Serge Gainsbourg
«Histoire de Melody Nelson»
PHILLIPS, 1971
Una sección de LUIS LAPUENTE.
Dijo Pedro Calleja en un fantástico estudio sobre Serge Gainsbourg publicado hace años en EFE EME que “éste es un álbum conceptual que marca un giro radical en la evolución musical de Gainsbourg. Pensado como una especie de poema con banda sonora incorporada, narra el encuentro entre un cuarentón de vuelta de todo y una Lolita traviesa. Después de pasar una noche de amor en un hotelito particular, la chica muere en un accidente de aviación y el tío se queda colgado para siempre”. La clase de historia edificante que uno espera del mayor iconoclasta que jamás haya parido la canción francesa, con permiso de Boris Vian: una parábola sobre el amor y la muerte desde el filo, desde la pulsión autodestructiva, desde el culto al sexo como única vía de escape y desde el más radical inconformismo con las convenciones morales.
Gainsbourg escribió «Histoire de Melody Nelson» en estado de efervescencia pasional con quien sería el gran amor de su vida, Jane Birkin, y a ella dedicó implícitamente los versos más atormentados de enajenación sentimental: “Princesa de las tinieblas, arcángel maldito, / amazona moderna que el escultor, / en inglés bautizara Espíritu del Éxtasis”. Ella, y sólo ella, es la referencia constante de este disco magistral, favorito confeso, entre otros, de los integrantes del dúo Air, pequeña obra maestra del pop minimalista a lo Kevin Ayers, trufada de atmósferas desasosegantes y aullidos orgásmicos, guitarras percusivas y angustiosos fondos de cuerdas, y engalanada con unos arreglos extraordinarios de Jean Claude Vannier.
Un disco obligatorio, esencial para entender la extraña fascinación que aún provoca la obra de este maldito entre los malditos del pop del siglo XX: “Oh, mi Melody, / mi Melody Nelson, / gentil pequeña cabrona. / tú eres la condición / sine qua non / de mi cordura”.
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Anterior entrega de Lo Que Hay Que Tener: Captain Beefheart, “Trout mask replica”.