«El desasosiego insidioso de Cave, Ellis, Sclavunus y Casey ofrece una equilibrada variedad entre urgentes piezas agresivas y medios tiempos más desarrollados y atmosféricos»
Grinderman
“Grinderman 2”
MUTE RECORDS/PIAS
“Me gusta el nuevo de Grinderman, pero, pero… Necesito un pero”. Es el comentario de un fan cualquiera, sumergido en la tienda de discos. Resume lo que ocurre con Nick Cave: tantos álbumes y tan buenos llegan a perturbar al oyente, siempre ávido de una obra destacada, de un referente emocional. En efecto, “Grinderman 2” es más de lo mismo. Y lo mismo significa un listón de sobresaliente alto, otra dimensión, otro nivel. Porque, ¿cuántos artistas de su generación para abajo merecen el estatus de clásicos universales en vida? O, mejor, ¿cuándo falla Nick Cave? Nunca.
Un momento, quizá el australiano dosifica su talento con astucia. Recapitulemos: emancipado Mick Harvey de los Bad Seeds, Cave fortalece un maridaje cinematográfico con Warren Ellis y se dispone a la lluvia de ideas con Jim Sclavunus y Martin P. Casey. Además, reserva su apetito literario para la novela y coge por primera vez la guitarra para reforzar la descarga irreverente y diletante de adrenalina. En realidad, el vampiro de traje de corte vuelve a explorar el blues desde otra perspectiva. Curiosamente, la misma que en sus inicios con Birthday Party. Destruyendo de forma intuitiva, desaliñada, vociferante y malcarada. Como los Stooges, nada más próximo a la esencia del rock and roll: el narcótico gritón de las zonas doloridas del ánimo.
Dios, sexo y muerte. Son sus grandes temas y Nick no va a cambiar a sus 53 años. Sabemos que las canciones de “Grinderman 2” salen de largas sesiones de improvisación colectiva. En cierto modo, la escucha completa del trabajo –nada plomiza, aviso– sugiere una jam session de tremendo derroche voltaico. El desasosiego insidioso de Cave, Ellis, Sclavunus y Casey ofrece, asimismo, una equilibrada variedad entre urgentes piezas agresivas y medios tiempos más desarrollados y atmosféricos. Desde luego, el carnicero estepario de la portada simboliza la idea de bestia lobuna que Cave encarna con el colmillo afilado. Un concepto latente desde el arranque con ‘Mickey Mouse and The Goodbye Man’; blues de este siglo, la progresión natural después de Howlin’ Wolf y Tom Waits.
La lascivia de revolver y calibre grueso ocupa un lugar preferente: “Ella fue criada por animales/ y ultrajada por los buitres/ Aquí viene el hombre lobo/ el abominable hombre de las nieves/ ¿Tienes un poco de veneno?/ ¿Tienes una pistola pequeña?/ Sentada en la bañera/ Espera a que llegue su hombre lobo”, canta en ‘Heathen child’. Los aullidos también marcan el tempo en ‘Kitchenette’ y hasta en los coros de ‘Palaces of Montezuma’. Y los balazos se consuman en la brutal ‘Evil’. Quien haya leído “La muerte de Benny Munro” encontrará fuertes conexiones narrativas. Los Grinderman exponen una trepidante road-movie repleta de sangre, sudor y semen. Y, ah, cuentan por ahí que Nick Cave vivirá eternamente porque tiene al diablo aterrorizado.
EDUARDO TÉBAR.
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Luz Verde
“En llamas”
MHF
Sin duda alguna, el cuarto trabajo de esta banda venezolana viene más canalla que nunca y eso que ya eran intratables en su país natal. Atrás quedan “Cinema 0” (2000), “Rocanroll” (2004) y “Manual de buenas costumbres” (2008). Ahora achicharran con su peculiar forma de hacer rock con este “En llamas”. Están entre España y Venezuela pero afincados en Barcelona. ¡Mucho cuidado con ellos!
Desde las letras vacilonas que disparan en el corte de presentación,‘Solo solo’, hasta la balada rítmica de ‘En llamas’, todo son saltos de un planeta a otro. Una suerte de melodía circense con ‘Antiguo corazón’, regustos contundentes de rock and roll clásico en ‘Cenando con el diablo’ y una atropellada letra la de ‘Ases del aire’, vienen siendo los pilares base de esta entrega. Y es que estos tipos se mueven como gato en tejado. Los riffs potentes (‘La ventana’), como la atronadora percusión sin olvidar el bajo (‘Historia personal’), colorean cada corte. Parte de la culpa la tiene Roger Rodés (Macaco, Facto de la Fe) que otorga una claridad sonora dentro de toda esta miscelánea instrumental donde no sólo se pueden escuchar esquemas básicos, sino que además prima la experimentación con una más que interesante sección de vientos, entre otras herramientas de estudio.
Willbert, Carlos, Eduardo y Pedro lo han vuelto hacer. Han colgado el cartel de «no hay entradas» en la mayoría de recintos visitados y como Atila el Huno, por donde han pasado no vuelve a crecer la hierba.
CHARLY HERNÁNDEZ.
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El Belda i el Conjunt Badabadoc
«Per jamaicanes! Catalan hits on caribbean beats!»
AUTOEDICIÓN
Hace ya algún tiempo que apareció este disco y aunque su carácter de autoedición y distancia a años luz de los canales ortodoxos de comercialización y promoción le confieren connotación de auténtica rara avis (sólo se puede adquirir en conciertos o mítines de parkas verdes y flequillo) no por ello desmerece que ahora le prestemos la atención que a todas luces merece. El Belda, su inductor y sujeto activo principal, muy habitual desde hace década y media en los ambientes mod catalanes y estatales ha despachado –junto al llamado Conjunt Badabadoc, compuesto por varios músicos, provenientes también del ambiente sixtie catalán– bajo el subtítulo british “Catalan hits on caribbean beats!”, una sorprendente colección de adaptaciones de diversos clásicos del pop-rock, de la canción de autor o del folklore, pasados por un filtro interpretativo característicamente antillano.
Realmente, el resultado último de la selección es llamativo y brillante puesto que tiene su miga colar en un mismo saco, tradicionales patrios como el ‘Rosó’ o ‘La gavina’, junto a hits de mayor o menor enjundia popular de gente tan variopinta como Adrià Puntí (‘La catximba’), Raimon (‘Al vent’) o Tomeu Penya (‘Plou’), los grupos Sopa de Cabra (‘L’empordà’) y Sau (‘Boig per tu’) o compañeros de la causa modernista como Miqui Puig (‘Malson abans de nadal’) o los Dr. Calipso (‘Aquesta nit’) que de alguna manera serían algo así como el vaso comunicante para entrar de la mejor manera posible en el asunto.
JAVIER DE CASTRO.
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Varios
«Latin party»
PUTUMAYO/KARONTE
He aquí un muestrario ejemplar de los bailes latinos en toda su riqueza y esplendor, entendido también como algo nunca reñido con esa extraña paradoja que nos sigue fascinando: su carácter moderno y actual jamás se contrapone ni traiciona su legado más clásico y tradicional. “Latin party” es probablemente el recopilatorio latino más ecléctico de Putumayo, mostrando también una variedad geográfica y estilística que, por otra parte, es también santo y seña del sello. De Nueva York y sus calles nos llegan esos directos herederos de Pucho & His Latin Soul Brothers que son Brooklyn Funk Essentials (‘Big apple boogaloo’), la amalgama sonora de Yerba Buena (‘Electric boogaloo’), la revitalizante cumbia de Fruko y Orquesta (‘Cumbia del Caribe’) o un sólido percusionista del son como Luis Mangual, que desde los 60 ha tocado con todos los grandes de la Fania (‘Son de Nueva York’). De Perú, aunque viviendo en Los Ángeles, es Cecilia Nöel, que aporta un propósito metalingüístico en su brillante letra de ‘Así se compone un son’. De Cuba, aunque viviendo en París, es el brillantísimo vocalista y compositor Raúl Paz (‘Buena suerte’). Y en Nantes (Francia) reside ese conglomerado multinacional que responde por el nombre de Más Bajo (‘Rico montuno’). Pero llegando más lejos aún, se recogen también piezas que fusionan en un magma único la cumbia, el ska y el dancehall jamaicano. No hay palabras para describir lo que han hecho los colombianos Coffee Makers con su trepidante ‘Las calles de Medellín’. O Ska Cubano con su mezcla especialísima de ‘Yirí yirí bon’ y esa brillante anomalía de tener un cantante boxeador que además es el vivo retrato de Miguelito Valdés y Beny Moré. Sin desperdicio.
GERNOT DUDDA.
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Rufus-T
“Going Bananas”
HAPPY PLACE RECORDS
Álvaro Muñoz se marcha y vuelve con la misma facilidad que las aves migratorias. Pero el suyo es un caso aparte e insólito en el panorama musical español. Intermitente hasta la exasperación, el músico cordobés va enlazando décadas en su carrera mientras publica discos con cuentagotas. El tiempo no pasa por este escritor, cantante y guitarrista, uno de los grandes melómanos y armonizadores de pop que se ven sobre un escenario en este país. Conserva la base capilar y su característica elegancia coqueta en plan Bowie en ‘Absolute begginers’. Aunque un cuarto de siglo ha transcurrido ya desde los tiempos de Yacentes, pasando por Tarik y La Fábrica de Colores y, ahora, Rufus-T, su nuevo alter ego, inspirado en el personaje de Groucho Marx.
Escurridizo y anglófilo incorregible –cabe recordar sus años de residencia en Londres–, el cambio de denominación no debe espantar a los seguidores de los dos monumentales trabajos que ha publicado como Tarik en este siglo. No sólo porque aquí reinventa aquella ciudad secreta llamada ‘Velvet Suicide’, sino porque continúa homenajeando a los ídolos de su álbum de cromos con esa fantástica capacidad de metabolización que le permite invocar a los grandes sin dejar de ser él mismo. Las melodías y los arreglos, facetas en las que Álvaro Muñoz rompe la media, adquieren inusitados tintes souleros y latinos (‘Happy Fran’, ‘I was abaout to become a R’N’R star’). ¿Defectos? La psicodelia cristalina en la que está especializado aflora menos que en álbumes anteriores. Al menos, tal y como la exponía en el pasado. Ofuscado en no repetirse, la secuencia de canciones resulta irregular, imprevisible: hay que vacunarse contra la rutina para escuchar “Going bananas”. De piezas luminosas (‘Parallel lives’) pasa con gambetas a densas recreaciones del Bowie berlinés. Si antaño rememoraba al Neil Young del 69, ahora noquea con una versión del himno de Andalucía en clave Roger McGuinn-Spacemen 3 ¡y en inglés! Un halo de sensibilidad camaleónica muy del Duque Blanco envuelve todo de principio a fin.
EDUARDO TÉBAR.
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Peter Roar / Lucky Guri / Carles Benavent / Max Sunyer / Salvador Font
«We are digging The Beatles»
PICAP
Este disco es resultado de una aventura bien curiosa: En 1972, el pianista jazzero y admirador de los Beatles Lucky Guri (luego integrante de Barcelona Traction), tuvo la idea de adentrarse en el repertorio del grupo de Liverpool para grabar un álbum de versiones en clave de jazz-rock progresivo. En el proyecto contó con el saxofonista alemán Peter Roar, por entonces con los progresivos Máquina! A ellos se sumaron el bajista Carles Benavent (con él sobran las presentaciones), el guitarrista Max Sunyer (entonces en Tapiman, luego líder de Iceberg y Pegasus) y el batería Salvador Font.
Juntos elaboraron un trabajo que obvia el mimetismo o las versiones edulcoradas que por aquellos años serían tan frecuentes y se atreven con lecturas personales, en las que canciones como ‘Let it be’ o ‘Strawberry fields forever’ se evaden con nuevos desarrollos instrumentales pero sin perder su esencia melódica. Con el saxo ejerciendo en ocasiones de «voz» solista (‘Let it be’, ‘The fool on the hill’, ‘The long and winding road’), incluye momentos muy curiosos (el swing juguetón de ‘A hard day’s night’; un ‘All my loving’ con órgano en primer plano) y, cómo no, sus buenos pasajes de desparrame progresivo que hoy parece llegar de otros tiempos, cuando escuchar un disco era una experiencia muy distinta a la actual y a la música se le pedía ejercicios de virtuosismo.
Un disco delicioso que, en su día, por razones de permisos, tuvo que desaparecer del mercado y fue descatalogado, permaneciendo en el olvido hasta esta edición en CD.
JUAN PUCHADES.
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