«Dejan claro desde el inicio del disco que el grupo ha crecido, que la ingenuidad se ha disipado y que su narrativa pop entre lo cotidiano y lo surrealista ha sido enriquecida por una nostalgia bien entendida y digerida»
Tachenko
«Os reís porque sois jóvenes»
LIMBOSTARR
El nuevo disco de Tachenko supone un paso de gigante respecto a anteriores entregas. Siguen jugando con sus clásicas melodías, con su luminoso deje pop, pero en esta ocasión cuentan con una profundidad inédita en sus anteriores obras. A nivel instrumental suenan más conjuntados que nunca, pero lo más destacable es el novedoso poso melancólico que, sin llegar a resultar triste, dota a cada una de sus nuevas canciones de un sano dramatismo que encaja a la perfección con su radiante e inteligente propuesta.
Esos dramáticos dibujos de guitarra de la inicial ‘Compañeros del metal’ o el riff inicial de ‘El respland’Or’ son una muestra poco arbitraria de lo hondo de unos Tachenko que se muestran enérgicos aunque reflexivos. Hablamos de los dos primeros temas y no es baladí, pues dejan claro desde el inicio del disco que el grupo ha crecido, que la ingenuidad se ha disipado y que su narrativa pop entre lo cotidiano y lo surrealista ha sido enriquecida por una nostalgia bien entendida y digerida.
Los seguidores de la banda disfrutarán de «Os reís porque sois jóvenes», pero los que en su día rechazaron a los zaragozanos tienen una muy buena oportunidad para llegar a un grupo que ha grabado su primera gran obra. Sí, nunca han sido una formación floja, pero esta vez han cuajado un disco imprescindible. Algunos no lo hacen en su vida y otros lo hacen justo a tiempo, como Tachenko.
JUANJO ORDÁS.
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Willie Nelson
«American Classic»
BLUE NOTE/EMI
En 1978, en plena fiebre outlaw, Willie Nelson sorprendió a propios y extraños con el lanzamiento de un disco con el que dejaba a un lado su corazón country sin desprenderse por ello de su espíritu más americano. Se trataba de una colección de temas populares producida por Booker T. Jones y bajo el título «Stardust». Fiel a los originales, Nelson ofreció unas lecturas muy interesantes de piezas como ‘Georgia on My Mind’, ‘All of Me’ o ‘Moonlight in Vermont’, combinando sus raíces country con arreglos de jazz, blues y algo de pop. En 1982 intentó repetir la jugada con material más contemporáneo en ‘Always on My Mind’, y al año siguiente volvió a bases más jazzísticas con el irregular ‘Without a Song’.
No obstante, ha sido treinta y un años después de aquel «Stardust» cuando Willie Nelson se ha propuesto realmente en serio recuperar ese toque especial con algunos patrios incunables. Así es como nació «American Classic», producido por Tommy LiPuma y con las colaboraciones de Diana Krall y Norah Jones.
‘Fly Me To The Moon’, ‘Come Rain Or Come Shine’, ‘Because Of You’, ‘Baby It’s Cold Outside’ (con la Jones), ‘Angel Eyes’ o ‘On The Street Where You Live’ son algunas de las piezas seleccionadas para dar cuerpo a este álbum de factura impecable y audición más que deliciosa, nada que ver con el típico producto de versiones con mucho nombre y poca alma, como los perpetrados por Rod Stewart. Acompañado por su banda habitual, y con Johnny Mandel en los arreglos de cuerdas, Willie Nelson ha dado forma a un nuevo disco entrañable y rebosante de sentimiento. El inequívoco toque de su guitarra, tan reconocible como su voz nasal, es la guía de todo este trabajo, una nueva muestra en el cinto de este grande de la música más allá de las etiquetas.
JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
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Retribution Gospel Choir
«2»
SUB POP/POP STOCK!
Retribution Gospel Choir es algo más que la banda en la que Alan Sparhawk desata la furia rock que contiene (o vehicula de modo distinto) en Low. Nacido inicialmente como un proyecto limitado al directo, a medias con Mark Kozelek (Red House Painters), el grupo demuestra con su segundo LP (ya sin Kozelek) que es una realidad sólida, y que Sparhawk no afirma en las entrevistas que le gustan Alice In Chains o Stone Temple Pilots por llamar la atención, sino porque le interesa el grunge como canal expresivo de un rock fiero, granítico y con unos cimientos que comparte sin disimulo: «2» es un poderoso tratado de rock contemporáneo en estado puro, con Neil Young o Led Zeppelin (un título como «‘68 comeback» no puede ser más explícito) como modelos de referencia, pero sin intención revivalista alguna. Lejos de recrearse en los clichés, el trío (que completan Eric Pollard y Steve Garrington) va un paso más allá y los reinventa para el siglo XXI. Glorioso.
EDUARDO GUILLOT.
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Varios
«Keb Darge & Paul Weller Present Lost & Found Real R’N’B & Soul»
BBE
Keb Darge es uno de los más reputados DJs de música negra de Gran Bretaña (incluso ha pinchado con cierta frecuencia en la sala Apolo de Barcelona) y Paul Weller es… ya lo saben los lectores de EFE EME, «Genio Divino» del pop británico y un gran coleccionista de discos de soul. Darge fue requerido por la discográfica BBE para recopilar viejas y oscuras grabaciones de música de baile. El único requisito impuesto por el sello fue que el proyecto debía contar con la colaboración de «alguien famoso». Darge lo tuvo claro: el «modftaher» era «famoso», conocía el percal y tenía una buena relación con él desde que se conocieron en la fiesta de aniversario del novio de la hermana de Weller, en la que fueron requeridos los servicios del DJ. En ese evento, congeniaron desde el primer pis. Sí, han leído bien: pis o meada, como prefieran. Según explica Darge, el local era tan pequeño que habilitaron un orinal cerca de los platos para que el pinchadiscos se aliviara. Un amante del bebercio como Weller no dejó pasar la ocasión de orinar en el lugar más cercano posible, se fue hasta el orinal y allí entabló contacto con Darge. Así nació la relación que ha hecho posible este disco.
Después de esta anécdota típicamente británica (pero sin la que no se puede entender la génesis de este disco), vamos a lo importante, a la música. «Lost and Found», contiene 25 temas de los años cincuenta y los sesenta que provocan la curiosidad inmediata del aficionado por conocer al o los intérpretes y saltar a la pista de baile. Tal y como indica el título podemos encontrar piezas de primitivo rock negro, R&B, soul a secas y northern soul. En la docena de canciones escogidas por Darge destacan la aguerrida y rockera ‘They call me big Mama’, de Big Mama Thornton o los revienta pistas ‘(Countdown) Here I come’, de The Tempos y ‘We got to keep on’, de The Casanova Two. Nombres como The Brothers of Soul, Velma Cross & her High Steppers o The Cadets completan el elenco de oscuros y olvidados artistas de color de esta primera parte del disco. Weller, en cambio, ha optado por artistas más conocidos como Tammi Terrell, The Dells, The Radiants, Albert King o Slim Harpo. Pero si Darge apostaba por el proto-rock, el R&B y el soul de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, el modfather ha focalizado más su elección hacia el soul, con algunas concesiones al R&B como ‘I got love if you want it’, del ya mencionado Slim Harpo. Weller ha escogido temas de todos los palos souleros: hay medios tiempos, canciones a lo Motown o Stax y también nothern soul.
La fórmula de que uno o varios expertos escojan un «track list» no es nueva pero en esta ocasión funciona realmente bien. Estamos ante uno de esos discos que funcionan solos, en los que no hay ni un tema de paja y de los que te convierten en un poquito más sabio después de escucharlo.
ÀLEX ORÓ.
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Fugitivos
«Tic-Tac»
PSM MUSIC
Asalta la sorpresa. En las páginas especializadas en décadas anteriores se coloca en la primera posición de grupos que retornan –por ellos mismas o por votación de los lectores– a Fugitivos y a su disco. Con la cantidad de regresos de 2009 tenía que ser algo grande este «Tic-Tac», pensé. Y lo es. Pasemos a la historia. No sé si ustedes recordarán a Lem?, un grupo barcelonés de principios de los 80. Editaron un magnifico LP lleno de electrónica, referencias literarias y actitud moderna. El basar canciones en Oscar Wilde y al mismo tiempo aludir a algo tan nuevo –e indefinido e incomprensible– entonces como la informática en ese ‘Ordenador Hembra’ que recuperan, define que fueron un grupo cultureta y de pose, pero a la vez con criterio y estilo. Olvidados, sí, pero grandes, con un sonido rancio ahora, pero pleno de sugerencias.
En eso estaba César Doménech, que al deshacerse el grupo forma Fugitivos, atentos al rock más clásico, y con ellos ocupa la segunda mitad de los 80. Y esto, simplemente, es lo que han vuelto a hacer: rockanrolear como en la canción que abre el disco y mete la directa desde el primer segundo. O como en el nervio de la que da título al LP o ‘Por esas calles’, con unas guitarras consistentes, sin otra meta que su propia fuerza, capaces de levantar cualquier ánimo. Pero este rock bailable y frenético define al grupo tanto como su otra cara, un par de baladas preciosistas y cercanas al ahogo sentimental, ‘A tientas’ –quítenle todo lo innecesario y les queda un bolero de Los Panchos– y ‘Las palabras que dije’ con esa voz que va apoyándose en los instrumentos para crecerse.
Atemporales, sí, pero con guiños, miradas y repescas de los 80. Inevitables, creo. No sólo en la canción de Lem? que recuperan, sino también en esa frialdad decadente de ‘Mis dudas’, en la versión de Manolo García, en la chulería al cantar –recuerden Loquillo, Urrutia o Casañ cuando busquen referentes–, la manera de recitar la medodía de Auserón en ‘Sabes que…’. Sólo falta que el público atento, y presumo que numeroso, lo conozca.
Y, fuera de reseña, saco la guinda. Un ‘La primera vegada’, excepcional, recogiendo sensaciones táctiles del contenedor, llena de nostalgia oxigenante, un punto menos que ‘Las cuatro y diez’ o que ‘Mis amigos dónde estarán’. ‘Tenies dinou anys, en feia molt de fred’. Es no decir nada y decirlo todo.
CÉSAR PRIETO.
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Varios
«Afrodisia Club»
VAMPISOUL
Hace una década, mucho antes de que la Winehouse refrendara el retorno del soul a las listas de éxitos, varios divulgadores pergeñaban el andamiaje necesario para asentar un circuito de música negra en España. Publicaciones como «Enlace Funk» y etiquetas como Vampisoul o Funkorama contribuyen a la propagación del groove afroamericano. Pero la proliferación de esta cultura resultaría estéril sin una oferta sólida de clubes especializados.
En los albores del siglo XXI, los DJs PPGU Falconetti (también bajista de Eskorzo) y Sr. Lobezno abrían el Afrodisia en Granada. ¿Sus premisas? Resolver la ecuación perfecta de nocturnidad, hedonismo, meneo y goce melómano. Eso sí, estableciendo filtros de calidad. Con la negritud por bandera, su cabina es hoy una de las más solicitadas por los capos de los sellos más señeros de Europa. Allí ponen a prueba sus siete pulgadas figuras como Henry Storch (Unique), Gerarld Short (Jazzman Records), Ekkhart Fleishhammer (Sonorama) o Graham B (Freestyle). A su vez, autoridades nacionales en materia de funk o afrobeat, tipo Carlo Coupé o Dj Floro.
Tras la exitosa experiencia con los dos volúmenes de «Groovadelia», Falconetti y Lobezno presentan trece canciones fieles a la esencia del Afrodisia. Es más, la escucha del tirón resulta lo más parecido a una sesión cualquiera en el local granadino. Baile y frenesí de alto octanaje. Los selectores incorporan nombres cardinales en la materia. Y basculan entre sonidos de última generación –el deepfunk enérgico de New Mastersounds, Diplomats of Solid Sounds o Soulful Torino Orchestra–, pasando por el soul clásico –JC Brooks & The Uptown Sound–, la latinidad contagiosa –Brother Soul, Willie Bobo– y versiones ratoneras –Boogalox contaminan de pulsión rítmica el ‘Chez le ye-yé’ de Gainsbourg, mientras The Hi-Fly Orchestra juega con el indendiario ‘Crosstown traffic’ de Jimi Hendrix–. Diez años después, el Afrodisia tiene un hermano pequeño en forma de sala de conciertos, el Boogaclub. Y ahora celebra la primera entrega de una saga de compilaciones que prometen continuidad
EDUARDO TÉBAR.
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The Unthanks
«Here’s the tender coming»
RABBLE ROUSER
Rachel Unthank grabó «Cruel sister», su debut con el grupo femenino The Winterset, en 2006. Al año siguiente llegaba «The bairns». Ambos la situaron a la cabeza de la escena folk inglesa, hasta el punto de obtener una nominación en los populares premios Mercury. Su tercer disco llega firmado con The Unthanks, y presenta cambios: la formación se ha modificado (ahora, dos componentes son hombres) y, como consecuencia, el piano ha perdido protagonismo. Sin embargo, su habilidad para revisitar el cancionero tradicional permanece intacta. De hecho, «Here’s the tender coming» ha sido escogido por algunas publicaciones internacionales como el mejor disco folk de 2009, aunque escuchando los fabulosos arreglos de cuerda de algunos temas no resulta descabellado situar al quinteto en el territorio del pop de cámara.
Su otra gran baza son las angelicales voces de sus dos cantantes, la propia Rachel y Becky Unthank, poseedoras de una singular cualidad mística y vulnerable. Un disco tierno y exquisito, inexistente para pináculos de la modernidad como Pitchfork, pero que toca el corazón y engrandece el espíritu.
EDUARDO GUILLOT.
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Rob Zombie
«Hellbilly deluxe 2»
ROADRUNNER RECORDS
La evolución musical de Rob Zombie ha sido lenta aunque firme. No hay más que comparar este «Hellbilly deluxe 2» con su homónima primera parte de 1998 para percibir que las coordenadas en las que se mueve actualmente Zombie no son exactamente las mismas con las que inició su andadura en solitario tras disolver White Zombie, su banda de toda la vida.
Más de diez años separan ambas partes y las diferencias son notables. En su día, tras el éxito de «Hellbilly deluxe» y con un segundo disco bajo el brazo (el simplemente correcto «The sinister urge»), el americano corrió el peligro de saturar su fórmula y quedarse estancado en los clichés que hacían de él la versión actualizada del shock rock de Alice Cooper o del espectáculo circense de Kiss. La respuesta fue un soso «Educated horses», un tercer trabajo en el que Zombie trató de apartarse del contenido industrial de sus canciones para hacer un rock más orgánico. Y aburrió.
Pero «Hellbilly deluxe 2» vuelve a poner las cosas en su sitio, situándose como el mejor disco que este hombre haya grabado jamás en solitario (aunque eso sí, incomparable a aquel «Astrocreep 2000» que registrara en su día junto a White Zombie). El equilibrio entre el rock más orgánico y los componentes industriales típicos es perfecto, sonando crudo, pero con cantidad de matices, familiar pero nuevo. El universo de ciencia ficción de tan especial creador estalla musicalmente para acompañar a historias sobre mujeres lobo de las SS, vampiras, marcianos secuestradores y psicópatas. Ahí están canciones formidables que juegan con nuevas estructuras (‘Jesus Frankenstein’), ritmos marciales industriales (‘Mars needs women’), arquetípicos y jugosos trallazos rockeros (‘What?’) y bonitas sorpresas como el setentero solo de batería incluido en ‘The man who laughs’. Todo con la nasal voz de Zombie como maestra de terroríficas ceremonias. Además, un lujoso libreto.
JUANJO ORDÁS.
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Los Pedales
«Nuevo mundo»
CLARAS INTENCIONES
Por suerte, existen músicos que dan un paso atrás antes de mirar hacia adelante. A ese clan pertenecen los hermanos Rodolfo y Gustavo Muñoz. Jovencísimos, pero con los deberes hechos antes de grabar su primer cancionero. Lo mejor que se puede decir de este decálogo, en los tiempos que corren, es que envejecerá bien. Los avileses se salvarán de la caducidad inminente en la que desembocan un alto porcentaje de las producciones modernas.
¿Por qué? Sencillo: ellos podan referencias actuales, escamondan corrientes efímeras y se agarran a los clásicos. Más o menos como Quique González o Lovely Luna –más afines a estos últimos, por aquello de la dupla–, a cuyos seguidores agradará «Nuevo mundo». Folk-rock atemporal, acústico y sembrado de recursos de alta escuela. Desde el afán cuentacuentos de las letras hasta el cuidado extremo en los arreglos. Atinan en el tratamiento de guitarras, laudes, percusiones y en el lustre del Hammond –interviene el ubicuo Julián Maeso–. Es más, recrean con sencillez la resina y el sonido añejo del primer Donovan o el Dylan de «John Wesley Harding». Virtud infrecuente en la era digital. ¿Motivos para darle a Los Pedales? La elegante luminosidad de ‘Te gusta gustar’ o la ocre y medievalista ‘Desorden’.
EDUARDO TÉBAR.
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