“Lo cierto es que ‘Corazón de padre atómico’ goza de una espontánea comercialidad, precisamente porque las canciones se exhiben con naturalidad y sinceridad, mientras sirven letras de filosofía personal entre líneas vocales que se hacen hueco en la memoria ¡Puro oficio de trovador!”
Jordi Skywalker
“Corazón de padre atómico”
PAUL MUSIC
Allá por mediados de los noventa, Buenas Noches Rose fueron la gran sensación del rock madrileño. No sólo eran una gran banda de rock clásico, sino que también actuaban como catalizador de una juventud necesitada de voz, una generación que no se identificaba con figuras lejanas aunque míticas ni con el mensaje anglófono de las oleadas indies. El reinado de los Rose fue breve pero intenso, teniendo tiempo de firmar tres grandes discos, dos de ellos con el vocalista Jordi Skywalker al frente. Skywalker se caracterizaba por ser un “frontman” adrenalínico en vivo y por una voz llena de fuerza, el condimento perfecto para el caldo eléctrico cocinado por Rubén Pozo (Pereza) y Alfredo Fernández (Le Punk). Claro, que los planes del vocalista eran otros y decidió abandonar la banda en su punto álgido.
Skywalker cambió el estrellato underground por la vida rural y desapareció del mapa hasta hoy, momento en que edita “Corazón de padre atómico”. Que nadie espere el rock setentero de los Rose, sino algo bien distinto aunque igual de enérgico. Este primer disco de Jordi en solitario contiene canciones de lo que podríamos denominar rock campestre. Guitaras acústicas, bombos gitanos y su carismática voz (que suena aún más limpia que en su juventud) dan forma a composiciones firmadas por él mismo, con un claro mensaje pacifista aunque francamente auténtico. De cualquier otro se puede dudar (no citaré nombres) pero de la integridad de Skywalker no, se trata de un hombre que ha demostrado ser plenamente consecuente con los postulados que predica.
Lo cierto es que “Corazón de padre atómico” goza de una espontánea comercialidad, precisamente porque las canciones se exhiben con naturalidad y sinceridad, mientras sirven letras de filosofía personal entre líneas vocales que se hacen hueco en la memoria ¡Puro oficio de trovador! Las sonoridades rebotan desde Norteamérica hasta Francia, pasando por España, todo amasado por la producción de su ex compañero Rubén. Grata sorpresa, no solo por el regreso de un tipo mítico, sino por el hecho de que haya retornado con un disco tan sólido y bien atado, de esos que se permiten el lujo de pedir una escucha tras otra. Y claro, hay que concedérsela. Irresistiblemente rural.
JUANJO ORDÁS.
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The Great Crusades
“Fiction to Shame”
GLITTERHOUSE RECRODS
Con un sonido más tranquilo que anteriores grabaciones de The Great Crusades tales como “Welcome to the hiawatha Inn” o “Keep them entertaiment”, “Fiction to shame” llega desde Chicago el último álbum de la banda de Brian Krumm, Brian Hunt, Leach y Christian Moder tras diez años de carrera y siete discos. Así como el grupo, “Fiction to shame” ha recibido bruscos cambios de dirección, robos y tropiezos varios desde que empezaran a trabajar en él durante el 2008, pero el fangoso sendero ha terminado en estabilidad y se pueden degustar piezas de gran belleza, tanto lírica como instrumental, dentro de este artefacto.
Es un disco de crudeza, rock and roll sin maquillaje, con pinceladas de americana, punk y blues. ‘Sons and daughters’, primer corte del álbum, ‘Magic shoes’, ‘The killing moon’ o ‘Flight pattern strangers’ son las composiciones maestras de “Fiction to shame”, que, como bien describe el propio Krumm, no es más que disfrazar la vergüenza. Letras inspiradas en un día a día veloz y agitado, basado en hechos reales, pero sin pretensiones. Guitarras, algún que otro banjo, mucho teclado y armónicas terminan por conformar esta miscelánea convertida en un plástico que –ojalá– termine por dar reconocimiento a uno de los grupos punteros que no han terminado por encontrar a la esquiva diosa fortuna. Desde las orillas del lago Michigan, salen muchas cosas buenas, y, como es de esperar, The Great Crusades no defraudarán a los verdaderos amantes del buen rock.
CHARLY HERNÁNDEZ.
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Kristyl
“Kristyl”
GUERSSEN RECORDS
En los últimos años, los coleccionistas discos de la era psicodélica de medio mundo se han centrado en buscar y pagar fortunas por viejos LP’s de bandas desconocidas que sólo prensaron de manera privada unos pocos centenares de copias. La pujante demanda de estos vinilos en los ambientes del coleccionismo ha empujado a sellos como Guerssen a licenciar algunas de estas joyas, como el caso del único LP de Kristyl, que el sello leridano reedita por primera vez de manera oficial. Esta banda de Kentucky editó en 1975 el disco que nos ocupa, una pieza maestra de la psicodelia ácida y hard norteamericana más tardía. Durante años, ha fascinado a los aficionados al género por las aparentes contradicciones del grupo. Por una parte, las canciones compuestas por los guitarristas Sonny De Vore y Bob Terrell estaban cargadas de influencias cristianas y mensajes antidroga pero en la contraportada se puede ver al batería Bruce Whiteside con una camiseta que hace apología del consumo de marihuana. En las notas que acompañan al disco se explica que De Vore y Terrell fueron criados en ambientes religiosos y esa educación la transmitieron a las letras del grupo pero el resto de la banda no comulgaba con ellas por lo que, según los testimonios de alguno de sus miembros, convertía a Kristyl, en una auténtica banda de rock. Pero lo que convierte el LP de Kristyl en un valor musical de primer nivel es la guitarra solista de De Vore. Armado con un pedal wah-wah, el guitarrista supo dar cuerpo y fluidez a las siete canciones de este álbum, escogidas entre un centenar de temas del repertorio de la banda. Kristyl es un estimulante ejemplo de libertad sonora que no decepcionará a los amantes de los sonidos de los sesenta y los setenta y que puede ser una buena vía de entrada a estos sonidos para quien todavía no se haya atrevido a escucharlos.
ÀLEX ORÓ.
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VV.AA.
“Psicotrónica 1 y 2”
HUNDERGRUM RECORDS
¿Qué pueden tener en común la música militar, Ignacio F. Iquino y Los Negativos? Fácil, si posees las dos entregas de “Psicotrónica”: que la compañía de discos que acogió a Los Negativos diez años antes había editado un EP privado y atribuido a Enrique Escobar –director de una orquesta militar– con la banda sonora de “Chicas de Alquiler”, Nadiuska y Máximo Valverde en sazón. Y esta es la primera virtud de esta colección, iluminar las catacumbas de nuestro pasado musical. Algo que en cualquier país europeo se observa como necesario y normal, pero que aquí ha de ser asumido por devotos y entregados fans, que indudablemente consiguen discos más emocionantes que cualquier compañía al uso.
Sí, cuando uno coloca la aguja en cualquiera de las cuatro caras de este par de vinilos, percibe que hay un inmenso trabajo arqueológico, masters desaparecidos, discos de los que sólo se conservan tres ejemplares, ediciones que ni se publicaron, promociones de hoteles de la Costa del Sol que están a años luz del sonido folk ligero que ha pasado a la historia oficial y superficial de esos años.
Pero la pregunta asalta, ¿qué música es la que recogen? Y la respuesta habría de ser tan amplia que daría para una novela corta. Marco temporal: muy últimos sesenta y primera mitad de los setenta. Marco estético: pues depende, cada cara está establecida como un pequeño monográfico de –segunda virtud– temas enormes y fundamentalmente instrumentales. Esencialmente música de librería, aquella que estaba destinada a sincronizaciones, documentales, publicidad.
Vamos por partes. Les escojo una canción de cada estilo. Hay sonido Costa Fleming, esa zona de alterne en Madrid con pretendidas ínfulas y un sonido tan plástico y bailable como el de ‘Montecarlo Beach’ del recurrente argentino Adolfo Waitzman para una banda sonora desconocida de Luis Aguilé, una manta de percusión, arrojo funky y psicodelía. Hay dabadabadá, esas texturas de sky rojo, voces susurrantes y difuminados flou. La canción es ‘Trepa que te trepa’ de Nena Catherine, pareja entonces de Tony Martínez, de los Bravos, trompetas celestiales y al mismo nivel que la Jeanette que tanto se elogia hoy en día.
Seguimos. Un escondido Rafael Ferro con “Ferro y gato” maneja la parte que se dedica a los temas de aire cinematográfico. Acabamos. Chalton Flyes –seudónimo del catalán Jaume Cristau, que se dedicaba a las grabaciones de sardanas– es una perfecta encarnación de las boîtes de extrarradio segundos antes de que llegara la disco-music.
Son cuatro ejemplos, pero seríamos miserables si no dedicáramos un párrafo más a mencionar bandas sonoras de la Marisol adulta, a las guitarras galácticas –Greg Segura, éste da para una novela río–, a la esencia de Henry Mancini en ‘Amb aquells ulls tan blaus”, a la sala de fiestas Scala que aporta una buena dosis de descargas. No son discos para multitudes, de acuerdo, pero quien quiera entender qué se cocía en esos setenta anteriores al punk, quien sea afín a sonidos de los sesenta, quien necesite vitamina y quien simplemente curiosee canciones puede acudir a myspace.com/psicotronica68. Ahí está el legado.
CÉSAR PRIETO.
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VV.AA.
“South Africa”
PUTUMAYO / KARONTE
Que el primer Mundial de fútbol celebrado en suelo africano iba a resultar de lo más atípico, ya era algo que se veía venir. Ojalá haya servido también para despertar el apetito hacia uno de los microcosmos musicales más activos e interesantes del planeta. Putumayo se ha puesto a ello y recopila aquí algunas cosas que abogan por la variedad y riqueza de su panorama. Y para el neófito, primera sorpresa: no todo son vigorosos coros masculinos de la etnia zulú. Entre tanto grupo negro también se cuela todo un bardo blanco a la centroeuropea como Johannes Kerkorrel, otro de los muchos blancos surafricanos comprometido con el antirracismo en los duros años del Apartheid y cantando significativamente, además, en afrikaner. O esa mezcla de Nick Drake y Richard Thompson por la que carrila otro blanco, Nibs Van Der Spuy. Aunque por lo general, la sucesión de nombres aquí presentados (algunos tan veteranos como la siempre maravillosa Miriam Makeba, los muy bailables Soul Brothers o el maravilloso saxofonista Steve Dyer) presenta esa mezcla de gospel y música rural ancestral que responde por “mbaqanga”, queda claro por la presente que sus grupos y artistas se han preocupado por sonar cada vez más contemporáneos e internacionales. Actualízate: no te quedes en el “Biko” de Peter Gabriel o el “Graceland” de Paul Simon y pega el salto.
GERNOT DUDDA.
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