FONDO DE CATÁLOGO
«Este disco es lo más cerca de su anterior banda que ha sonado Westerberg en su trayectoria solista»
Tras The Replacements, Paul Westerberg enfiló su carrera en solitario con un disco que, sin alejarse demasiado de su pasado más inmediato, perfiló el carácter de un músico con garra. Ese fue <i>14 songs</i> y hoy Fernando Ballesteros lo trae al presente.
Paul Westerberg
14 songs
SIRE RECORDS, 1993
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
No siempre las cosas son lo que parecen a primera vista. Por ejemplo, la carrera en solitario de Paul Westerberg había comenzado, en realidad, antes de que se editara el primer álbum acreditado a su nombre y fuera ya de la marca de Replacements. Aunque lo cierto, es que si él hubiera tenido la última palabra, All shock down, el postrero elepé de los Mats, habría sido su debut solista. Lo que ocurrió, sin embargo, fue que aquella decisión se tomó en los despachos y, en su sello, finalmente, le convencieron para que no fuera así. Pero la historia es la que es y aquel disco ya no era, en realidad, una obra de los Replacements tal y como les habíamos conocido durante una década.
El proceso de desgaste había comenzado mucho antes. Las cosas funcionaron a trompicones, entre esperanzas que se desvanecían, excesos y contradicciones, muchas contradicciones, en un grupo capaz de compatibilizar el orgullo con la autocrítica más acerada e incluso el desprecio por uno mismo, fuera este expresado con la boca pequeña, o no, y con mucha ironía, que eso nunca faltó. Convertidos en celebridad local, fueron ganando presencia en la escena alternativa hasta firmar con Sire. Y hasta ahí el ascenso. Desde ese momento, cada vez que el reconocimiento se acercaba, ellos lo espantaban de forma, más o menos consciente, convirtiéndose en unos maestros del autosabotaje.
¿Podrían haber sido más grandes que REM? Pues posiblemente. Situar estos dos nombres juntos no me parece gratuito. Los de Stipe han pasado a la historia como la quintaesencia de la integridad. Nunca hicieron nada que no desearan y su ética era férrea. Igual, esa forma de actuar les hizo llegar más tarde a las metas pero, cuando las cruzaron, fue para siempre. Frente a esta forma de hacer las cosas, tan recta, existe otra, la de los Replacements, que consistía, no ya en negarse a hacer algo, sino en llevarlo a cabo dejando claro a todo el mundo que lo estaban haciendo a disgusto.
Al otro lado de los Replacements
En Trouble boys se cuentan muchas de las claves que marcaron la historia de los Mats. Sus difíciles personalidades, el alcohol… Todo tuvo su parte de culpa para que las cosas se fueran enrareciendo. No era fácil trabajar con ellos y no era sencillo ser un Replacement. Poco a poco, el jefe Paul lo fue siendo más y más. Con Bob fuera, estaban ya muy lejos de ser la suma de cuatro sensibilidades musicales diferentes que confluían en su amor por la velocidad. Con el paso del tiempo, el pie ya levantado del acelerador y una paleta de sonidos mucho más amplia, allí el que mandaba era Westerberg y el proceso terminó en el momento en el que de los Replacements ya solo quedó el nombre. La entidad como grupo se había esfumado.
El batería Chris Mars se quejaba, con la banda ya disuelta, de que, tras la edición de Pleased to meet me, aquello se había convertido en una dictadura en la que solo opinaba y decidía Paul. Y no solo lo dijo en entrevistas, también utilizó sus canciones en solitario para lanzar mensajes directos a la línea de flotación de su antiguo compañero.
Tommy Stinson, que era un crío cuando entró en el grupo, también terminó debutando en solitario antes que Paul. Y, por cierto, demostró que ya era mayor de edad con el primer disco de su nueva banda Bash & Pop, el notable Friday night is killing me, que veía la luz en enero del 93.
Slim Dunlap había entrado en los Replacements antes de la gira de Pleased to meet me y también saltó a la arena a comienzos del 93, así que al final, Paul fue el último de sus compañeros en lanzar un largo con su nombre en la portada. Eso sí, un año antes, en 1992, habíamos escuchado dos de sus canciones en la banda sonora de la película Singles; pero hubo que esperar a 1993 para escuchar 14 songs. El 15 de junio veía la luz un disco que no suponía ninguna ruptura con sus anteriores grabaciones, pero sí le situaba en una nueva dimensión, la de creador en solitario con todas las de la ley, que parecía disfrutar, si hacemos caso a sus palabras en Rolling Stone: «Soy solo yo. Es el sonido de un chico de 33 años que vive solo y lo disfruta. No soy parte de un grupo. Me siento cómodo en el lugar en el que estoy».
Catorce canciones para demostrar que Paul tenía energías renovadas
El Westerberg de 1993 es el compositor que llevaba ya unos cuantos años alejado de la velocidad y los arranques punk de la primera etapa de los Replacements, así que no es de extrañar que lo que encontráramos en 14 songs fuese una continuación, hasta cierto punto natural, de All shock down. En ambos discos se ocupaba Matt Wallace de los controles, otro dato más que invitaba a pensar que sus fans no se iban a llevar demasiados sobresaltos. No había lugar para las sorpresas y, como si quisiera dejarlo claro ya de entrada, la primera canción “Knockin´on mine” es una de sus típicas composiciones a golpe de riff sencillo, rock e ironía.
Tampoco hay que esperar mucho para escuchar al Paul de los medios tiempos, el que emerge en “First glimmer”, antes de que “World class fad” nos recuerde que estamos ante uno de los mejores autores de canciones de su generación. De nuevo, con la fórmula sencilla y con uno de esos estribillos que a la segunda escucha te sorprendes coreando. Se trataba de un single ideal que, en un mundo imaginario en el que Westerberg hubiese tenido mejor relación con el éxito, podría haber tenido más recorrido. Aun así, sonó con insistencia en las emisoras universitarias y llegó a escalar hasta el número cuatro en la lista alternativa de Billboard. Y hasta ahí la carrera comercial de 14 songs.
De “Runaway wind”, y su sobrio comienzo que va ganando en intensidad y desgarro, se podrían decir muchas cosas, pero ninguna tan definitiva como que estamos ante un canción preciosa. También “Even here we are” captura al Westerberg más sensible: él, su guitarra y magia. Entre ambas, suena “Dice behind your shades” con su efectivo y repetitivo estribillo. La sensación es que, escuchadas las seis primeras de estas catorce canciones, pocas pegas se le pueden poner al trabajo.
“Silver naked ladies”, rockera y clásica, y “A few minutes of silence” están algo por debajo del rutilante tramo inicial y, en general, la segunda cara del álbum, vuela un poco más bajo. Aún así, conquista la elegancia de “Someone I once knew” y la bella “Black eyed Susan”, uno de esos títulos que nos recuerdan que, si bien Paul nunca ha vendido millones de discos, muchos de sus admiradores forman parte de la comunidad de músicos. Vaya, que escucho una vez más al exlíder de los Mats y no me cuesta imaginar a Ryan Adams o a Jeff Tweedy invirtiendo unas cuantas horas en empaparse de sus discos. Lo sabemos a ciencia cierta porque ellos mismos lo han declarado pero, si no lo hubieran hecho, daría igual. Escuchar es comprender.
Sucede con 14 songs algo que favorece el sabor final que deja el disco y es que sus últimos temas nos muestran a un Westerberg vigoroso. Antes de la traca final, “Things” suena hermosa y cuenta una de esas historias tristes que conmueven en la antesala de un trío final ganador. “Something is me” no aporta nada nuevo, pero es un chute de energía; “Mannequin shop” nos sigue haciendo mover la cabeza y “Down love” es pura euforia coreable, ideal como fin de fiesta y como recordatorio lejano de los Replacements más desmadrados.
14 songs es lo más cerca de su anterior banda que ha sonado Westerberg en su trayectoria solista. Normal, al fin y al cabo, estaba muy reciente la década con ellos, unos años que marcaron su vida artística para siempre. A favor de este disco y del cariño con el que lo tratan muchos de sus incondicionales, está el hecho de que presenta síntomas de revitalización en su sonido. Ha pasado el tiempo y los dos últimos elepés de los Mats son más que reivindicables pero, en 1993, reinaba en el ambiente cierta sensación de que habían perdido punch en sus dos últimos asaltos. Pues bien, en ese contexto, 14 songs presentaba a un Paul más aguerrido y eso le hacía cotizar al alza.
Cuarenta años componiendo grandes temas
No soy objetivo con Westerberg, de manera que, al echar un vistazo al conjunto de su carrera, no faltará quien pueda recordarle que ha grabado algún que otro disco irregular. Yo sostengo que, en el peor de los casos, los suyos, siempre han sido buenos elepés. Del sótano de su casa siempre han salido buenas canciones porque ese tino a la hora de crear nunca lo ha perdido haya estado más o menos inspirado. Por supuesto, no todo ha sido tan brillante como aquel doble Mono y Stereo, que entregó en 2002, y que le muestra pletórico enseñando su lado más folk, que convive con el Westerberg que lo borda cuando se pone a escribir una canción con pop, rock y garra en sus dosis correctas.
Es verdad que tras 14 songs bajó algo el nivel. Eventually y Suicaine gratifaction, tampoco debieron cumplir las expectativas comerciales de su sello. Paul volvió a la independencia y ahí se ha movido desde entonces, sin mucha repercusión, casi silenciado. Eso si hablamos de su carrera en solitario, porque la historia ha sido muy diferente cuando ha decidido reactivar la marca del grupo de su vida.
Fue en 2006 cuando Rhino lanzó un recopilatorio con dos nuevas canciones que, además de no estar nada mal, reactivaron los rumores sobre una posible vuelta. Y ahí quedó la cosa hasta que, seis años después, se anunciaba que Paul y Tommy habían vuelto al estudio para grabar un epé que se vendió en una edición especial y cuyos beneficios fueron destinados a su ex compañero Slim Dunlap, que había sufrido un derrame cerebral. En 2013, en Toronto, aquella vuelta se materializaba también encima del escenario. A los dos miembros originales les acompañaban, Dave Minehan y Josh Freese. Actuaron en festivales importantes, ante grandes audiencias y los rumores se multiplicaron. ¿Habría nuevo disco y más giras?. El propio Westerberg, por momentos, pareció alimentar esa posibilidad finalmente descartada desde el escenario del NOS Primavera Sound, en Oporto.
Tras esa nueva vida de los Mats, Westerberg puso en marcha The I Don’t Cares, junto a Juliana Hatfield. Su único álbum, Wild stab, era una maravilla que nos mostraba a un Paul rejuvenecido e inspirado en el que puede ser considerado, sin temor a sonar demasiado exagerado, como uno de los mejores trabajos de su carrera. Y ese es el último capítulo, hasta el momento, de una carrera nada convencional. No hay noticias de nuevos episodios de Westerberg en el horizonte. Y da rabia porque tengo la certeza de que, en ese cuaderno de canciones, todavía hay espacio para unas cuantas maravillas, de esas con las que sabe tocarnos el corazón y hacernos vibrar.
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Anterior entrega Fondo de Catálogo: Saints & sinners (1982), de Whitesnake.