OPERACIÓN RESCATE
«Se habían ganado a pulso y disco a disco el respeto de la crítica y del público underground, pero habían perdido el sentido de unión y la ilusión»
Sara Morales nos traslada a 1988, año en el que los australianos The Go-Betweens publicaron su sexto trabajo, 16 lovers lane. Un disco crucial en su carrera alumbrado en uno de sus momentos más críticos.
The Go-Betweens
16 lovers lane
BEGGARS BANQUET, 1988
Texto: SARA MORALES.
No atravesaban el mejor momento como banda y, sin embargo, facturaron su mejor trabajo: 16 lovers lane, sexto álbum de estudio, pero también el último.
Después de varios años asentados en Londres como paladines de su escena independiente en los ochenta, The Go-Betweens decidieron regresar a casa. Australia los esperaba a su vuelta como ese hijo pródigo que retorna al nido tras cosechar fortuna; durante su etapa fuera se habían ganado a pulso y disco a disco el respeto de la crítica y del público underground, pero por el camino habían perdido algo más importante: el sentido de unión y la ilusión.
En 1987, medio desmembrados, volvieron a su Brisbane natal. El bajista Robert Vickers había abandonado la banda hacía unas semanas y debió ser sustituido por John Willsteed quien, de forma inesperada, marcaría de forma definitiva el nuevo latido, en su intento por dejar atrás los lazos pospunk para sofisticar su sonido. Por otro lado, las tramas personales que enredaban al resto de miembros aquel tiempo influyeron irremediablemente sobre el carácter de este trabajo: el cantante y compositor Robert Forster y la batería Lindy Morrison, que habían sido pareja, decidían poner fin a su relación. De ahí el poso nostálgico en la pluma de Forster para canciones como «Dive for your memory», «Love is a sign» o «Clouds», y el desinterés de ella hacia el proyecto, que se vio incrementado al ser sustituida por una caja de ritmos para cinco de los temas en una decisión del productor Mark Wallis.
A su vez, Grant McLennan, el otro vocalista y compositor de Go-Betweens, se enamoraba de la última incorporación a la banda, la multiinstrumentista Amanda Brown. Por eso, aunque el peso del dolor y la decepción planea insistente sobre 16 lovers lane, también encontramos un soplo de aire para la esperanza y la fe en el romance gracias a composiciones como «Loves goes on!» o «Quiet heart», escritos por McLennan.
En mitad de los desniveles anímicos por los que transitaba la banda, y con todas las composiciones escritas, entraron a grabar en los Estudios 301 de Sydney durante la Navidad de 1987. Y de aquellas semanas, que se convirtieron en meses, nació 16 lovers lane, uno de los discos de amor y desamor más conmovedores de la década de los ochenta, que supo mantener a flote la delicadeza e indulgencia del soplo acústico en convivencia con la explosión de energía y frescura, por medio de pequeños detalles sintéticos a través del violín y el teclado de Amanda Brown.
Un lugar perfecto, como diría el propio Forster, «entre la melancolía de Londres y el sol de Sydney». Un disco de pop exuberante, sincero y honesto que logró acercar como nunca a la casi deshecha banda con su público, que no tardó en alabarlo y tildarlo como su mejor trabajo. Lástima que fuera el último, y también que el grupo se viera prácticamente desechado al olvido por la gran masa internacional, a pesar de la inspiración que encontraron en él las generaciones venideras estandartes del indie pop.
Pero aquí quedan estas canciones, fósiles de la memoria… Mientras en Brisbane, un puente de cuatro carriles se despierta cada mañana orgulloso de haber sido bautizado con el nombre de Go-Betweens. Allí se niegan a olvidar.
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Anterior entrega de Operación rescate: Todo lo que vendrá después (1995), de 091.