«La disparidad de tratamientos sonoros que muestran en su cuarto disco, que parecía no llegar nunca, no siempre funciona»
The Strokes
«Angles»
RCA/SONY
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
El infeccioso riff de guitarra y el trote Motown de ‘Under cover of darkness’ podrían hacer pensar que los neoyorquinos vuelven a su mejor registro, aquel que defendieron en dos discos («Is this it?», de 2001, y «Room on fire», de 2003) que les catapultaron a ese odioso sambenito de salvadores de las esencias del rock en el cambio de siglo. A esa condición que, pese a lo visible de sus costuras (Velvet, Television, Feelies), propagó su influjo en un sonido inmediatamente reconocible, insuflando aire a carreras en vías de reformulación (los últimos Phoenix, lo nuevo de Telekinesis, y hasta los emergentes The Vaccines) y enseñando a balbucear a decenas de bandas de todo el globo (sin salir de nuestro país, los primeros pasos de Polock o Twelve Dolls, entre muchos más). Pues ni sí ni no.
Bien sea por el proceso de democratización emprendido en tareas de composición (las carreras paralelas de Hammond y Casablancas deben ya saciar plenamente su ego creativo), bien sea por ese deseo de explorar nuevas vías que ya mostraron en el fallido «First impressions of earth» (2006), el caso es que la disparidad de tratamientos sonoros que muestran en su cuarto disco, que parecía no llegar nunca (de hecho, su grabación no ha sido precisamente un remanso de paz), no siempre funciona. ‘Two kinds of happiness’ les muestra insospechadamente próximos a The Cars, el estribillo de la sintetizada ‘Games’ no deja de tener su aquel, y piezas como ‘Taken for a fool’, que explota la fórmula sin dejar de ser un pasaje meramente cumplidor, o ‘Gratisfaction’, con su dicción arrastrada y esas guitarras a lo Thin Lizzy, muestran a una banda deseosa por mostrar nuevas aristas sin cortar amarras con su pasado. Algo parecido ocurre con las vaharadas de sintetizadores de ‘Simple in the moonlight’, donde parecen apostar por un sano paisajismo casi AOR, en línea con las travesuras de Luke Steele (The Sleepy Jackson) al frente de Empire of The Sun. Más discutibles son el ritmo robotizado y la guitarra metalizada de ‘You’re so right’, el reggae pop reminiscente de los primeros 80 de una ‘Machu Pichu’ que, abriendo fuego, descoloca, o el desbarre prog-metal de ‘Metabolism’, claras vías de escape al canon rock que hasta ahora han representado, que no terminan de ser todo lo oxigenantes que deberían.
En conjunto, los 34 minutos de «Angles» no recuperan, desde luego, el mojo de sus dos primeros discos, aunque superen sin dificultad a su predecesor. Seguramente será escaso bagaje para su legión de detractores, y suficiente para que quienes siempre les han dado su voto de confianza no vayan a dejar de hacerlo ahora.
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