Vic Chesnutt
«The Ghetto Bells»
2 x 10” VINYL, NEW WEST, 2005
VALOR: 70 Euros.
Una sección de VICENTE FABUEL.
Tropiezo con una completa y trabajada página web y sorprende la inclusión de un curioso apartado musical repasando su presencia en el mundo del rock. De oídas o en primera persona, Curtis Mayfield, Randy Newman, Devo, Nick Lowe, The Who, Otis Spann, The Ramones, Ian Dury, Jimi Hendrix, Tom Waits, Doc Pomus o Teddy Pendergrass han cantado su visión del atroz asunto. Entre varios ejemplos más procedentes de las escenas country, blues o punk, por allí también desfila el último mártir de la causa, el cantautor norteamericano Vic Chesnutt (1964-2009), parapléjico tras accidente automovilístico desde los 18 años y muerto en las pasadas navidades en la ciudad de Athens (Georgia) tras dos décadas de carrera y una docena de sangrantes, tiernos e irónicos discos que no pudieron apuntalar una trayectoria que nunca dejó de destilar una tensión vital jamás resuelta. A la brava lo zanjó un día de Navidad.
Como los mercados bursátiles de la Bolsa, siempre tan sensibles ellos a cualquier alteración del status quo económico, no hay nada como una buena muerte para que la cotización de un artista suba los enteros que en vida jamás soñó alcanzar. Apenas valorado musicalmente por unos cuantos puñados de seguidores, aunque algunos de ellos tan célebres como Madonna, Patti Smith o Michael Stipe (que pasa por ser su descubridor oficial produciéndole además un par de álbumes, y que le orquestaría el disco tributo “Sweet Relief II: Gravity of the Situation”, 1996 ), algunos compungidos fans habrán chocado recientemente con la dificultad de acceder a sus viejos vinilos comprobando en sus bolsillos la sorprendente cotización que mostraban. Por ejemplo esta edición en formato doble de 10 pulgadas de “The Ghetto Bells”, su disco del 2005. Aunque no totalmente nuevo en su concepción de disco conceptual (Chesnutt ya había intentado cosas similares con los discos “The Salesmen and Bernardette”, 1998, o “Silver Lake”, 2003), para esta ocasión el músico contó con la participación de un estelar equipo musical bastante alejado del standard de su discografía, desde luego una asociación mas por sintonía con el artista que por presupuesto del modesto sello que lo respaldaba, músicos notables como el inclasificable guitarrista Bill Frisell, el percusionista Don Heffington (entre sus muchos trabajos se señala el realizado junto a Bob Dylan), o la guinda final de conseguir el concurso de los míticos teclados y acordeón del gran Van Dyke Parks.
Probablemente un hermoso encuentro casual y poco que ver con intentos floridos de aderezar su sonido, siempre veraz, irónico y nada bronco, con esa acústica folk-blues que más que tocar, rascaba, ni este disco de Chesnutt (con ese encanto de ‘What do you mean’ capaz de removerte), ni el disco homenaje comentado a mitad camino entre el medio que le era propio y el «mainstream» de varios de sus participantes, ni por supuesto, la participación de Jonathan Richman en su último disco y la consiguiente gira común, lograron aumentar su escasa visibilidad.
Termino, ya se ha comentado, Vic Chesnutt tiró por la calle de en medio estas pasadas Navidades, ajeno a esa recién aprobada reforma sanitaria del Senado norteamericano y a la que, quizás, se hubiese podido agarrar, de modo que sus escasos y mal vendidos vinilos, siempre de acuerdo con el incontestable signo de los tiempos, parece que van a desaparecer de los cajones de saldos. Visite el «outlet», aún es posible que quede alguno libre.
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