher.

¿Pudo justificar ese rechazo la matanza? Disculpen –aún a estas alturas– la frívola retórica de la pregunta, pero tras ella y durante cuatro décadas se han ido conformando docenas de teorías periodísticas a cual más peregrina y que bien podrían resumirse en estas cuatro siguientes: a) una demostración de fuerza purificadora a cargo del Anticristo de turno, b) una canalización equivocada de desbordante y revolucionaria energía juvenil, c) un uso atorrante de todo tipo de drogas, principalmente el ácido, o bien, d) una venganza desmedida de un enfurecido y despechado cantautor. Bien, si sobre las tres primeras no nos caben más que supuestos, lo que si que tenemos físicamente es el disco de autos girando y aportando pistas para poder aclaran el punto d. Que gire, pues.

¿Arroja su escucha algo de luz en este infierno? No, no al menos a mis limitados oídos, salvo la enojosa sensación de que un músico pueda tomar decisiones tan controvertidas tras hacer un disco tan rutinario, un disco cuya escucha trascurre sobre una aburridilla sucesión de discretos desvaríos de tono folkie (el ya comentado ‘Cease to exit’) o textos auto exculpatorios (‘People says I’m no good’) y cuyo único interés actual más allá de la arqueología parece reservado a los estudiosos de la patología criminal. Tras aquella pesadilla alucinógena, 42 años después no queda más que un disco mezquino bendecido por una aberración criminal, el dudoso honor de haber servido en un 50% al nombre de Marilyn Manson y ganar algún royaltie merced a las versiones de sus temas que el propio Marilyn o los Guns N´ Roses le han hecho. Al parecer no lo suficiente: hace pocos años tuvieron que cambiarlo de centro penitenciario ya que el personaje había controlado todo el tráfico de drogas de la prisión de Corcorán donde cumplía condena desde 1971.

[Versión revisada y actualizada del texto publicado originalmente en EFE EME 62, de octubre de 2004.]

Anterior entrega de Extravagante: Whisky David.

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