Una sección de ADRIAN VOGEL.
Estamos viviendo una edad de plata de las “jazz singers”. La de oro fue hace más de cincuenta años con figuras de la talla de Billie Holiday, Sarah Vaughan, Ella Fitzgerald o Lena Horne, quien cumplirá 92 años el próximo 30 de junio y vive retirada en su Nueva York natal. Bessie Smith reinó entre ambas guerras mundiales y fue un claro referente para todas ellas.
Las reinas del momento son Norah Jones, Madeleine Peyroux y Diana Krall, la punta de lanza por edad y trayectoria. Algunas cosas han cambiado, y no solamente en el obvio tema racial: las tres son instrumentistas. En la onda de una excepción de su época, Nina Simone. Y es especialmente la canadiense quien destaca en este aspecto. La Krall, casada con Elvis Costello, es una excelente pianista.
Diana Krall [en la foto], nacida en 1964 en Nanaimo, en la isla de Vancouver –en la costa oeste canadiense– estuvo la semana pasada en Madrid promocionando su último álbum Quiet nights. Es su tributo a la bossa nova brasileña –una de las pocas músicas que modificaron el jazz– sin olvidarse de sus compositores preferidos como Burt Bacharach o Rodgers/Hart. Lo cual es un vínculo con una tradición jazzera: la reinterpretación de “standards”. Y el que este disco se encuentre entre los más vendidos de España es como lo de la botella. ¿Está medio llena o medio vacía? ¿Tanto han caído las ventas para que una grabación de estas características se pueda colar en el TOP 5 de la lista de ventas? ¿Está ya el mercado discográfico definitivamente en manos de maduros y melómanos? Como yo mismo. Desde luego si es así, la caída en ventas seguirá siendo imparable: es ley de vida (por extinción). En cualquier caso la buena noticia es que su CD figure entre los más populares.
Tuve la oportunidad de asistir al recital que ofreció para TVE y que no tardará en emitirse. Éramos apenas un centenar los afortunados asistentes. Una joya. Si el año pasado, al aire libre en el patio del Conde Duque, ante más de dos mil personas supo recrear la intimidad y cercanía de un club de jazz, aquí ya lo tenía todo a favor de antemano. Aquella noche Seju Monzón ante mis elogios me decía “es exactamente lo mismo que me comentaba el líder de El Gran Combo de Puerto Rico: toca sencillo y llena el bolsillo.” La clave está en lo de “toca sencillo”, algo que puede parecer un contrasentido cuando nos referimos al jazz. Pero ahí es donde entra en juego la selección del repertorio. En su caso es impecable.
Es de justicia recordar a dos pioneras: Joni Mitchell y la desaparecida Laura Nyro. Se acercaron al jazz desde la canción (Mitchell) o viceversa (Nyro). Y seguro que sus caminos se debieron cruzar en Nueva York en algún momento.
El padre de la neoyorquina Laura Nyro era trompetista de jazz además de afinador de pianos. Su debut discográfico data de 1967. Y rechazó sustituir al gran Al Kooper en Blood, Sweat & Tears, la banda de jazz-rock que él había fundado. David Geffen era su manager y Jackson Browne su novio. “That Girl Can Sing” del primer disco de Browne está dedicado a la inolvidable Laura.
David Geffen y Jackson Browne debieron conocer a Joni Mitchell en Nueva York. Ciudad a la que llegó en 1967 desde su Fort Macleod natal, en el oeste canadiense, después de un periplo por Toronto y Detroit (con su entonces marido Chuck Mitchell). Pero fue David Crosby quien la animó a trasladarse a Los Ángeles, tras verla actuar en un club de Florida. Sus canciones ya habían sido grabadas por algunos de los principales de la boyante escena folk del Village neoyorquino (Judy Collins, Tom Rush, Buffy St. Marie o Peter, Paul & Mary). Crosby la consiguió su primer contrato discográfico (Reprise) y editaría su primer disco en 1968. Posteriormente ficharía por Asylum, el sello que fundaron David Geffen y su entonces socio Elliot Roberts para grabar a Jackson Browne (no conseguían que nadie lo fichase). Los Eagles, Linda Rondstadt y Bob Dylan también formarían parte del elenco. Posteriormente se mudó a Geffen Records, cuando Warner Bros. absorbió Asylum, y es cuando la conocí. Era 1983 y para apoyar Wild Things Run Fast, su estreno con Geffen, se organizó una gira por Europa, Japón y Australia (en algunos lugares coordinamos exposiciones de su obra pictórica en galerías de arte).
Y me centro en la figura de Joni Mitchell, porque su carrera ha sido más fructífera. La Nyro falleció en 1997, pero su ultima colección de canciones nuevas son de 1993, producidas por Gary Katz (Steely Dan).
Court and Spark de 1974 fue la primera incursión discográfica de Mitchell en el jazz. Su banda de acompañamiento para los directos fueron los L.A. Express, el grupo del saxofonista Tom Scott. La formación original estaba formada por Max Bennett (bajo), John Guerin (batería), Larry Carlton (guitarra) y Joe Sample (teclados). Otro habitual de sus actuaciones era Wayne Shorter (Miles Davis, Weather Report, etc.). También colaboraron con ella Jaco Pastorius y Herbie Hancock. Este último recibiría en 2008 el Grammy al álbum del año 2007 por River, The Joni Letters, su tributo a la figura y las composiciones de Joni Mitchell. Pero aún hay más. Un genio, un grande como Charles Mingus la llamó para grabar juntos, impresionado por sus composiciones y estructuras musicales. Con las sesiones en marcha falleció y Mingus supuso su epitafio musical.
En esta relación de historias cruzadas entre personajes (Browne, Geffen), ciudades (Nueva York) o países (Canadá) relacionados con las jazzeras de nuestro relato, falta Larry Klein. Se casó con Joni Mitchell en 1982. Era su bajista. Y se convirtió en su “director musical” (productor discográfico). Después de 12 años de matrimonio se divorciaron. Y desde 2004 es el productor de Madeleine Peyroux. También produjo el River, The Joni Letters para Herbie Hancock.
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