25 años de la metamorfosis de Bowie en Hours…

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«Lo irónico es que Hours… supuso el inicio de la resurrección masiva de su creador»

 

Hace veinticinco años David Bowie daba un nuevo manotazo al timón y abandonaba la electrónica para acercarse al pop sencillo con Hours…, un álbum que fue el primer paso hacia una nueva época de aceptación masiva. Juanjo Ordás celebra su cuarto de siglo profundizando en él.

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

«Pero David, ¿qué has hecho?». Es lo que me dije cuando en su día escuché por primera vez “Thursday child”, el single con el que Bowie avanzó Hours…, su vigésimo segundo trabajo. Había vivido Earthling (1997) con intensidad, excitado con su mezcolanza de rock y electrónica, y de pronto llegaba “Thursday child”, una canción pop. Y normal. Y hasta demasiado agradable. No es que quisiera necesariamente un Earthling parte dos (que no habría estado mal), pero lo que seguro no quería era a Bowie haciendo canciones corrientes.

Navegando entre informaciones y entrevistas, resultaba que Bowie y el guitarrista Reeves Garbriels —su entonces mano derecha— habían estado trabajando en canciones para un videojuego llamado Omikron: The nomad soul. Y de esas sesiones se acabó derivando el nuevo álbum. No sonaba prometedor porque un videojuego es un videojuego y un disco es un disco. Eso lo sabemos todos. Disciplinas muy diferentes, pero bien por Bowie y sus intentos de probar cosas.

Pero llegó el disco y la portada lo confirmó todo. Un Bowie aseado y con corte de pelo a la moda acogía moribundo en su regazo al Bowie de Earthling, con bigote y perilla luciferinas. Bien, al menos dejaba claro que estaba cerrando una etapa —quizá iniciada con la banda sonora de The buddah of suburbia (1993)— y que mi querido Earthling había sido el capítulo final. Solo quedaba hacer sonar el compacto y comprobar hacia dónde íbamos ahora.

La primera canción era la mencionada “Thursday child” y, ahora, a toro pasado, podemos decir que representaba bien el sonido entre sintético y humano de Hours… Eran tan plácida como ya sabíamos. Y a ella le seguían nueve más en las que recibíamos una de cal y otra de arena. Vivan la hiperdramática “Something in the air”, las acústicas “Survive” y “Seven”, y la rockera “The pretty things are going to hell”. El resto, dependiendo de la edad que tengas, puedes manosearlo u obviarlo. Es decir, que si eres joven te resultará curioso y entretenido, pero si ya pasas de la mitad de tu vida no pierdas el tiempo y ponte en bucle las mencionadas. En general, era el disco más aburrido de Bowie desde Tonight (1984) —no digo Never let me down (1987) porque fue reimaginado póstumamente en 2018 y nos dejó a todos con la boca abierta—, aunque hubiera oro en el barro.

Lo irónico es que Hours… supuso el inicio de la resurrección masiva de su creador. Recordemos que cuando la gira de Earthling pasó por Madrid hubo que trasladar el concierto de la plaza de toros de Las Ventas a la sala Divino Aqualung, es decir, Bowie seguía siendo Bowie pero no era un artista masivo. Pero a raíz de Hours… la cosa cambió. Se hizo un pequeño tour promocional goloso y lo siguiente que se supo es que estaba encabezando el festival de Glastonbury y que el mundo había girado la cabeza para atender al lanzamiento de Heathen (2002) y Reality (2003), sus dos siguientes discos parcialmente herederos de …Hours por su limpieza y, ustedes perdonen, mayor simpleza. Lo sé porque los escuché hasta la saciedad. ¿Era el Bowie que yo quería? En absoluto. Pero no dejaba de ser Bowie y, por supuesto, iba a seguirle. Cuando tras Reality dejó de girar, su popularidad cotizaba mucho más alto que en los noventa, pero decidió tomarse un descanso largo rodeado del mayor de los misterios hasta que retornó para concluir su carrera al poco.

Hoy día le tengo cierto cariño a Hours…, a veces es entretenido hacer comparaciones entre sus canciones y las de Omikron: The nomad soul para buscar diferencias, también recuperar remixes que no estaban nada mal, pero quizá la gran pista se encuentre en la edición póstuma de Toy, álbum que quiso lanzar con versiones de sus viejas canciones sesenteras, pero que la discográfica canceló y que nos indica que probablemente Bowie estaba muy ilusionado con el aspecto pop de su obra y de ahí Heathen y Reality, aunque esto no son más que conjeturas.

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