Diez claves para recordar la carrera de Caballero Reynaldo

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Caballero Reynaldo se despide de la música con Cosmos, el último de los casi cuarenta discos que ha firmado en el último cuarto de siglo su alma mater, Luis González. César Campoy habla con él para escoger diez momentos y reflexiones que nos deja el también célebre propietario del sello Hall of Fame.

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.
Fotos: HALL OF FAME RECORDS.

 

Caballero Reynaldo desmonta de su corcel tras más de un cuarto de siglo cabalgando por la inabarcable y heterogénea pradera de su propia incontinencia creativa. En todo este tiempo, la alma mater del proyecto, Luis González, se ha zambullido en un tremendo caudal de aguas bravas que le ha llevado a publicar, bajo el manto reynaldo, nada más y nada menos que doce álbumes con temas originales y veinticuatro discos de versiones. Y, lo mejor de todo, es que la mayoría posee un interés más que evidente.

González (Noviembre Rojo, Mar Otra Vez, Amor Sucio) es un ser que, además de dirigir los destinos del sello Hall of Fame Records, base de operaciones de artistas como Malcolm Scarpa, Luis Prado, Señor Mostaza, Pando, Dwomo o Johnny B. Zero, o liderar otras aventuras bajo el nombre de Adultos o Los Visionarios, ataviado con la armadura del Caballero Reynaldo se ha sacado de la manga centenares de grabaciones (674 han sido publicadas, según recuerda) y ha conseguido hitos como ser requerido por los organizadores de la Zappanale, el prestigioso festival alemán en torno a la figura de Frank Zappa. Para ello, se ha rodeado de músicos (la mayoría, tan locos románticos como él) de la categoría del propio Prado, Manoel Macia, Santi Serrano, María y Paco Tamarit, Andrés Mastrangelo, Jose L. Shipley, Dani Cardona o Nick Markham, entre muchos otros. Con la mayoría ha gestado aquellos trabajos en los que ha revisitado, de una forma tan original como sorprendente, la obra de artistas tan variados como su adorado Zappa, The Beatles, King Crimson, Prince, Depeche Mode, Ilegales, Malcolm Scarpa, Yes o Motörhead; pero también aquellos otros en los que la originalidad compositiva se convertía en la excusa perfecta para facturar creaciones originales arropadas en mil y un estilos (pop, rock, disco, experimentación, funky, psicodelia, country, lo electrónico, lo ambiental, lo barroco…), surgidos del sorprendente eclecticismo que caracteriza a nuestro protagonista.

La última de estas criaturas lleva por nombre Cosmos, punto final de la carrera reynalda, y también cierre de la trilogía iniciada por Cromos (2019) y continuada por Cronos (2020), en compañía de Román García, Macia y Serrano, con colaboraciones puntuales de Manu Vicente, Rebeca Ibáñez y Aníbal González. Mientras encera su silla de montar, antes de guardarla, quién sabe si definitivamente, Luis desmenuza para Efe Eme diversos conceptos y principios filosofales y contextuales que han marcado los veintiséis años de existencia del Caballero.

 

Un reto: eclecticismo sin reglas
El único parámetro de este proyecto era no tener ninguno. Antes de mi primer disco había hecho alguna canción con Amor Sucio, pero de cosecha propia, nada más. El resto fue ser bajista y corista con Mar Otra Vez, Amor Sucio y Malcolm Scarpa. Llegado el momento, me propuse iniciar algo por mi cuenta y con Clásico con twist (1995) ya dejé plasmado un eclecticismo brutal, y supongo que he sido coherente con esa premisa toda la discografía, aunque ciertos discos tengan estilos más o menos uniformes y se puedan encasillar en géneros estándar: pop, country, lounge, funk…

 

La gran familia reynalda: una amalgama bien avenida
Caballero Reynaldo ha sido como un autobús lleno de gente donde yo era el conductor, pero todos los que han participado no lo han hecho como meros operarios, en absoluto; al contrario, me he aprovechado de su talento y de su ingenio al ciento diez por cien, porque todos son unos artistazos como la copa de un pino. Que cada cual aportara su personalidad y su visión de la cosa iba dentro del (imaginario) contrato entre nosotros.

 

Revisiones de los clásicos: la adaptación libre, en su más pura esencia
Empecé a hacer discos de versiones para aprender a manejar los nuevos programas informáticos, y era más sencillo y práctico hacerlo con una matriz ya existente que idear composiciones nuevas, pero desde el primero (Hispano Olivetti, 2006) con versiones de Malcolm Scarpa, que ya había tocado con él, ni se me pasó por la cabeza imitar los originales porque eso hubiera sido aburridísimo, así que utilicé los acordes, las estructuras y las letras originales, pero todo el resto era propio (estilo, tempo, actitud…), y he mantenido ese método hasta el final porque significaba tratar los discos como algo nuevo y personal.

 

 

Versión original: el caballero se desnuda
A mi entender lo de «temas originales» está muy desvirtuado. La inmensa mayoría de lo que normalmente se considera una composición original no tiene nada de original. Por eso siempre le he dado la misma importancia a todos mis discos. Hay composiciones mías que son mucho menos originales que muchas de las versiones que he hecho, que se parecen al original como un huevo a una castaña. Ajustándonos al significado tradicional, más o menos sí que he mostrado mi yo auténtico con mis canciones, aunque en mi caso, que no me considero principalmente compositor, sigo en el proceso de aprendizaje.

 

Las joyas de la corona de Hall of Fame Records: Malcolm Scarpa y Luis Prado
Yo debería estar forrado con ellos, pero también con otros artistas del sello. Me siento muy orgulloso de toda la producción de Hall of Fame Records. Pero sí, especialmente Malcolm y Luis son dos genios descomunales a la altura de las grandes figuras históricas de la música pop, y tanto comercialmente como talentosamente son los dos pilares de la discográfica. Nuestro principal problema para funcionar comercialmente es que todo el equipo, tanto artistas como operarios, nos pegamos la vida en las nubes.

 

Una obsesión: Frank Zappa
Mis gustos eclécticos fueron muy tempranos. En mi adolescencia hippie y rockera ya me encantaba la escena disco, en los ochenta reivindicaba el country y a Sinatra, así que cuando con 25 años me adentré en el universo del bigotes, me sentí plenamente identificado con su variedad estilística y fuera de toda moda. Toca (casi) todos los palos y siempre a un nivel impresionante. No entendía sus letras ni sabía nada de su visión comercial respecto a la industria. A medida que fui conociendo su vida, (casi) todo me encajó a la perfección, pero yo ya era un tocacojones cascarrabias antes de conocerlo.

 

 

Un éxito planetario: su vuelta de tuerca del “Something stupid” conquistó Mediaset
En la historia reynalda hay varios momentos muy pintorescos: tocar en el festival zappiano más importante del mundo por un disco de country, género que odiaba Frank, o que el disco más vendido con diferencia sea el de versiones de King Crimson en clave lounge, una herejía para muchos progs. Pero, desde luego, lo de “Something stupid” se lleva la palma y fue delirante. Tardé diez minutos en hacerla y publicarla (la serie Antojos tenía ese método), pero la publiqué en la plataforma Bandcamp sin darme cuenta de que no activé la pestaña de copyright, e imagino que eso fue crucial para que Mediaset la utilizara para el reality show Un príncipe para Corina, y también porque encajaba a la perfección, claro. Aunque no pude reclamar más parte de la tarta, es la canción que más dinero me ha reportado, y no me quejo en absoluto. En julio de 2021 lleva más de 900.000 escuchas en Spotify, y que siga la fiesta, porque el dichoso programa se ha hecho en montones de países manteniendo la canción como cabecera.

 

Incontinencia creativa: un destino en lo universal
Es muy complicado ser artista las veinticuatro horas del día y sobrevivir, pero se supone que es a lo que se debería aspirar, a costa de lo que sea, al margen de si eso te da de comer o no. Yo he tenido que hacer mil cosas en la vida ajenas a lo creativo, pero en cuanto he podido me he dedicado a ello como si no hubiera un mañana porque es lo que más me gusta hacer. Pero lo de hacer discos como churros surgió como terapia para superar el duelo por la muerte de mi mujer, Begoña. Luego ya le pillé el gusto y no paré hasta hoy.

 

La trilogía final: Cromos, Cronos, Cosmos, el canto del cisne
No ha sido premeditado, pero sí que había por ahí dentro de mi cabeza un runrún por volver a hacer discos con canciones propias, y me he quedado muy a gusto. Son tres discos más o menos hechos a la vez y con la misma formación (Manoel, Román, Santi y yo), y aunque la decisión de zanjar el proyecto reynaldo vino sobre la marcha, seguramente el aire intimista inconscientemente ya adelantaba que algo así iba a pasar. Y también que soy muy viejo ya, y lo sentimental se va apropiando de todo. Si el diez por ciento de las ciento veinte canciones que he compuesto puede considerarse decente, ya me doy con un canto en los dientes.

 

 

El futuro de la industria: una teoría
Yo no creé mi propia discográfica porque me gustaran los negocios. He tenido que convivir con eso a la fuerza, y todo lo que he visto al respecto es pura mafia, amiguismo y mamoneo, y eso lo sabemos todos los que de alguna manera estamos en esto. Hasta hace bien poco no había logrado aceptarlo, y cuando lo he hecho, me he dado cuenta de que lo único que puedo hacer ya es alejarme todo lo posible de ello. El negocio musical no sé si es cada vez más boyante o no, pero lo que tengo claro es que, a nivel artístico y creativo, la decadencia es imparable. Se ha llegado a la conclusión de que el gran mercado no son los amantes de la música, sino el resto, y casi todo va encaminado a ellos. El consumismo voraz consiste en crear necesidades innecesarias. De ahí lo de producir música para los que no les gusta la música. Ya lo dijo Varèse en los años cuarenta: «En la música la degeneración es completa».

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