Moris
«Mundo moderno»
CHAPA DISCOS/ZAFIRO, 1980
Texto: JUAN PUCHADES.
Cuando se habla de la trayectoria de Moris Birabent (Buenos Aires, 1942), uno de los padres del rock en castellano, siempre se destacan dos de sus discos, el inicial «Treinta minutos de vida» (1970) y «Fiebre de vivir» (1978), el primero que grabó en España. Sin duda hay razones de peso para tal selección, pues son dos obras de aquellas que cualquier aficionado al rock debe conocer obligatoriamente. Sin embargo, todos los escasos discos que ha grabado Moris –tan sólo once en más de cuarenta años de trayectoria–, pese a que algunos son claramente irregulares, ofrecen hallazgos dignos de ser tenidos en consideración, pero quedan eclipsados por la fuerza de las mencionadas obras maestras. Entre los más interesantes está su segundo álbum del periodo español, «Mundo moderno», grabado a finales de enero de 1980 con el portugués afincado en España Johnny Galvao dirigiendo los arreglos y, muy probablemente, la producción, que firmó Chapa Discos.
«Mundo moderno», desde su mismo título, parece anunciarnos que presenta un cambio en la trayectoria del rockero argentino, a lo que ayuda esa portada –con fotos de Javier Vallhonrat y diseño de Juan Gatti– colorista, rompedora con la estética habitual de sus discos. Y así es, el poeta del asfalto, el rockero bohemio por excelencia asume el cambio de década girando sobre sí mismo, vistiendo corbata roja y poniendo al día su sonido. Y como para marcar un evidente antes y después, el gran narrador de historias cotidianas, arranca el disco con ¡un instrumental! Sí, un rock luminoso con guitarras en primer plano que nos da la medida de lo que nos viene: un álbum de sonido ambicioso, brillante, limpio, pulido, con despliegue de metales, coros y teclados –teclados maestros, añadamos, que los toca el enorme Ciro Fogliatta–. Nada que ver con lo que ha sido la discografía del porteño hasta el momento. De este modo, el primer tema cantado es una declaración de intenciones, un rock sudoroso en el que nos dice que está atrapado por el rock and roll, pero, detrás de la rítmica del estribillo, se cuela ese Moris que gusta de las canciones con gancho y melodía clásica. Es rock, puro rock, pero a su aire.
Y son los temas más claramente rockeros los que definen el disco –seguramente, Moris, curtido en las fiestas mayores de los pueblos de España durante los dos años anteriores, está apostando claramente por un papel abiertamente rock–, por contraste, por sus letras directas, próximas al concepto de canciones incluidas en «Fiebre de vivir» como ‘Sábado noche’ y ‘Zapatos de gamuza azul’, pero aquí, con estos arreglos y sónica, parecen otra cosa, y no está mal que así sea. ¿Quién dijo que los creadores han de permanecer toda la vida anclados en el mismo puerto? Rock son ‘Don Dinero’ (un sencillo rock tropical pero inspirado, de nuevo, por el rock clásico), ‘Un golpe de suerte’ (intenso rock sudoroso) y ‘Rock del colegio’, una canción infantil, aunque tiene momentos, como el cierre, que vale la pena escuchar pues es puro Moris. Como curiosidad, cabe señalar que esta es la primera canción firmada –junto a su padre– por Antonio Birabent, por entonces un niño.
Las otras piezas de «Mundo moderno» son una serie de baladas, o de medios tiempos, en los que Moris, el gran observador, ya no le canta a Madrid como en su debut hispano, sino que explora nuevos territorios narrativos, o regresa a algunas de sus temáticas habituales, como la amenaza nuclear en ‘Doña atómica nuclear’, donde se preocupa por la llegada de la Tercera Guerra Mundial y lo hace con un ritmo levemente discotequero que, de pronto, estalla en un rock and roll. Pero si de discotecas hablamos, hay que prestarle atención a la gran pieza del disco, por lo menos la que musicalmente más aporta, ‘Te espero en la discoteca’, tema abiertamente de música disco, pero tal cual –Moris se está lanzando al mundo moderno, no hay duda, y lo hace sin complejos– que por momentos se transforma en un inesperado bolero. Una canción de ensueño inspirada por sus noches actuando en discotecas españolas, contemplando a la parroquia después de las actuaciones.
‘El labrador’ es otra pieza colosal, una balada en la que se relata la historia de un emigrante que, cansado de la ciudad, regresa a sus tierras de Badajoz. Un tema que guarda enorme relación con ‘El oso’; pero si ahí era el oso el que escapaba del circo, aquí es un labrador el que abandona la gran ciudad. De nuevo el progreso contrapuesto a la libertad.
Para cerrar el disco, Moris explora el porqué de las canciones y a quién van dirigidas, en ‘Canción final’, una balada soberbia en la que deja algunos de los mejores versos de esta colección, de los más personales.
No es «Mundo moderno» un disco perfecto, pero tampoco un álbum fallido, es un trabajo rupturista, con el que trata de avanzar, adaptarse a los tiempos y escapar del modelo que él mismo ha trazado. Quizá en su momento el cambio fue excesivo, demasiado brusco, pero ahora, analizado sin manías, es un álbum gratamente disfrutable.
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