1985, de The Waterboys

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DISCOS

«Hay aquí mucho donde agarrarse, y en buena parte con el esquema de canciones que empiezan en todo lo alto y mantienen el clímax durante varios minutos»

 

The Waterboys
1985
CHRYSALIS/ UNIVERSAL, 2024

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

El quinto año de la década de los años ochenta fue cuando Mike Scott logró realizar aquello que denominó «La Gran Música», un concepto sonoro que había tenido sus primeros escarceos en los dos primeros álbumes de su banda, The Waterboys, su debut de título homónimo (1983) y A pagan place (1984). El trabajo en el que todo fructificó fue This is the sea (1985), propulsado por su single de éxito “The whole of the moon”.

Sabíamos de lo que le atrae a Scott trabajar con sus músicos en el estudio, en especial por las completísimas cajas Fisherman’s box (2003) y The magnificent seven. The Waterboys Fisherman’s blues/Room to Roam Band, 1989-90 (2021), que recuperaban decenas y decenas de canciones de las sesiones de su etapa irlandesa. Sin embargo, no suponíamos que unos años antes, precisamente en 1985, ya estaba haciendo lo propio. Había indicios, como el recopilatorio The Waterboys 1981-1985 (1994), la edición ampliada de This is the sea (2004) o el disco In a special place. The piano demos for this is the sea (2011).

Pero nada nos hacía esperar que hubiera más. Y aquí está 1985 para atestiguarlo: noventa y tres cortes en más de cinco horas y media, seis compactos en edición limitada de tres mil copias. Evidentemente, no todo está acabado, ni a la altura de lo publicado en aquel disco de nueve canciones sin mácula, pero también hay aquí mucho donde agarrarse, y en buena parte con el esquema de canciones que empiezan en todo lo alto y mantienen el clímax durante varios minutos, con los instrumentos creando aquel muro de sonido que configuró «La Gran Música».

Se encuentran en 1985 bocetos inacabados, instrumentales esperando letras, versiones (Dylan por partida doble en “Death is not the end” y “Sweetheart like you”, un irónico “Ruby don’t take your love to town”, de Kenny Rogers, o el innecesario y popular “Old macmichael had a farm”), mezclas distintas (“Don’t bang the drum”) o maquetas caseras (especial atención merecen aquellas que aparecen solo a piano y voz). Pero también aparecen en esta inmejorable caja tomas en directo con mejor o peor sonido (“Bury my heart”), sesiones para radio (“Born to be together”, “Higher in time”), cortes con una duración más larga (“Even the trees are dancing”), versiones alternativas (¡“Medicine Jack” en clave boogie en solo veintiocho segundos!), grandes momentos inéditos (“The ways of men”) y canciones con otros instrumentos (“Ribbon of steel” con una guitarra slide) u otros instrumentistas (Tom Verlaine a la guitarra en “This is the sea”). Y todo acompañado de un libreto de doscientas veinte páginas con los comentarios del propio Mike Scott.

Anterior crítica de discos: Family , de Steven Munar.

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