«Neil Gaiman ha sido adscrito hasta ahora a una literatura levemente juvenil, contando que dicho género –sea lo que sea– existe, y lo cierto es que sus libros más conocidos, aquellos que han ido pasando al cine, pertenecen a una cierta sensibilidad adulta»
Neil Gaiman
«El cementerio sin lápidas y otras historias negras»
ROCA EDITORIAL
Texto: CÉSAR PRIETO.
Neil Gaiman ha sido adscrito hasta ahora a una literatura levemente juvenil, contando que dicho género –sea lo que sea– existe, y lo cierto es que sus libros más conocidos, aquellos que han ido pasando al cine, pertenecen a una cierta sensibilidad adulta. Una sensibilidad que, por supuesto, también pueden poseer ciertos jóvenes. «Coraline» o «El libro del cementerio» no son más que entramados en los que el mundo se hace extraño y requiere una salvación enérgica y lírica a la vez.
La reciente recopilación de relatos breves que se publica bajo el nombre de «El cementerio sin lápidas» presenta textos de consistencia autónoma y tipos utilizados en sus obras más extensas. En la dispersión heterodoxa de ambientaciones y extensión destacan sobremanera aquellos cuentos en los que el paso del tiempo se convierte en un personaje, la cansada y triste esencia. En la literatura de Gaiman entre todos los protagonistas de lo maravilloso se inmiscuye el tiempo como el más terrible devorador. Un ejemplo, el breve pero denso ‘El puente del trol’, una desolada historia en que la recurrente estructura deja claro que somos exactamente lo que fuimos de niños. El melancólico final y la música de los Stranglers lo demuestran
Como en Bradbury, como en ‘La historia del señor Sömmer’ el mundo resulta un territorio fascinante en que lo más cercano resulta lo más extraño. Y como en ellos, el humor domina con la levedad inglesa. En ‘Caballería’ una viejecita compra el Santo Grial muy bien de precio y sir Galahad va en su busca hasta que logra cambiarlo por un par de objetos míticos. En ‘El club de los epicúreos’ cinco sibaritas deciden catar –tras mamut congelado o lemmings– el pájaro del sol.
Historias de fantasmas también, tiernas en ‘La presidencia de octubre’ o en ‘La lápida de la bruja’, un pequeño habitante del cementerio que intenta conseguir una lápida para su amiga, bruja de ocho años en tierra sin consagrar. Quizás se vea lastrada la interpretación de las escenas por la excesiva presencia de tradiciones anglosajonas, pero no se queden en ellas, atiendan a lo esencial, a como la salvación depende de que sepamos preservar lo importante.
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Anterior entrega de libros: “Pistola y cuchillo”, de Montero Glez.