Fotopress: Gernot Dudda

Autor:

«Peter Gabriel en el 83 fue ¡Acojonante! La última vez que se le pudo ver con la cara maquillada. El teclista tenía el CMI Fairlight, un pedazo de ordenador que entonces valía una millonada. Ahora, todos tenemos algo así en casa, pero lamentablemente nadie siente el más mínimo deseo de hacerlo sonar igual»

Gernot Dudda comenzó escribiendo en «El Gran Musical», pero ha dejado su firma en cabeceras como «Sur Exprés», «Rockdelux», «Primera Línea», «La Luna», «Popular1», «Boogie»,  «Un Año de Rock», «Zona de Obras», «Batonga!» y «World Music1». Colaboró en «El Mundo», fue redactor musical de Canal + (1991-1999), hizo radio en Radio Popular FM (1986-1992), es colaborador de EFE EME y, en la actualidad, se le puede escuchar en Radio Círculo. Es experto en lo que se conoce como «otras músicas», que viene a querer decir que escucha de todo.


Fecha y lugar de nacimiento.
27 de diciembre de 1966. Burgos.

¿Qué música sonaba en tu casa cuando eras niño?
The Beatles, Stan Getz, Walter Carlos, Mina, Nino Bravo, Cecilia, Lucio Battisti, Los Calchakis, Beethoven, Bach, Chopin, Los Payasos de la Tele…

¿Cuál fue el primer disco que compraste?
“I robot”, de The Alan Parsons Project.

¿Y el último?
“How to become clairvoyant”, de Robbie Robertson.

Selecciona tres discos internacionales esenciales de tu colección.
“The nightfly”, de Donald Fagen. “The eye of the hunter”, de Brendan Perry. “Computer world”, de Kraftwerk.

Selecciona tres discos nacionales esenciales de esa misma colección.
“Rumba argelina”, de Radio Tarifa. “Barrunto”, de Acetre. “Songhai 2”, de Ketama, Toumani Diabate y José Soto.

Un disco doble al que no le sobra nada.
“The river”, de Bruce Springsteen.

Un grupo o cantante a quien rescatarías del olvido.
Más que nombres, se me ocurren discos puntuales: el primer trabajo de Metro con Peter Godwin al frente. Hacían un pop tan naïf que en plena eclosión punk debieron de hacer el mismo ruido que hace una hoja cuando cae de un árbol. Rockero a ratos; folky, a ratos. Y con una portada tan mod que ya quisieran para sí los Jam de la época. Buenísimo. O el “Walking into mirrors” de Johnny Warman, un cantautor maldito protegido de Elton John y Ringo Starr que perdió la guerra comercial en una época en la que Peter Gabriel y Phil Collins rivalizaban por ser los músicos más enrollados en esto de fusionar sintetizadores con baterías basadas en ritmos africanos.

¿Cuál fue el primer concierto al que asististe?
Status Quo, en Pabellón del Real Madrid, en mayo de 1979. La entrada me costó 800 pesetas, que para la época era un robo. Disfruté mucho viendo cómo los pipas se las veían canutas para desenredar los cables de los guitarras de tanto como se movían por el escenario.

¿Y el mejor concierto que has visto?
Peter Gabriel, en el Hammersmith Odeon, en julio de 1983. ¡Acojonante! La última vez que se le pudo ver con la cara maquillada. El teclista, Larry Fast, tenía el CMI Fairlight, un pedazo de ordenador con su monitor característico, que entonces valía una millonada. Ahora, todos tenemos algo así en casa, pero lamentablemente nadie siente el más mínimo deseo de hacerlo sonar igual.

Elige y razona tu elección:

Serrat/Aute.
Difícil, aunque Aute. Tuve ocasión de frecuentarle personalmente durante la promoción de “Autobiografía” y eso marca mucho. Nunca podré olvidar su cariño, amabilidad, educación, humor fino y cultura exquisita. Si en la música hubiera más caballeros como él, otro gallo nos cantaría.

Sabina/Calamaro.
Opto por Sabina. Los días tan divertidos que pasé junto a él un verano en Rota durante la elaboración de un reportaje gráfico para una revista tampoco se pueden olvidar. Otro caballero, sin duda. Y un fenómeno irrepetible. Un verbo tan ingenioso no puede ser de este planeta. O de este siglo, al menos.

Nacha Pop/Los Planetas.
Por historia, Nacha Pop. Por contemporaneidad, Los Planetas (no me gusta vivir fuera de mi tiempo).

Nacho Vegas/Quique González.
Uuf. Quique, quizás. Le he visto crecer, partir casi de cero, y eso le confiere un mérito tremendo.

La Mala/La Bien Querida.
No tengo argumentos, sorry.

Jacques Brel/Serge Gainsbourg.
Serge Gainsbourg. Para los que nunca hemos roto un plato, ver que alguien puede ser “enfant terrible”, tener cosas originales que decir y salir indemne, tiene un mérito de la hostia. Aunque no es de lo más representativo suyo, me gustan sus discos de reggae. Secretamente me ha gustado pensar siempre que lo de los jadeos de la Birkin eran realmente un cameo de los dos y no una grabación; me ha dado siempre mucho morbo.

Frank Sinatra/Elvis Presley.
Aunque Patricia Godes me vaya a correr a gorrazos, La Voz. ¡Yo fui uno de los que pudo verle en el Bernabeu! A precio prohibitivo y con prismáticos. No estaba nada de moda ser “crooner”, pero ahí estaba él. Como un pincel, y cantando como lo hizo.

Marvin Gaye/Bruce Springsteen.
Jo, ¿por qué tener que elegir? Solo por toda la cara A de “What’s going on”, Marvin ya vale un potosí. O lo que va de “The wild, the innocent & the E Street shuffle” hasta “The river”, en el caso del Boss. Ni blanco ni negro. Me gustan las zebras. Y los dos lo son. Con el mismo número de rayas de cada color.

Tom Waits/Lou Reed.
Del primero, la trilogía Island de los 80 y sus cosas con Jim Jarmusch. Del segundo, toda la Velvet, “Rock and roll animal”, los discos raros “a la berlinesa” y “New York”. Y por supuesto, una maravillosa delicatessen: el disco con John Cale, “Songs for Drella”. Muy a reivindicar.

Michael Jackson/Prince.
Los dos, claro. Del primero, todo lo que hizo con Quincy Jones (ahí es nada). Del segundo, todo hasta “Diamonds and pearls” (penúltimos destellos de gloria). Incluidos los primeros discos de funk guarro a lo Rick James.

The Rolling Stones/The Velvet Underground.
Otra difícil elección. Los primeros porque, de alguna u otra manera, siempre han estado en cada una de mis múltiples etapas personales. Los segundos porque representan esa parte del rock (más “artie”, experimental y progresiva) que es la que realmente me gusta: King Crimson, Van Der Graaf Generator, Roxy Music, Rush, los primeros Ultravox…

Bob Dylan/John Lennon.
Jo, qué difícil se pone. Supongo que el primero por su abundante y jugosa discografía, repleta de temas únicos en su especie, modelo para tanta gente y durante tantos y tantos años. Un genio (a pesar de sí mismo). Coherente en su incoherencia. La brillantez por accidente y no por trabajo o sacrificio.

Neil Young/Elvis Costello.
El primero, me temo; aquí lo tengo más claro. Me quedo con esos discos campestres de aplastante lírica sureña gracias a Ben Keith y su fabulosa pedal steel guitar. Pero también me gustan sus discos ruidosos con los Crazy Horses e incluso muchos de sus experimentos contra natura, como “Trans”, por ejemplo, o el último disco que ha grabado con Daniel Lanois.

Youssou N’Dour/Fela Kuti.
Los dos, por supuesto. Del primero me encantan esas grabaciones de “mbalax” que no suelen publicarse en Occidente. O cuando se pone tremendamente místico, como en el genial “Egypt”. Del segundo me encantaría poder perderme en su inabarcable discografía, pero me temo que para ello necesitaría clases particulares de DJ Floro durante muchísimas horas a la semana durante años (un imposible).

¿Por qué decidiste dedicarte a la crítica musical?
Prefiero llamarlo “periodismo musical” (aunque presiento que la parroquia de lectores mengua con el tiempo y no se repone). Yo no quería escribir, lo que quería era tener mi propio programa de radio, algo muy difícil en los primeros 80. Las emisoras de FM estaban ocupadas por gente muy buena que llevaban ya tiempo haciéndolo (y yo, además de pertenecer a otra generación, era muy malo). Era más fácil escribir, aunque fuera en una publicación con tanta solera como “El Gran Musical”. Lo de la radio lo conseguiría en octubre de 1986, pero tardé mucho tiempo en darme cuenta de si había progresos o no (admito críticas: los que quieran oírme ahora lo pueden hacer los miércoles de 19 a 20 horas en Radio Círculo, www.radiocirculo.es).

¿Quién fue tu maestro periodístico?
Por la parte escrita, Diego A. Manrique. Pero esto se lo dice todo el mundo y no quiero que se lo crea. Por la parte radiofónica, la etapa setentera, ochentera y noventera de Julián Ruiz (“Plásticos y decibelios”); Gonzalo Garrido y su “Dominó”; José Miguel López y su “Discópolis”; Ramón Trecet y sus “Diálogos 3” y por supuesto “Bumerang”, el programa que hacía Agustín Galán en Radio Cadena Española y que desapareció tristemente cuando la emisora se fusionó con Radio 3. También el “Vuelo 605” de Ángel Alvarez.

Un equipo de fútbol.
El Real Madrid, supongo (aunque juego al fútbol, soy hincha agnóstico).

Un político.
Ninguno. Todos me defraudan (aunque reconozco que alguien tiene que hacer ese trabajo).

Una ciudad para vivir.
Viena. Hablan alemán, beben vino y cerveza, comen Sacher Torte y son alegres. Lo más parecido a nosotros que hay por ahí arriba. ¡Y tienen cerca las mejores montañas de Europa! Pero a ver quién es el guapo que me esponsoriza: la vida allí no es barata. Sino todo el mundo habría pensado ya lo mismo.

El disco que detestas y que despierta alabanzas entre tus compañeros.
Con el tiempo he aprendido a no detestar nada. Basta con pasar. Afortunada o desgraciadamente, la música ha caído en un nivel tal que ya ni existe un “pensamiento único” establecido por ¿una organización gremial? Así que, ¿para que odiar algo? Basta con no hacerle caso y punto. Ni ganamos ni perdemos nada. Estoy seguro de que por ahí fuera a nadie le importa.

¿Vinilo, CD o mp3?
Los tres. Cada uno a su debido tiempo y momento (en casa me riñen mucho, pero no puedo tirar nada).

La película que nunca te cansas de volver a ver.
Muchas, pero reconozco que “Blade runner” me marcó mucho más que cualquier otra película de ciencia ficción de la época. El hecho de que durante mucho años fuera imposible adquirir la música de Vangelis generó en mí un mito que supongo estaba bien fundado.

El libro que nunca te cansas de releer.
“La madrugada eterna”, de Paco Peiró. No es ficción. Es un libro de música, pero se lee como una novela. Cuando lo leas te costará hacerte con otra forma de contar la música. Y lo que es mejor (o peor): no necesitarás interesarte por nada que no aparezca entre sus páginas. Hubo una época que así me pasó.

Una serie de televisión.
En general, cualquier serie histórica o cualquiera en la que salgan flemáticos mayordomos y cumplidoras amas de llaves. Si tengo que dar solo un nombre, “Cuéntame lo que pasó”. La selección musical que hace Pedro Calvo para cada capítulo es impagable.

Si estuviera en tus manos elegir la música que suena en los supermercados, ¿qué discos seleccionarías?
Toda la serie completa de “Ultra-Lounge”, con todo el sonido “exótica”, el mambo y aquellas orquestas curtidas en series de TV de los 40, 50 y 60. Mucho Martin Denny, Yma Sumac, Les Baxter, Jack Costanzo, Nelson Riddle… ¡Estaría todo el día comprando! En Sepu, Simago o Galerías Preciados.

Anterior entrega de Fotopress: Joaquín Guzmán.

Artículos relacionados