«Si alguien les hubiera dicho que volverían veinte años después llenando recintos ante miles de personas, su mirada habría sido escéptica y desconfiada. Pero pasó»
Los granadinos 091 cerraron su gira de regreso en el Palacio de los Deportes de su ciudad, donde dieron las gracias a su público por haberles esperado durante veinte años. A la «Maniobra final» acudió Arancha Moreno.
091
Palacio de los Deportes de Granada
17 de diciembre de 2016
Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: J. PEREA.
El miedo al fracaso. Cuántas carreras musicales se habrán quedado en el camino por temor a volver a fallar. Podría haberles pasado a 091, que lo intentaron entre 1982 y 1996 con siete discos de estudio. Entonces no funcionó, y decidieron dejarlo con un concierto de despedida que se grabó en directo. Quizá no era su momento. Si alguien les hubiera dicho entonces que volverían a juntarse veinte años después para tocar ante miles de personas, su mirada habría sido escéptica y desconfiada. Pero pasó. Decidieron volver cuando menos lo esperábamos y cambiaron el rumbo de su historia.
Palacio de los Deportes de Granada, 17 de diciembre de 2016. Faltan dos semanas para terminar el año de la resurrección de los Cero. Es la segunda vez que se despiden de su público, como hicieron en 1996 en el Estadio de Maracena. Esta vez lo hacen ante un aforo de unas 6.000 personas que abarrotan la pista. Muchos lucen camisetas negras con el logo amarillo de la banda y se preparan para el mejor de los finales. Las luces se apagan y las colillas prohibidas se encienden en algunos rincones. En las pantallas gigantes desfilan imágenes de esta gira mientras suena ‘La canción del espantapájaros’. Al final del vídeo, solo una palabra: gracias.
Sobre el escenario se sitúan los hombres de negro: José Ignacio y Víctor Lapido a las guitarras, Tacho González a la batería y Jacinto Ríos al bajo. Las luces se tornan rojas mientras comienzan a tocar su célebre pieza instrumental. Justo cuando la melodía pide algo más, surge en escena Jose Antonio García empuñando su armónica para entonar por última vez ‘Palo cortao’. Arranca la “Maniobra final”.
«Cada canción es coreada como un hit, y el vocalista les invita a seguir cantando cada canción como si fuera la última”
El repertorio recorre caminos transitados a lo largo de este 2016, disparando con precisión y potencia las primeras balas: ‘Qué fue del siglo XX’, ‘Zapatos de piel de caimán’ y el medio tiempo ‘El deseo y el fuego’. La armónica abre paso hacia las ‘Escenas de guerra’ y las guitarras atronadoras de los hermanos Lapido rugen en ‘El baile de la desesperación’. Cada estrofa es coreada como un hit, y el vocalista les invita a seguir cantando cada canción “como si fuera la última”.
Fuera del palacio llueve con fueza; dentro lo hacen las ‘Tormentas imaginarias’. Sobre la marea de cabezas de las primeras filas sobresalen dos niñas que disfrutan del concierto a hombros de sus padres, formando parte de un paisaje que quedará grabado en sus retinas infantiles. Cientos de manos alzadas acompañan las percusiones y los paisajes eléctricos que se cruzan ‘En el laberinto’. No hay tregua entre canciones y las caras del quinteto empiezan a brillar bajo los focos. Lapido suelta un rato la eléctrica para encarar ‘Nubes con forma de pistola’, pero la belleza acústica no rompe el vértigo del concierto, que continúa con un oportuno título: ‘Este es nuestro tiempo’. Verdaderamente, lo es.
Tres veces hemos visto esta ‘Maniobra de resurrección’ de los Cero, pero asistir a la última, y en su tierra, es especial. Todos están de su lado, y ellos mismos, también. Lo que parece una obviedad, no lo es: los primeros pasos de esta gira fueron mucho más fríos, hieráticos y guionizados. Los kilómetros de carretera, los meses de escenario en escenario y el baño de multitudes les han devuelto la fe. Han salido del formol y, tras varios meses de actividad, han vuelto a creer en sus talentos. Se muestran más seguros y han ganado en expresividad. El propio ‘Pitos’, siempre preciso a las voces, se permite bailar sinuosamente y recorrer el escenario cuando se lo pide el cuerpo.
Lapido: «Nos volveremos a encontrar, no sabemos cuándo ni sabemos dónde, pero cuando nos encontremos, seguramente, volverá a brillar el sol”
La eléctrica de Jose Ignacio concentra la única luz del escenario cuando empieza a dibujar ‘La noche que la luna salió tarde’, joya que ejerce de antesala de la también celebrada ‘Otros como yo’. Oculto tras sus gafas de sol durante toda la noche, Jose Antonio le da las gracias “al público que puede soñar una banda de rock and roll. Gracias por esperarnos estos veinte años”. Al filo del escenario, en las gradas de los amigos y familiares de la banda, una voz femenina deja escapar un pensamiento que muchos comparten: “Yo hoy no me voy de aquí”.
Dos jóvenes acreditados con una pulsera sostienen una cerveza en el aire y se fotografían para inmortalizar el momento. “El cielo está de color vino/ y lentamente llena/ de dulce lluvia nuestras copas/ ojalá no anochezca”, deseamos mientras cantamos. Pero ya han abordado una veintena de temas, y ‘La torre de la vela’ anuncia su (falsa) despedida. Con el público pidiendo una segunda vuelta, la silueta del guitarrista y compositor de la banda reaparece portando una guitarra acústica. “Dice una vieja canción algo que viene muy al pelo decir hoy. Nos volveremos a encontrar, no sabemos cuándo ni sabemos dónde, pero cuando nos encontremos, seguramente, volverá a brillar el sol”, anuncia Jose Ignacio. Entre aplausos y silbidos suena, tan melancólica como emocionante, ‘La canción del espantapájaros’.
García: «Queremos pensar que la historia de 091 seguirá viva en cada uno de vosotros. Muchas gracias, nos vemos en próximas reencarnaciones»
En la recámara, a punto de agotar las balas, piezas antiguas como Cementerio de automóviles’, extrañezas como ‘Un minuto de emoción’ (popularmente conocida como ‘Venus) o temas infalibles como ‘Esta noche’, con un principio luminoso que recuerda a The La’s y un final más cercando al vals. Tras unos minutos de asueto, vuelven a escena con un mensaje que encierra sus planes de futuro: “Nos habéis dado gasolina por lo menos para veinte años más. Si hace veinte años en Maracena cerrábamos el libro, hoy aquí en Granada queremos pensar que la historia de 091 seguirá viva en cada uno de vosotros. Muchas gracias, nos vemos en próximas reencarnaciones”, aventura García.
La lírica de ‘Cómo acaban los sueños’ precede los trallazos que inician ‘La vida que mala es’, donde lo instrumental se explaya sin corsés antes de encarar la canción de despedida. Como el curioso caso de Benjamin Button, su vida musical acaba con su versión más joven: la ochentera ‘Fuego en mi oficina’. La oleada de euforia celebra los últimos minutos del resucitado grupo lanzándoles rosas, que recogen mientras se abrazan y sonríen. El ‘Hurricane’ de Bob Dylan también les acompaña en el momento de su adiós. El sueño de 091 ha terminado. Quizá para siempre… o hasta próximas reencarnaciones.
Repertorio:
Palo cortao
Qué fue del siglo XX
Zapatos de piel de caimán
El deseo y el fuego
Esperar la lluvia
Escenas de guerra
El lado oscuro de las cosas
El baile de la desesperación
Tormentas imaginarias
Nada es real
En el laberinto
Huellas
Nubes con forma de pistola
Para impresionarte
Este es nuestro tiempo
Si hay tormenta
La noche que la luna salió tarde
Otros como yo
Sigue estando Dios de nuestro lado
Un cielo color vino
Un camino equivocado
En la calle
La torre de la vela
La canción del espantapájaros
Cementerio de automóviles
Un minuto de emoción (Venus)
Esta noche
La calle del viento
Como acaban los sueños
La vida que mala es
Fuego en mi oficina