Loquillo cumple sesenta años, la mayor parte de ellos subido encima de un escenario. A modo de merecido homenaje, repasamos diez de sus canciones para comprobar cómo ha evolucionado la imagen que de sí mismo mostraba, cómo abordaba el paso del tiempo en cada una de sus diferentes etapas y, en fin, como ha ido madurando como persona y como artista.
Selección y texto: JAVIER ESCORZO (autor de Balmoral. Loquillo, por un instante, la eternidad).
“María” (El ritmo del garage, 1983)
El primer disco de Loquillo y Trogloditas convirtió al grupo en uno de los más importantes del rock nacional y a su líder en un auténtico icono. El ritmo del garage, que así se llamaba el álbum, incluía algunos de sus temas más emblemáticos (“Cadillac solitario”, “Barcelona ciudad” o la canción que daba título al trabajo), además de otras joyas como “No surf”, “Pégate a mí” o “Accidente de circulación”, grabada la noche que murió Eduardo Benavente, cantante de Parálisis Permanente y gran amigo del Loco. Como es lógico, dadas las tempranas edades que gastaban por aquel entonces, en este disco Loquillo y sus compañeros mostraban una cara juvenil, casi casi adolescente. Una canción reflejaba bien la efervescencia que sentían en aquella época: “María”, la historia de una chica que el día de su decimosexto cumpleaños sentía desatarse su pasión por la música (y quien dice música, dice también todas las tentadoras posibilidades que la juventud ofrece): «Le ha dado una patada al corazón / un viejo locutor de rock and roll».
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“Siempre libre” (Mis problemas con las mujeres, 1987)
Cada nuevo disco de Loquillo y Trogloditas suponía un ascenso en su fulgurante carrera. En 1987, Mis problemas con las mujeres no arrancó con la fuerza esperada, aunque con su segundo single, La mataré, remontó y sus ventas se dispararon. Habían pasado pocos años, pero la carretera ya había curtido a una banda que, en algunas composiciones, dirigía su mirada hacia temáticas sociopolíticas, plasmando así una inquietud que siempre había estado presente (y lo seguiría estando) en sus vidas personales. Era el caso de “Siempre libre”, cuyos versos desprendían desencanto, rebeldía juvenil, cinismo y mucha ironía: «Y hoy me he descubierto como aquel lobo que soy / ladrón en tu mundo / anarquista de salón».
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“Rock suave” (A por ellos… que son pocos y cobardes, 1989)
El éxito, que iba creciendo rápida e inexorablemente, se desbordó por completo con la publicación del A por ellos… que son pocos y cobardes, uno de los discos en directo míticos del rock español (a pesar de que el sonido no le hace justicia). Entre trallazo y trallazo, ahí estaba una canción que hablaba de hacerse mayor tocando el piano y apelaba más a la sensualidad que a la fuerza bruta. Rock suave. «Envejecer sentado al piano / de algún club».
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“John Milner” (Mientras respiremos, 1993)
Tras la marcha de Sabino, principal compositor de la primera época, Loquillo tuvo que reconstruir el grupo. Hombres fue un disco grabado casi por inercia, aprovechando toda la energía y contundencia que el grupo desprendía en aquellos momentos de locura. Con Mientras respiremos, el Loco comenzó a dibujar el personaje que quería interpretar en el futuro. Seguían presentes sus señas de identidad, claro, pero también una veta más adulta como la contenida en cortes como “Dime, ¿por qué?”, “Los ojos vendados” o ese magnífico relato generacional que era “John Milner”. «Te aseguro que nada me importaba / el futuro que nos esperaba».
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“No volveré a ser joven” (La vida por delante, 1994)
Durante la grabación de Hombres había aparecido en el estudio Gabriel Sopeña, profesor universitario, poeta y músico (Ferrobós, El Frente, Más birras). Él había compuesto “Brillar y brillar” y el Loco vio que ahí tenía un amigo en el que apoyarse y un camino por recorrer. En 1994 dieron rienda suelta a su pasión creativa y grabaron un disco en el que ponían música a diversos textos de poesía contemporánea. Octavio Paz, Pedro Salinas, Pablo Neruda, Antonio Gamoneda… Y Jaime Gil de Biedma, con esos versos que todos hemos hecho nuestros a partir de cierta edad. «Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde».
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“En Dino’s a las diez” (Nueve tragos, 1999)
Además del rock que le había hecho célebre, Loquillo siempre había teniendo más influencias en su cabeza, algunas muy alejadas del único estilo que algunos le presuponían. Ya en Morir en primavera, por ejemplo, aparecía La mala reputación, versión de Georges Brassens que había adaptado al español Paco Ibáñez, o En Dino’s a las diez, donde el Loco avisaba de su gusto por Frank Sinatra y su Rat Pack. Doce años más tarde, en 1999, desarrolló ese concepto en toda su extensión en el álbum Nueve tragos, donde volvió a grabar En Dino’s a las diez. «Podemos jugar / a no envejecer».
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“Soltando lastre” (Feo, fuerte y formal, 2001)
La carrera de Loquillo junto a los Trogloditas estaba llegando a su fin, pero aún les quedaba algún buen disco por grabar. Feo, fuerte y formal fue un luminoso destello de glam rock. Aparte de los Troglos, el Loco seguía escogiendo uno por uno a los miembros del equipo con los que quería trabajar en el futuro. Aquí estaban ya Jaime Stinus e Igor Paskual, cuya labor sería esencial en los años que estaban por venir. El álbum supuso el inicio de un resurgir comercial de la banda gracias, sobre todo, al tema que daba título al disco, o a otros como “La edad de oro”, “Territorios libres” o “Soltando lastre”. «Y los amigos muertos / me queman por dentro. / Ya no somos inmortales / ahora somos eternos».
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“Memoria de jóvenes airados” (Balmoral, 2008)
En 2008 llegó el primer disco de Loquillo tras haber abandonado los Trogloditas. Se trataba de un álbum dedicado a una vieja coctelería madrileña en la que el Loco había pasado innumerables madrugadas. Musicalmente, en Balmoral se fundían con envidiable naturalidad todos los estilos que Loquillo había ido trabajando anteriormente en discos separados: rock, poesía, jazz, chanson francesa… Una de las grandes obras de su carrera y un verdadero punto de inflexión a todos los niveles. El repertorio era muy sólido, pero, por la temática que estamos abordando, escogemos “Memoria de jóvenes airados”, una pieza con evocaciones cinematográficas y que también sirve como reivindicación de toda una generación que estaba entrando en la madurez. «Nosotros, que somos los de entonces».
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“Cuando pienso en los viejos amigos” (Loquillo en Madrid, 2012)
Después de un trabajo tan ecléctico como Balmoral, Loquillo comenzó a grabar otros discos de carácter más específico: uno dedicado a la obra de su amigo Luis Alberto de Cuenca (Su nombre era el de todas las mujeres), otro con canciones de Sabino Méndez (La nave de los locos), o un álbum de rockabilly (Código rocker). Estaba disfrutando de su madurez vital y artística, una palabra proscrita en el rock español, pero que al Loco le sienta maravillosamente bien. El disco con poemas de Luis Alberto de Cuenca tuvo una prolongación natural con la publicación del directo Loquillo en Madrid, y ahí se recuperaba la primera adaptación que Loquillo y Gabriel Sopeña habían hecho del poeta madrileño, Cuando pienso en los viejos amigos, que ya incluyeron en Con elegancia (1998). «Cuando pienso en los viejos amigos / que se fueron al país de la muerte».
“Los sonidos son ideas” (El último clásico, 2019)
El último clásico es el disco más reciente de Loquillo. La pandemia abortó la gira que tenía preparada, pero no por ello se quedó en su casa: ante la imposibilidad de ofrecer conciertos en los grandes recintos que estaban previstos, el Loco reclutó a un equipo más reducido y se echó a la carretera con su repertorio de poesía contemporánea. A su término, entró en el estudio para grabar el que será su próximo disco, que verá la luz en los próximos meses. Ese ritmo frenético de trabajo ha sido una constante en su carrera, ya lo dice la canción: «No me concedo descanso a ninguna edad».