DISCOS
“Una obra necesaria y transformadora que precipita, a corazón abierto, el choque de memoria y desmemoria”
Maria Arnal i Marcel Bagés
“45 cerebros y 1 corazón”
FINA ESTAMPA, 2017
Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.
Los latidos de las ideas son a prueba de balas. Eso descubrieron en 2010 en un monte de Burgos, donde al remover la tierra herida de una fosa común, mientras resonaban las palabras que Miguel Hernández escribió a su mujer: “Y al fin, en un océano de irremediables huesos, tu corazón y el mío naufragarán”, encontraron 45 cerebros (dos de ellos con los proyectiles con los que fueron asesinados) y un corazón, “conservados como si fueran de faraón”. En aquella zanja silenciada aún 80 años después, donde dispararon a la cabeza a más de 130 jóvenes de izquierda, reflotaron ese día vientos de esperanza.
De esa sombría historia real, nace la voz y música de “45 cerebros y 1 corazón”, disco cuya portada esconde su título y que solo aparece cuando rascamos la misma, como la memoria histórica enterrada que reivindica e ilumina a lo largo de los surcos. La esencia vital y sanadora libertad que confluyen en este primer largo de Maria Arnal i Marcel Bagés, es el resultado minimalista y personal de la fusión del folclore y la modernidad, a base de guitarras eléctricas, electrónica y cante tradicional. Aires que ya respiramos en su tercer y último epé “Verbena” (2016), con el que seguían recuperando las músicas de tradición oral de la Península y del que rescatan ahora la sobrecogedora e imprescindible ‘A la vida’, pieza clave del huracán pasional que nos espera.
“¡Silencio! Encontraron donde siempre supieron que estaban… Aquí sin mito ni rito, abandonados al tiempo arropados por el lodo cerca de alguna urbanización…”. Tabú como lacra, silencio sin cicatrizar que por fin susurra, habla, grita y sangra en la voz de una Maria Arnal que nos cala hasta los huesos, arrancando las malas hierbas de la desmemoria y la vergüenza cobarde, sembrando justicia, belleza y dignidad, tanto a los vencidos y castigados por la Guerra Civil, como a los azotados hoy en día por el Sistema Capitalista reinante. Eso buscan y eso encuentran Maria y Marcel, en castellano y catalán, con letras propias y ajenas, incorporando archivos digitalizados de fonotecas y rescatando grabaciones de campo. Modificar y enriquecer respetando las raíces, un fino hilo que une los cánticos populares de la Guerra, la canción protesta e Internet.
Nos atrapan desde el primer instante, con la ironía inicial de una atípica canción de amor neoliberal, ‘Canción total’ (versión de Las víctimas civiles), que nos eleva en una nebulosa pop costumbrista y refleja el materialismo en el que giramos, un mundo en el que la premisa clave remarca que, querer es adquirir: “Adquiéreme, adquiéreme, para que sólo tú me disfrutes…”.
La reivindicación social sopla en cada pista y llega con vientos de copla en ‘Bienes’: “Si es que el agua tiene dueño, quién manda sobre la luz, quién manda sobre este suelo, quién gana con nuestro cielo…”. Y en ‘La gent’, los cánticos espectrales del pueblo, se filtran en la voz de María y cicatrizan un presente fraguado por la incomunicación y el abuso de poder de los políticos, valiéndose de las afiladas frases del poeta catalán Joan Brossa, para recordarnos la fuerza que tenemos si nos unimos: “Amb una vaga general d’una setmana, n’hi hauria prou per ensorrar l’economia, paralitzar l’estat i demostrar que les lleis que imposen no són” (“Con una huelga general de una semana, bastaría para hundir la economía, paralizar el estado y demostrar que las leyes que imponen no son necesarias…”).
En la ‘Desmemoria’, pieza central planteada como una adivinanza (“Adivina, adivinanza, más vieja que la esperanza, más común que la achicoria… Ella es la desmemoria”), profundizan sobre ese silencio epidémico que se extiende sobre generaciones, el miedo de nuestros mayores a expresar su opinión personal públicamente sobre episodios trágicos de nuestra historia familiar y colectiva.
‘Tú que vienes a rondarme’ “amárrate a mí”, y eso hacemos. Nos amarramos con jazmines a Maria que, con “magia negra entre las manos y mil caballos desbocados que corren con el morro en llamas”, nos eleva a “fuentes de estrellas antiguas” en las que ardemos junto a sus cuerdas vocales y “todas las voces del universo”. Esta jota galáctica es una obra maestra. Marcel teje una tela de araña sónica de la que es imposible querer escapar, la única posibilidad es girar y girar en “la periferia brillante de su infinita galaxia mediana”.
Arte mayúsculo, libre e irremediablemente político, que funde su discurso en fondo y forma, conectando con movimientos artísticos que buscan hacer comunidad y remover, senda que los une y hermana con artistas como El niño de Elche o colectivos como Compartir Dona Gustet (instalado en Barcelona, con el objetivo de investigar y promover los puntos de semejanza entre la tradición oral y las nuevas posibilidades que han abierto la red y las licencias libres a través de la cultura). Enraizado en lo público y lo común, cuestionando el statu quo y apostando por la idea de tradición y remezcla.
Otras influencias de “45 cerebros y 1 corazón” van de Lewis Carrol y la palpitante frase “Que pobre es aquella memoria que sólo funciona hacia atrás”, al documental “La nostalgia de la luz” de Patricio Guzmán, pasando por el imaginario de “Prometea”, comic de Alan Moore. A nivel musical sobrevuela el contenido histórico y expresivo de Kate Tempest, el poder transformador de Arca, los riffs de Stromae y el quejío eléctrico del “Granada” (2014) de Silvia Pérez Cruz y Raül Fernández.
Y así pasamos de la tradición con piel de habanera y blues en ‘Ball del vetllatori’ (relato del velatorio de un niño que corta la respiración), al renacer en ese “rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida” de ‘A la vida’, pasando por la tensión sexual que se desborda en ‘Mai he desitjat un cos com el teu’, poema de Vicent Andrés Estellés.
Una obra necesaria y transformadora que precipita, a corazón abierto, el choque de memoria y desmemoria, para que de una vez por todas, llueva y salgan flores en el desierto del pasado que no nos deja avanzar.
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Anterior crítica de discos: “Electric trim”, de Lee Ranaldo.