«Todos los discos son íntimos, hablan de cosas íntimas. Ahora, musicalmente, ‘Termonuclear’ es muy sosegado. Natural y muy visceral son las palabras que definen lo que ha sucedido»
Coque Malla ha acertado plenamente con «Termonuclaer», un disco que lo presenta en su tesitura más íntima y cercana. Ya avisó con el anterior, es la hora de los gigantes, y él es uno de los mayores del rock español. Chema Domínguez conversa con el ex Ronaldos.
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
De mirada intensa, con la chispa de la ilusión prendiendo cada momento que gira alrededor de «Termonuclear», su cuarto y nuevo trabajo. Así encontré a Coqué Malla en los clásicos locales de ensayo de la calle Tablada. Cambios personales, buenas compañías como la de Nico Nieto (bajo, guitarra y productor del disco junto a Coque), que unido a la genética inquieta del Ronaldo más carismático, han parido una colección única de canciones al calor de las cuerdas. Emociones para perderse dentro, destruirse y reconstruirse. No conviene perderse demasiado en descripciones, escuchen «Termonuclear»… y sientan. Además, como Coque Malla está presente en varios salones de la fama (rock’n’roll, composición y cine), aprovechamos para hablar un poco de todo.
¿Qué ha sucedido para atreverte con un disco tan íntimo como «Termonuclear»?
Todos los discos son íntimos, hablan de cosas íntimas. Ahora, musicalmente, «Termonuclear» es muy sosegado. Natural y muy visceral son las palabras que definen lo que ha sucedido. Surge durante toda la gira de «La hora de los gigantes», donde hubo muchos cambios en mi vida; como en los de cualquier otra persona, nada exótico. No lo digo por no dar detalles. Algo por dentro cambió, empecé a ver la vida de otra manera… Todo el proceso ha sido alucinante, me he pasado año y medio como flotando a medio metro del suelo. Todo en medio de la gira. A Nico le pasaban cosas similares, poníamos en común las sensaciones, descubríamos música nueva juntos, música que nunca había escuchado.
¿Cuánto has dejado en las manos de Nico Nieto, Barry Sage y los diferentes músicos y técnicos que han participado en «Termonuclear»?
Han tenido muchísima cuota de participación. Nico es tan padre de la criatura como yo. «Termonuclear» es una historia mía, escrita por mí; pero el disco, sonido y clima musical es tan de Nico como mío.
¿Cuál crees que es el mayor logro de «Termonuclear»?
El sonido. Personal, original. Y el sentimiento, que está por encima de todas las cosas. Lo hemos grabado en analógico, con mentalidad artesana.
Cuál es el camino que te lleva junto a Iván Ferreiro a firmar el tema que titula el disco?
Somos muy amigos, coincidimos en un montón de cosas, cada uno va a casa del otro… En uno de estos encuentros le enseñé ‘Termonuclear’, me parecía afín a Iván. Me sorprendía estar escribiendo esa canción con esa armonía, ‘Termonuclear’ da la pauta de cambio armónico en mis canciones con este disco. Bueno, a Iván le gustó, ayudó en un par de detalles en la estructura y le propuse hacer la letra. Le iba llamando a ver cómo iba, qué iba ocurriendo, por entonces ni siquiera se llamaba ‘Termonuclear’. Al final, en su casa, en Galicia, bajamos al estudio para dar en un par de horas con la letra.
¿Te quita el sueño la posible respuesta del público con «Termonuclear»?
No se hace un trabajo así para que lo escuchen tus amigos. Cobra sentido cuando emociona a alguien ajeno a ti totalmente. No me quita el sueño pero estoy deseando que a la gente le guste, claro que sí.
Siendo «Termonuclear» tu nuevo disco en solitario, ¿por qué decides contar con Ricardo Moreno?
Hubo un cambio importante en la banda habitual. Desde la gira de «Soy un astronauta más», Daniel Parra y Laura Gómez Palma han sido mi base rítmica, batería y bajo.
Y dejaron de ser «tu» base rítmica…
En un concierto, no sé dónde, Mick Jagger llamó a Charlie Wats y le dijo «cómo está mi batería». Charlie le preguntó cuál era su habitación, «la 502», le contestó Mick. Charlie colgó, se puso un traje y cuando Mick Jagger abrió le soltó un puñetazo. Lo tiró al suelo. «Que sea la última vez que me llamas ‘mi’ batería, tú eres ‘mi’ cantante». Así que tengo cuidado al decir «mi» sobre la gente que me acompaña. Anécdotas y bromas aparte, Dani y Laura, por circunstancias, han tirado por otro lado. Laura está tocando con el Loco y Dani se ha metido muy en serio con las clases. Tuve que pensar en otra gente. Como las cosas ocurren por algo, esto resultó ser muy afortunado. Nico era la persona idónea para grabar los bajos, porque estaba dentro desde el origen de las cosas. Componía según me pasaban y al interpretar el nuevo tema en un bolo al día siguiente, Nico me acompañaba al bajo. Está en el espíritu del disco desde el minuto cero. Todo era armónico. No hubiera sido igual si hubiera llegado cualquier bajista y lo hubiera grabado en frío.
¿Habrá nueva «bola extra» con Los Ronaldos?
Lo veo raro, difícil. Aquella bola ocurrió de la manera más natural y lógica del mundo. Para hacerlo otra vez, tienen que darse ese tipo de circunstancias, de ser, sería en mucho tiempo.
Como solista proveniente de un grupo reconocido y corredor de fondo, ¿estás al tanto de los pasos que van dando compañeros en similar circunstancia, como Diego Vasallo, Bunbury, Lapido, Juan Perro, Ariel Rot, Mikel Erentxun o el propio Iván Ferreiro?¿Cuál es tu preferido?
De Iván soy fan de todo él y, además, amigo; estoy cerca de lo que hace. No me ocurre así con el resto de la gente que has nombrado. Lo que está claro es que son tíos que se la juegan y que son arriesgados, que buscan, transmiten algo siempre interesante. Están vivos. No se conforman con lo primero que tienen, le dan vueltas.
Jaume Baró, director de «40 Principales», afirmó en «Rolling Stone» (marzo 2011): «El pop español es antiguo y casposo», ¿estás de acuerdo?
¡Hostia! Está muy mal que alguien en un cargo así diga eso. Es una opinión despectiva, torpe, con la que no estoy de acuerdo. Pasan un montón de cosas más ahora que en los años 80, por ejemplo, que siempre escuchas que ya no se hace música como entonces. Ahora tenemos más información, este es un país más culto, estamos más tiempo tocando la guitarra y haciendo canciones.
Shazam (aplicación para móvil) es capaz de adivinar un éxito musical con una antelación de cuatro semanas gracias a reconocer el tema que escuchas en diez segundos y cruzar datos, ¿te lo crees?
Creo que no, no sé… El éxito es un monstruo de siete cabezas, es un misterio, un laberinto y afortunadamente es así.
John Lasseter, fundador de Pixar, señaló el pasado abril, con motivo del 25 aniversario de la productora, que «somos el único estudio que no está dirigido por ejecutivos». ¿En la ausencia de ejecutivos está el futuro, el renacer de la industria cultural en general y de la música en particular?
Creo que sí. De hecho creo que está ocurriendo. La industria del CD físico se está cayendo, se está cayendo a pedazos y que los ejecutivos que antes dirigian todo ese tinglado no sepan qué hacer nos está dando independencia y poder a los artistas, están pasando cosas interesantes y distintas. Creo que las cosas han cambiado sin retorno y que va a haber sangre en el camino pero también van a courrir cosas maravillosas. Es alucinante que tengamos relación directa con el público y podamos ser más independientes. Los ejecutivos, tal y como está ahora todo, no saben qué cojones hacer, están perdidos, se les ve además. No lo digo peyorativamente, es un hecho. Los ejecutivos no saben qué hacer. Yo sí sé qué hacer, canto canciones, las compongo y se las pongo a la gente; y la gente sabe qué hacer, las escucha, y le gustan o no.
De tu faceta de actor, ¿hay algo en el horizonte?¿Cuál es la última película que viste y cuál tu preferida?
La música ocupa todo mi tiempo. A ver, es como una planta. La de la música la riego, le doy vitaminas, le hablo con cariño, la pongo al sol, la podo, la oriento… Y la plantita del cine no la atiendo igual, aún así hace un año y pico hice cine pero desde entonces, no. Toda mi energía está volcada en la música. Por otra parte, la última fue «El discurso del rey», que no me gustó nada. Aburrida y políticamente demasiado correcta. De la tele, en cambio, vi recientemente «Duelo en Alta Sierra» y «Pat Garret y Billy the Kid», de Sam Peckinpah. Maravillas.
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