Lo Que Hay Que Tener: Roy Buchanan

Autor:

Roy Buchanan
«Sweet dreams: The anthology»
POLYGRAM, 1992

 

Una sección de LUIS LAPUENTE.

 

Una escueta nota de la comisaría de policía de Fairfax, Virginia, daba cuenta, el 14 de agosto de 1988, del suicidio por ahorcamiento de Roy Buchanan, varón de raza blanca detenido por escándalo público la noche anterior, uno de los pocos guitarristas blancos de blues capaz de codearse con la mayoría de las grandes figuras negras del género.

Su nombre, sin embargo, no suele aparecer en las listas de los mejores guitarristas de la historia, pero si le preguntas a cualquiera de ellos, te dirá que los discos de Roy Buchanan se encuentran entre sus favoritos. Y es que Buchanan (Ozark, Arkansas, 23 de septiembre de 1939) se enamoró precozmente del sonido de las guitarras negras, animado indirectamente por su padre, predicador pentecostal afincado en el valle de San Joaquín, en California: «Una vez al mes mis padres se juntaban con la iglesia local negra para un oficio conjunto, y gracias a eso entré en contacto con la música negra. Desde entonces, siempre me han gustado especialmente los guitarristas negros… Blin Boy Fuller, Jimmy Nolen, Pete Lewis, Johnny ‘Guitar’ Watson… creo que nadie podrá superarlos jamás». A los trece años, Roy se compró su primera Fender Telecaster y a los dieciséis, después de haber liderado su propio grupo, The Heratbeats, se enroló en la banda de Dale Hawkins (el de «Suzie Q’). Luego trabajó con Freddie Canon, Bob Luman y Ronnie Hawkins & The Hawks –el embrión de The Band–, donde enseñó sus trucos y su técnica a un jovencísimo Robbie Robertson. Pasó la mayor parte de la década de los sesenta en blanco, y reapareció diez años más tarde, después de haber rechazado sucesivas ofertas para incorporarse a Derek & The Dominoes y a The Rolling Stones. Grabó cinco álbumes para Polydor y tres para Atlantic, y volvió a retirarse en 1981, descontento de las presiones de la industria. Cuatro años después fichó por Alligator y publicó el magnífico «When a guitar plays the blues», muy bien recibido por público y crítica. Los últimos años de su vida, sin embargo, fueron pródigos en desgracias, borracheras e intentos de suicidio. No sobrevivió al último.

«Sweet dreams: The anthology» escudriña en los cinco LPs oficiales de Polydor («Roy Buchanan», «Roy Buchanan’s second album», «That’s what I’m here for», «In the beginning» y «Live stock») y los tres de Atlantic («A street called straight», «Loading zone» y «You’re not alone»), y añade algunas rarezas de LPs inéditos («The prophet», con Charlie Daniels) o poco conocidos («Live in Japan»). En conjunto –y sobre todo, el soberbio segundo volumen, centrado en la producción de Atlantic: escuchen ‘If six was nine’, ‘Green onions’ y ‘Dual soliloquy’–, resulta un extraordinario documento para introducirse en la obra del que fue presentado en su día como «El mejor guitarrista desconocido del mundo». Puede que hoy aún lo siga siendo.

 

Anterior entrega de Lo que hay que tener: Arthur Alexander

Artículos relacionados