Libros: «Pícnic en Hanging Rock» , de Joan Lindsay

Autor:

«Tras cerrar la última página el ánimo del lector acoge un sentimiento más repugnante que el terror: la inquietud. Resulta, al fin y al cabo, una novela tan perfecta que su fascinación parece surgir de la casualidad»



Joan Lindsay
«Pícnic en Hanging Rock»
IMPEDIMENTA


Texto: CÉSAR PRIETO.


Desconocida prácticamente en España, la obra de Joan Lindsay –narradora de peso en su Australia natal– alcanza con la obra que reseñamos verdadero culto y precisa maestría desde el 1967 de su publicación. Es cierto, trazos de auténtico pulso literario la convierten en una extraña y nerviosa combinación de estética ondulante y espinosa.

No solo es la historia de tres alumnas de un internado y una profesora que un día de excursión desaparecen en la montaña sin que aparezca ya más que una y abra un vacío en el horror. No, es más que eso. El marco temporal tan estricto, por ejemplo, que hace que apenas sepamos nada del pasado de las protagonistas y que las retrata así más desvalidas, más radiantes. O la descripción casi victoriana de las escenas del colegio en contraste con la desmesura de la montaña que las traga. También las magistrales elipsis –lo más llamativo de la novela, insinuaciones sin evidencias– que consiguen que el pánico nunca se muestre; es más, que no sepamos en que lugar se encuentra. Tanto es así que las luces extrañas que dicen ver los habitantes del pueblo o las damas evanescentes que desaparecen se convierten en episodios casi costumbristas.

El buen lector va percibiendo progresivamente que todos estos factores –ausencias, falta de raíces– se concentran de manera turbadora en los personajes, especialmente los secundarios, moldeados con un hiperrrealismo neblinoso. No solo es el criado Albert, un pícaro de escuela española, sino sobre todo Sara Wayborne –la alumna más joven del colegio, trece años, sensibilidad tormentosa–, que progresivamente va ejerciendo un poder callado y mágnético que el narrador –omnisciente en ocasiones– siempre evita. Un ejemplo: el episodio de histeria colectiva en el que nos olvidamos de Sara porque no participa y en el que al final queda abandonada como Prometeo.

El asunto central, cosido con todas estas madejas es como el destino –el destino de los otros, entrecruzado por sutiles hilos con el nuestro– y los colores con los que borda son los de la degradación. Poco a poco, sin entender cómo, las decisiones de los personajes parecen obligadas para que la vida se convierta en una estampida Y tras cerrar la última página el ánimo del lector acoge un sentimiento más repugnante que el terror: la inquietud. Resulta, al fin y al cabo, una novela tan perfecta que su fascinación parece surgir de la casualidad.

Anterior entrega de libros: “Nuevo Rock Americano, años 80. Luces y sombras de un espejismo”, de Carlos Rego.

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