«Es curioso observar que las principales razones de la ruptura de Simon & Garfunkel fueron también las claves de su éxito. Los dos amigos tenían gustos musicales y estilísticos opuestos en muchos sentidos, pero su pasión por la música los hizo llegar a un acuerdo tácito, un punto medio de entendimiento que dio como resultado el ‘sonido Simon & Garfunkel»
A los cuarenta años de su grabación, Javier Márquez analiza el que fue el último disco de Simon & Garfunkel, Bridge over troubled water, reconstruyendo la historia de su creación. Una obra exquisita que se vio envuelta en el torbellino interno en el que estaba sumido el dúo.
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
El 18 de julio de 1970 Simon & Garfunkel subieron al escenario montado en el Forest Hills Tennis Stadium para dar un concierto. Aquel era un lugar especial, en aquel mismo distrito del neoyorquino barrio de Queens Paul y Art entablaron amistad muchos años atrás. Allí crecieron juntos y allí soñaron con triunfar en el mundo de la música siguiendo los pasos de los Everly Brothers. Algunos años después lo habían logrado. Su último disco, «Bridge over troubled water», que acababa de salir a la venta en febrero de aquel año, había sido su trabajo más ambicioso, el más popular, el más alabado, con cifras de ventas históricas, y en breve, con una cosecha de premios igualmente memorable.
Ambos salieron a escena como dos jóvenes más de aquel barrio humilde –estaban a punto de cumplir 29 años–, con tejanos, camisetas y pelo largo. Abrieron con ‘The boxer’, como en cada recital de la gira, siguieron con un repaso a temas de su corta pero intensa carrera (cinco discos en seis años), desde ‘I am a rock’ a ‘Mrs. Robinson’ pasando por ‘The sounds of silence’ y ‘Frank Lloyd Wright’, y se despidieron con ‘Old friends’. Tal vez alguno de los dos sintiera una extraña sensación de hipocresía al cantar en ese cierre que serían buenos amigos cuando fueran viejos. En aquel momento su relación se mantenía únicamente por obligación contractual. Concluido aquel concierto, Paul Simon y Art Garfunkel estrecharon sus manos antes de dejar el escenario y cada cual se fue por su lado.
Tan sólo tres meses antes, el 10 de abril, los Beatles habían hecho pública su ruptura en un comunicado de prensa, por lo que puede afirmarse que 1970 no fue un año especialmente bueno para los mitómanos; por no hablar de las muertes de Jimi Hendrix y Janis Joplin. Sin embargo, en el caso del dúo, la separación resultaba aún más amarga porque llegaba justo cuando alcanzaban la cumbre. Entre 1967 y 1968 se habían convertido en una de las voces favoritas de los universitarios, y el éxito de la película «El graduado» había terminado de auparlos. En 1968, su anterior álbum, «Bookends», había cosechado unas críticas fantásticas. Y entonces, tras «Bridge over troubled water», llegó la noticia. La CBS se tiraba de los pelos al saber que sus chicos de oro, que habían llegado a desbancar a los propios Beatles de las listas de éxito, no grabarían un nuevo disco. Paul Simon, por su parte, autor de todas las canciones, confesaría años después que se sintió muy aliviado al no verse en la obligación de escribir un álbum que tuviese que aguantar la comparación con «Bridge over troubled water».
Es curioso observar que las principales razones de la ruptura de Simon & Garfunkel fueron también las claves del éxito del dúo. Los dos amigos tenían gustos musicales y estilísticos opuestos en muchos sentidos, pero su pasión por la música los hizo llegar a un acuerdo tácito, un punto medio de entendimiento que dio como resultado ese peculiar “sonido Simon & Garfunkel”, en el que también jugó un papel crucial el ingeniero de sonido y productor Roy Halee.
Garfunkel era el extrovertido, el ligón, con su sonrisa y sus rizos dorados, su voz ampulosa y su gusto musical clásico que aplicaba a los arreglos de las canciones folk, pop y rock del dúo. Simon era el introvertido, de mirada esquiva, con una voz menos llamativa pero mucho más versátil. Él era el compositor y la voz principal, pero las chicas se las llevaba Art. Al contrario que su amigo, a Paul le encantaba innovar, investigar, descubrir nuevos sonidos. Se quedó prendado de la bossa nova, que fue su puerta a diversos ritmos sudamericanos veinte años antes de las aventuras de «Graceland» y «The rhythm of the saints». Quería aplicar todas esas experiencias a los discos del dúo, mientras que Garfunkel quería sacar el máximo partido a la extraordinaria combinación de sus dos voces a través de canciones y arreglos que se acercaban cada vez más a la lírica. “Un hombre puede tener muchas corbatas, pero si tiene una que es su favorita, ¿por qué va a ponerse otra?”, era su elegante forma de explicar que no quería andar con experimentos.
La combinación de esas dos concepciones musicales, aparentemente contrapuestas, alumbraría la gran riqueza creativa por la que hoy son recordados Simon & Garfunkel. El proceso de trabajo era sencillo: Simon se presentaba en el estudio con una nueva canción, normalmente con instrumentación y melodía básicas, y Garfunkel empezaba a jugar con las armonías mientras juntos barajaban la instrumentación más adecuada. Esta compenetración entre ambos socios fue acentuándose hasta alcanzar la heterogeneidad de «Bridge over troubled water», un muestrario de riqueza musical que suponía al mismo tiempo el punto de no retorno en la tensión interna del dúo. Los dos amigos habían brillado más que nunca en el estudio, pero parte de ese brillo surgía de las chispas que saltaban entre ellos.
La tirantez entre ambos llegó a su límite durante 1969, mientras Garfunkel alternaba las sesiones de grabación de «Bridge over troubled water» con el rodaje de «Trampa 22» en México, a las órdenes de Mike Nichols. Por su parte, Simon era la parte abandonada, solo en el estudio, haciéndose cargo de toda la producción junto a Roy Halee, a la espera de que Art se dignase a pasar por allí algún día, grabar sus voces y volver a largarse. Esas visitas, además, no eran demasiado cordiales, pues cuando se ponían sobre la mesa los posibles arreglos para cada tema, Garfunkel planteaba, inflexible, sus propuestas. Simon, cada vez más cansado, se mostraba menos dispuesto que nunca a ceder ante su colega, más interesado por el cine que por el disco.
De hecho, el álbum tiene once canciones, y no doce, ante la imposibilidad del dúo de llegar a un acuerdo sobre el duodécimo corte. El disco ya estaba prácticamente liquidado a comienzos de 1970 a falta de algunas mezclas y de decidir ese tema. Paul puso sobre la mesa las cintas de ‘Cuba sí, Nixon no’, una canción abiertamente política cuya producción estaba ya concluida a excepción de la voz de Art (aunque sí existe una demo de la pieza). Pero éste se opuso rotundamente a que se incluyera, como ya se había negado a cantarla con Paul durante la gira que acababan de terminar. En contraposición a su ritmo rock y su texto beligerante (probablemente el más explícito escrito por Paul Simon), Garfunkel propuso incluir una coral de Bach, o bien el tradicional ‘Feuilles-O’. Si bien en ocasiones anteriores Simon había cedido ante situaciones similares, en aquel caso, después de todo el esfuerzo dedicado a aquel disco, no estaba dispuesto a que el equilibrio se rompiese con una canción –de la que también existe una demo– que no aportaba nada al conjunto. “Fueron días de mucha tensión –recordaba Simon en una entrevista años después–. Discutimos mientras grabábamos el disco, discutimos por el especial de televisión, y ahora aquello. Así que al final dije: ‘A la mierda. Déjalo en once canciones’”.
Cuarenta años después de aquel último trabajo de estudio, la herencia que perdura de Simon & Garfunkel –amén de las magníficas letras del Simon– son sus fabulosas armonías vocales y ese sonido detallista y pletórico de sus dos últimos discos, y más concretamente del trabajo final, el monumental «Bridge over troubled water». Repetían toma tras toma hasta dar con lo que querían, desarrollando una versión alternativa más depurada del célebre “muro de sonido” de Phil Spector. Grababan voces que doblaban y volvían a doblar, y lo mismo hacían con los instrumentos. El resultado era contundente, sinfónico, y en algunas canciones, de una majestuosidad apabullante. Sirvan de ejemplo la propia ‘Bridge over troubled water’, cuya audición –¡arriba ese volumen!– deja a cualquiera sin aliento; o la legendaria ‘The boxer’, con ese largo final con los instrumentos de viento navegando en un mar de voces, violines y pianos.
Esa fama de perfeccionistas alimentó numerosas historias sobre excentricidades tales como el hecho de llegar a grabar partes de alguna canción palabra por palabra. También cuenta la leyenda que emplearon cerca de cien horas de trabajo para los cinco minutos de ‘The boxer’, y también se rumoreaba que habían sido precisas más de 800 horas de trabajo para dar por concluido el álbum. Una barbaridad, sin duda, y el propio Simon desmintió esas especulaciones, pero ¿qué sería de las leyendas sin su mitomanía?
Precisamente era Simon, autor al fin y al cabo de las canciones, el menos partidario de ese “sonido Simon & Garfunkel”. No en vano ha declarado en varias ocasiones que algunas de las canciones de la última etapa, como la propia ‘Bridge over troubled water’, resultaron demasiado recargadas para su gusto, lo que en su opinión disminuía el impacto narrativo de la composición. Simon cedió a las imposiciones de Garfunkel sobre los arreglos de cuerdas y viento, dado que Art estaba poniéndose un tanto pejiguera con que no quería grabar la canción. Al final, como le ocurriera a Sinatra y su rechazo inicial a ‘My way’, ‘Bridge over troubled water’ acabaría convirtiéndose en la canción estelar de la carrera de Art Garfunkel, ya fuese en solitario o junto a Simon.
Trabajo culmen, en definitiva, de la compenetración de los talentos de ambos colegas, que no de ellos, quedan para la historia esas creaciones magistrales que son ‘Bridge over troubled water’ y ‘The boxer’ por encima de todas, pero también ese caramelo musical que es ‘So long, Frank Lloyd Wright’, con sus memorables coros; las divertidas metáforas sexuales de ‘Baby driver’, la impagable melodía de ‘The only living boy in New York’… Sin olvidar el amplio e innovador abanico de palos musicales presentes: el folk latino de ‘El condor pasa (If I could)’, el reggae de ‘Cecilia’, el ska de ‘Why don’t you write me?’, el rock de ‘Keep the customer satisfied’, el gospel de ‘Bridge…’.
El 16 de marzo de 1971, Paul Simon y Art Garfunkel se veían por primera vez las caras desde aquella noche de julio. Lo hacían para recoger hasta seis premios Grammy, uno al “Mejor disco del año” y cinco para el tema ‘Bridge Over Troubled Water’ como “Grabación del año”, “Canción del año”, “Mejor canción contemporánea”, “Mejor trabajo de ingeniería” y “Mejores arreglos”. Posaron para las fotos y respondieron tan ambigua y esquivamente como pudieron a las preguntas sobre próximos proyectos juntos. Ambos tenían muy claro que, al menos en un futuro inmediato, no tenían ni intención ni ganas de volver a reunirse en el estudio de grabación.
Todavía había mucha gente que no tenía claro qué pasaba con el dúo. Ellos no habían hecho un comunicado de prensa. No, en su caso había sido mejor aún. La ruptura de Simon & Garfunkel fue especialmente emocionante porque ha quedado plasmada para la posteridad en su último álbum. Toda la segunda cara del «Bridge over troubled water» es el turbador relato de un progresivo alejamiento del que Paul Simon sirve de dolido cronista; el equivalente discográfico del documental «Let it be», de los Beatles. Así, ‘The boxer’ presenta a un luchador (Simon), que asegura que seguirá peleando y permanecerá en el ring a pesar de todas las dificultades. A continuación, en ‘The only living boy in New York’, le ruega a “Tom” que coja rápido un avión desde México de regreso a Nueva York. Un referencia clara a esos periodos en los que Simon se quedaba colgado con el disco mientras Garfunkel (Tom Graph cuando cantaban como Tom & Jerry) estaba en México rodando.
Ante las reiteradas ausencias de su colega, Simon lanza la pregunta ‘Why don’t you write me?’, y como está claro por qué no le escribe, lo que sigue es el desenlace inevitable: ‘Bye bye, love’. Podría decirse que esta canción riza el rizo, pues la despedida musical escogida era precisamente uno de los grandes éxitos de los Everly Brothers, el dúo que sirvió de referencia a Paul y Art cuando eran unos adolescentes. El álbum se cierra con una sencilla e intimista canción con Simon y su guitarra (lo que contrasta con el resto del ornamental álbum, aunque ya Garfunkel se encargó de meter unos violines que más que aportar algo, restan emoción), ‘Song for the asking’, en la que el cantautor adelanta al público su deseo de seguir en la música, para lo que espera contar con su apoyo. ¿Quién necesita una maldita nota de prensa?
Simon & Garfunkel volverían a reunirse decenas de veces en las siguientes décadas, ya fuese para colaborar en discos de uno u otro, para ofrecer conciertos puntuales o giras millonarias, pero las cosas siempre acababan mal. En el 83, tras la gira que arrancó dos años antes en Central Park (el concierto más multitudinario celebrado hasta entonces en Nueva York), Simon creyó que las cosas habían cambiado, y aceptó poner el material compuesto para su nuevo disco en solitario al servicio del dúo. Pero Garfunkel acabó rebelándose como antaño y Simon tuvo que invitarlo amablemente a que se fuera a recorrer mundo –algo que hizo literalmente–, y el proyecto se convirtió en «Hearts & Bones», el nuevo disco de Paul Simon.
Tras varios intentos más, que siempre acababan en broncas, por fin en 2003, cuando se reunieron para recibir el Grammy a toda su carrera, los dos amigos enterraron definitivamente el hacha de guerra. A aquella reunión le siguió una gira que parecía la gran despedida, pero a ésa le siguió otra, y otra más. Y una canción de estudio, y un disco y DVD en directo… Todo indica que, tras todo tipo de especulaciones sobre sus disputas (incluidas las habladurías sobre su homosexualidad), volvían a ser los buenos amigos que crecieron y triunfaron juntos. Cada cual sigue su propio camino pero, resueltas las viejas rencillas, nada les impide volver a reunirse cada vez que les apetece. Parece que ya no hay fantasmas entre Paul y Artie que ensombrezcan el recuerdo de Simon & Garfunkel.
LAS CANCIONES. GUÍA DE ESCUCHA
‘Bridge over troubled water’
Paul y Art trabajaron a fondo esta canción, especialmente en busca de la melodía perfecta para el piano. Estuvieron apoyados en esa labor por Jimmie Haskell, cuyo trabajo acabó valiéndole un Grammy. Con Larry Knechtel al piano, y tras laboriosas combinaciones a lo largo de cuatro días, lograron lo que buscaban. Fue durante aquella persecución de un sonido impecable cuando Paul compuso la tercera estrofa, que tuvo una primera versión muy diferente. Al principio se dejaba claro que ese puente sobre aguas turbulentas era el que un amante ofrecía a su pareja. Sin embargo, en la versión definitiva el texto es más universal, se trata de una mano tendida para ayudar a pasar los malos momentos, ya sea a una amante o un amigo. Hay referencias al amor, pero de manera críptica. “Navega, chica plateada, navega”, comienza esa tercera estrofa, y no se trata de una alusión a una jeringuilla cargada de heroína, como algunos apuntaron, sino a Peggy Harper, la prometida de Simon, que lucía unos incipientes mechones canosos.
Terminados los arreglos de piano, Joe Osborn añadió dos bajos, uno en alto y otro en bajo, y a continuación se incluyó un vibráfono para la segunda estrofa y la batería con cámara de eco para la tercera. A este material se sumaron las cuerdas en Los Ángeles y la mezcla se envió a Nueva York, donde Garfunkel destinó varios días a la grabación definitiva de su parte. En quince días de trabajo, mezclas aparte, la canción estaba lista.
‘El condor pasa (If I could)’
Era una pieza compuesta por el peruano Daniel Alomía Robles para su zarzuela homónima, estrenada en 1913. Se suele señalar erróneamente que es una pieza anónima del siglo XVIII, tal y como figuraba en los créditos del álbum que los peruanos Los Incas habían grabado para Phillips. Paul había conocido a este grupo en una de las estancias de Simon & Garfunkel en París, y quedó muy interesado por el estilo, la cadencia y la variedad instrumental de su música. Con aquella melodía rondándole la cabeza, el cantautor se puso en contacto con el grupo para pedirle permiso para usar su trabajo. Con la aprobación de éstos, escribió la letra para la nueva versión y Simon & Garfunkel grabaron simplemente sus voces sobre la base musical original.
‘Cecilia’
Era una de esas canciones que se apartaban radicalmente del gusto de Garfunkel. Divertida, alegre y descarada en la melodía como en la letra. Con ella Simon demostraba una vez más que no tenía complejos a la hora de escribir frases polémicas, en este caso: “Estaba haciendo el amor con Cecilia…” (frase que dio lugar en España a otro mito para coleccionistas. A la censura no le gustó ese verso, así que alteraron en la contra la posición del título para que lo ocultara. Lo más sangrante es que encima lo hicieron mal y se lee perfectamente).
Lo más destacable de este corte, junto con las armonías del dúo, es su planteamiento musical, con un despliegue sorprendente de percusiones, una sección rítmica que surgió, como la propia canción, de la manera más insospechada. Según cuenta Simon, un día se pusieron varios de los presentes a tocar todos los instrumentos de percusión que tenían a mano, pronto se unieron otros dando palmas, y el “juego” quedó grabado en un Sony portátil. A medida que iba trabajando en otras canciones, el cantautor no dejaba de escuchar aquella improvisación, y planteó a sus compañeros la posibilidad de doblar aquel sonido y extenderlo en el estudio, dando como resultado la base de un nuevo tema, en el que el papel habitual de todos los instrumentos, como la guitarra o el bajo, era encarnado por la percusión. Con esa base musical desarrollada, la letra fue brotando poco a poco.
‘Keep the coustumer satisfied’
Un rock de excelente orquestación, con influencia evidente de los swings del estilo Nelson Riddle / Sinatra de finales de los 50, en lo que se refiere a los arreglos para viento. La canción transmite el deseo de un viajante comercial (como el padre de Garfunkel) por volver a su hogar, pero su profesión le obliga a permanecer en la carretera, siempre persiguiendo “que el cliente quede satisfecho”. A pesar de que queda en evidencia como una pieza menor frente al conjunto del álbum, cuando el dúo la ha rescatado para sus últimas giras, los nuevos arreglos y la enérgica interpretación la convierten en un entretenimiento fantástico.
‘So long, Frank Lloyd Wright’
Es una canción en la que casi pueden separarse con bisturí las aportaciones de Paul y Art. Mientras que la influencia del segundo es evidente en los grandiosos arreglos, con una almibarada presencia de cuerdas, la destreza literaria del primero para “hablar sin decir” queda patente en el propio significado oculto de la canción. Artie había sugerido a su amigo que tal vez sería una buena idea escribir un tema sobre el gran arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright. Al contrario que Garfunkel, que llegó a empezar la carrera de Arquitectura, Paul no sabía nada sobre Wright, pero decidió aceptar la propuesta. La canción se escribió sin dificultad, y mientras Artie y el público la entendían como un canto al arquitecto de principios de siglo, Simon tenía muy claro, a tenor de cómo se estaban desarrollando los últimos acontecimientos, que con aquella canción no se despedía (“so long”) de Wright, sino de su viejo amigo (muy acertadamente, un bootleg de la época lleva por título “So Long, Artie”).
‘The boxer’
De la mano de Roy Halee el dúo volvió a revolucionar las técnicas de grabación al registrar ‘The boxer’ en 16 pistas. “No era una mesa de 16, sino dos de 8 sincronizadas –recuerda Paul–, y era condenadamente difícil que la cosa funcionara. Tenías que ponerlas a trabajar a la vez, sin desfase. Era algo realmente duro que Roy consiguió hacer realidad”. Halee también propuso una capilla de la Universidad de Columbia para grabar los cornos y la tuba. Fue sólo uno de los enclaves. La instrumentación básica se grabó en Nashville, las voces y las cuerdas en los estudios neoyorquinos de la CBS, mientras que para los coros volvieron a convertir en improvisado estudio otro suelo sacro, en este caso, la neoyorquina catedral de St. Matthews.
La canción ofrece una de las mejores creaciones armónicas del dúo, que por supuesto volvía a doblar y triplicar las voces, alcanzando su cénit en el celebérrimo estribillo “Lie-la-lie”. En este sentido, mientras que Paul apostaba por un final corto, Halee y Garfunkel creían que la canción ganaría fuerza si prolongaban el último estribillo, mientras un torbellino instrumental elevaba la emoción del tema hasta alcanzar un verdadero éxtasis, al que seguiría una paulatina relajación que conduciría al silencio.
En lo que respecta a la letra, en esta canción Simon vuelve a romper tabúes, como ya hizo al incluir a Jesús en ‘Mrs. Robinson’, al citar por primera vez la palabra “whore” (puta) en una canción. A lo largo de los años se le han buscado diversas lecturas a esta composición. Unos han dicho que el boxeador protagonista es el mismísimo Bob Dylan (que llegó a grabar una versión), mientras que otros aseguran que “las putas de la Séptima Avenida” a las que hace referencia aluden al personal de las oficinas de la CBS. “Creo que la canción hablaba de mí –explica sin embargo Simon–. Yo sentía que todos me presionaban, me golpeaban, y les advertía que, a pesar de todo, iba a continuar”. La historia universal del hombre que lucha por sobrevivir es aquí espléndidamente plasmada por Simon, en una combinación, además, perfecta de música y texto. En este punto es inevitable recordar el efecto sonoro introducido en el “Lie-la-lie”, que evocaba los golpes que recibía “el boxeador”. Garfunkel recuerda que Paul y él bromeaban a este respecto, y llamaban al efecto desarrollado por Halee “el portazo”.
‘Baby driver’
Ingeniosa, fresca, divertida y muy inteligente, ‘Baby Driver’ era una canción de Paul Simon de principio a fin. Garfunkel no tomó parte en los arreglos y ni siquiera aporta su voz. Aunque algunos se refieren a ella como una canción menor, que lastra el álbum, ‘Baby Driver’ resulta un ácido y nada pretencioso juego lingüístico de evidentes connotaciones sexuales: “Me llaman el niño conductor / y en cuanto estoy sobre un par de ruedas / enfilo la carretera y me largo / ¿Cuál es mi número? / Me pregunto cómo anda tu máquina”. Con una potente orquestación subrayada por unas enérgicas trompetas, la voz duplicada de Paul entona con garra este distendido rock en lo que supone una madura revisión de sus comienzos musicales.
A priori podría decirse que esta canción es la excepción de la cara B en esa crónica de la ruptura del dúo. Sin embargo, no es descabellado pensar que con esta ccreación Paul evoca sus inicios con aquel ‘Motorcycle’, que grabara junto a Tico and The Triumphs. Un retorno a sus orígenes para plantear un nuevo principio, un puente desde los años adolescentes de Tico y Jerry Landis hasta su inminente carrera en solitario, dejando como un paréntesis los seis años de carrera con Art. La canción incluye, como ‘Motorcycle’, el ruido del motor, que al acelerar y alejarse pone un genial broche al tema.
‘The only living boy in New York’
El único chico vivo en Nueva York es, claro está, Paul. Le pide a su amigo, empleando su seudónimo de juventud, que coja un avión y vuelva de México (donde rueda Trampa 22), para terminar rogándole que deje brillar su sinceridad, esto es, que decida de una vez si quiere o no seguir con aquella carrera musical conjunta. Con unos emocionantes coros de fondo y unos chocantes quiebros rítmicos, la canción pellizca al oyente consciente de la historia del dúo cuando, al tiempo que la voz de Paul asegura que está solo, y que no tiene nada más que hacer salvo sonreír, la voz de Garfunkel, muy filtrada, como un grito lejano, entona “¡Aquí estoy!”. La cuestión es, ¿sabía Art verdaderamente el significado de lo que estaba grabando?
‘Why don’t you write me?’
Paul y Artie unen sus voces una vez más en el disco aunque sin demasiadas pretensiones armónicas. El ritmo marca una nueva apuesta multicultural de Paul tras los experimentos gospel en ‘Bridge over troubled water’, los instrumentos peruanos en ‘El condor pasa (If I could)’ y el ritmo con sabor caribeño de ‘Cecilia’. En este caso es el ska jamaicano el que impregna la canción. Paul la compuso a mediados de 1969, cuando Art comenzaba a retrasarse y él, con los músicos dispuestos y el material preparado para grabar, no sabía qué ni cuánto esperar. “¿Por qué no me escribes?” pregunta el protagonista de la canción, y lo que es aún más impactante: “Escríbeme aunque sólo sea para decirme que me dejas”.
‘Bye bye love’
Es la despedida inevitable, y además irónicamente nostálgica, al ser una canción de los Everly Brothers, cuyos discos escuchaban una y otra vez los jóvenes Paul y Art para copiar sus armonías vocales. El tema fue grabado en directo en Ames (Iowa), en octubre de 1968, y supone la culminación del gusto del Simon & Garfunkel por el empleo de las palmas, ya demostrado en numerosas ocasiones. Ante un auditorio que no sobrepasaba las cuatro mil personas, Paul y Art anunciaron su intención de incluir aquella grabación en un nuevo disco, para lo que necesitaban que no dejasen de tocar las palmas con mucha energía durante toda la canción. Al margen de la guitarra de Paul, el resto de los instrumentos parecen añadidos posteriormente, contribuyendo todos a conservar el sonido country & western del original. Por última vez, Simon & Garfunkel unen sus voces en unas armonías correctas para cerrar su carrera conjunta con la canción con la que empezaron sus ídolos de la infancia.
‘Song for the asking’
Todavía con el sonido de las palmas apagándose, entran los violines que dan paso a la guitarra de la última e intimista composición de Paul Simon. Sin participación vocal de Garfunkel aunque sí en la caprichosa inclusión de esos violines, Simon advierte a sus oyentes, sin desprenderse de su timidez, que piensa seguir cantando, que imprimirá un gira a su carrera y que hará lo que sea necesario para contentar a su público: “Pensando en ello / he estado triste / Pensando en ello / debería estar más que contento por cambiar mi estilo para complacerte / Pídemelo y pondré en juego / todo el amor que guardo en mi interior”.