El Hombre Garabato trae de vuelta el legado de Carlos Cano

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Nico: «Llevamos trabajando en este disco muchos años. Me sentía como un intruso, no es nuestro estilo habitual»

 

Ayer mismo, El Hombre Garabato publicaba su nuevo trabajo, Tierra. Un disco que recupera la figura y la obra del cantautor Carlos Cano, a través de la mirada contemporánea de la banda granadina. Javier Gilabert charla con Nicolás Hernández (Nico), su líder y cantante, para conocer los motivos y los detalles de este homenaje.

 

Texto: JAVIER GILABERT.
Fotos: PALEN / ARCHIVO DE EL HOMBRE GARABATO.

 

Granada resplandece bajo un sol de invierno inusitadamente cálido. Me reúno con Nicolás Hernández Carrillo (Nico) en un rincón de un céntrico bar de Granada, un establecimiento centenario donde el tiempo parece haberse detenido entre azulejos desgastados y emblemáticos toneles. El cantante de El Hombre Garabato aparece con la misma naturalidad con la que su voz ha rescatado a Carlos Cano para las nuevas generaciones. Mientras los turistas batallan con las empinadas cuestas del Albaicín, nosotros nos sumergimos en los entresijos de su último trabajo: Tierra, un ambicioso proyecto que reinterpreta el legado musical de Carlos Cano, justo ahora que están a punto de cumplirse 25 años de la desaparición de uno de los representantes más relevantes de la canción de autor de nuestro país.

La gestación del elepé no ha estado exenta de dificultades y de cuestionamientos internos. «Llevamos trabajando en este disco muchos años. Me ha costado mucho trabajo porque me sentía como un intruso, ya que no es nuestro estilo habitual», confiesa Nico. Este sentimiento inicial de impostura fue uno de los mayores desafíos que tuvieron que superar durante el proceso creativo. En su mayoría, los integrantes de la banda granadina no eran grandes conocedores la obra de Carlos Cano, lo que conllevó una inmersión gradual y profunda en su universo musical mediante el intercambio de discos y referencias.
En un proceso que arranca informalmente en 2015 y oficialmente en 2018, Tierra comenzó a materializarse a partir de grabaciones caseras que posteriormente se complementaron con sesiones de estudio. Lo que empezó como un experimento fue ganando solidez hasta conformar un conjunto coherente de ocho canciones. «Cuando las tuvimos todas dijimos: ¡hostia, es que esto está muy bien!», enfatiza el músico granadino.

Una motivación añadida fue la oportunidad de convertirse en pioneros. «La idea de ser los primeros también nos seducía muchísimo. Yo decía: “alguien va a reivindicar esta figura, alguien va a dar el primer paso”», explica, aclarando que aunque Los Planetas incluyeron una versión de «La morralla» en Las canciones del agua (2022), El Hombre Garabato ya había explorado previamente el universo de Cano incorporando a sus directos una versión de «El Salustiano» allá por el año 2015.

Tras completar las grabaciones, el grupo se enfrentó a un nuevo desafío: encontrar un sello discográfico que apostara por el proyecto. «Empecé a moverlas por todos los sellos y nadie nos hizo caso, excepto La Corrala de Santiago», se lamenta. Adicionalmente, Raúl Bernal (Jean Paul, Dolorosa, Lapido) mostró gran entusiasmo por el disco, colaborando en la producción.

Para el diseño gráfico del álbum han contado con Jesús Gilabert. Me cuenta Nico que, tras escuchar la grabación, el diseñador granadino les espetó: «Habéis hecho himnos, yo voy a hacer la bandera». La foto de portada fue cedida por los herederos de Carlos. En el interior figuran, por primera vez, imágenes del grupo (nunca antes habían aparecido en sus discos), de la cámara de Juan José Palenzuela Torres (Palen).

«Este disco —aclara Nico mientras esperamos a que lleguen nuestras cervezas—, nació de una contradicción que tardé mucho en resolver». Y así, comienza a desentrañar la historia que hay detrás de estas versiones con las que han conseguido lo más difícil: sonar como el tristemente desaparecido cantautor granadino y como El Hombre Garabato al mismo tiempo.

 

«El disco se llama Tierra por la canción “Aleluya”, pero también “tierra” como Andalucía, como la vida, como nuestras raíces, lo que nos ata a la existencia»

 

“Hijo de la calle”
En una notable transformación, El Hombre Garabato desafía las convenciones restructurando por completo un tema de marcado acento caribeño. Nico me confiesa que fue uno de los cortes que más ansiaba reinterpretar, a pesar de las evidentes dificultades que conllevaba trasladar sus ritmos latinos al universo sonoro de la banda. La deconstrucción se convierte aquí en método: desmontar la composición hasta sus elementos esenciales para reconstruirla desde una estética que evoca lo acústico, con cierto aire dylaniano en su fraseo renovado.

El resultado es una pieza donde el folclore permanece como sustrato, pero liberado de sus referencias geográficas originales. El tratamiento destaca por la oportuna incorporación de un fragmento de la voz del propio Carlos, conectando la versión con su creador original mientras la proyecta hacia nuevos territorios. Las armonías vocales, grabadas individualmente por los miembros de EHG en sus casas, aportan una textura inesperada que el propio Hernández Carrillo señala como uno de los hallazgos más sorprendentes del tema.

Temáticamente, «Hijo de la calle» conserva su potencia social, estableciendo un diálogo entre los marginados de ayer —aquellos «quinquis» de los ochenta retratados en el cine de la época— y los jóvenes de hoy que habitan las periferias. Esta capacidad para mantener la relevancia del mensaje mientras se renueva completamente su envoltorio sonoro ejemplifica la aproximación del grupo al legado de Cano: respeto profundo combinado con una saludable irreverencia creativa.

 

“En Granada”
Uno de los mayores desafíos para El Hombre Garabato fue reconceptualizar la cadencia andaluza que vertebra este emblemático homenaje a la ciudad. Nico cuenta que estuvieron a punto de abandonar el intento ante la resistencia que ofrecía el material original. La transformación requirió una simplificación armónica, reduciendo la progresión de acordes para extraer su esencia pop latente sin traicionar su esencia. El verdadero hallazgo, sin embargo, trasciende lo estrictamente musical para adentrarse en territorio sociolingüístico: la decisión de cantar con el acento natural granadino, en lugar del español neutro que domina la escena indie nacional. Esta elección, lejos de ser cosmética, representa una reivindicación de autenticidad frente a las convenciones establecidas en el rock español. Las dificultades técnicas que supuso —particularmente en la articulación de consonantes como las jotas aspiradas— añaden una capa de vulnerabilidad vocal que conecta directamente con la honestidad lírica de Cano. Al final, lo que empezó como un obstáculo técnico ha devenido en una auténtica declaración de principios.

“La miseria”
«“La miseria” es la primera canción que compuso Carlos Cano y es una canción furiosa. Él consiguió hacerla furiosa con una guitarra y una voz, y nosotros queríamos hacerla muchísimo más furiosa y más endiablada con toda la banda», comenta Nico. Si Cano lograba transmitir desolación y rabia con el minimalismo de voz y guitarra, la banda multiplica ese impacto mediante una instrumentación demoledora. La distorsión saturada, en palabras de Nico «casi maquetera, ratonera, muy sucia», establece desde los primeros compases un paisaje sonoro crudo que conecta el desamparo de la época en la que fue concebida con la estética underground contemporánea.

El tratamiento de la sección intermedia —donde el original presenta un hipnótico murmullo repetitivo de «La miseria»— revela un sofisticado entendimiento de la dinámica musical. En lugar de replicarlo literalmente, la banda construye un espacio psicodélico mediante texturas superpuestas de guitarras y coros que Hernández Carrillo vincula explícitamente a la estética «planetaria» de Jota y los suyos. Esta expansión tímbrica crea un puente perfecto hacia el clímax final, donde la intensidad retorna redoblada.

Temáticamente, «La miseria» condensa la potencia lírica y la relevancia perdurable de Cano: un retrato descarnado de la pobreza y las hambrunas que marcaron su infancia, articulado con una poesía que trasciende lo meramente testimonial. «Vengo de un valle podrido de hierba que no tiene futuro, sólo la miseria», por poner un ejemplo, permite hacer un paralelismo inquietante con la actualidad, demostrando así la capacidad que tienen estas composiciones para dialogar con el presente.

“Aleluya”
En este cuarto corte, el que cierra la cara A, el grupo se adentra en las dimensiones más trascendentales del cancionero de Cano, abordando una composición que Nico describe acertadamente como «un Padre Nuestro profano». La aproximación del grupo revela una lectura que reconcilia aparentes contradicciones: lo telúrico y lo espiritual conversan en lugar de oponerse. Esta interpretación desafía deliberadamente cierta tradición de la izquierda de los setenta que contraponía lo divino a lo terrenal.

Musicalmente, la banda ha optado por una arquitectura sonora ascendente, construida mediante la acumulación progresiva de elementos y densidades. El tratamiento coral, especialmente relevante en este corte, contribuye a elevar la pieza hacia territorios de grandeza contenida, sin caer en grandilocuencias innecesarias. La emotividad destilada en las sesiones vocales solitarias de Hernández Carrillo ha quedado reflejada en el resultado final.

“Aleluya” emerge como la columna vertebral conceptual del álbum, hasta el punto de prestar su esencia al título del proyecto. «En gran medida, el disco se llama Tierra por esta canción, aunque la palabra “tierra” aparece en varias canciones: tierra como Andalucía, pero tierra también como la vida, como nuestras raíces, lo que nos ata a la existencia», reflexiona Nico.

 

“Mi general”
Abriendo la cara B, El Hombre Garabato rescata una pieza del Cano más maduro, extraída de Forma de ser (1994-95). La elección resulta particularmente pertinente por su asombrosa vigencia temática: una historia real sobre identidad de género, ambientada durante la Revolución de los Claveles portuguesa. El personaje central —una mujer que adopta identidad masculina hasta llegar a ser General— anticipa debates sobre identidad y autodeterminación personal de total vigencia en los tiempos que corren. De nuevo las palabras de Carlos, «ya es tortura suficiente tanta soledad en la gente para encima desertar de la felicidad», resuenan con urgencia renovada tres décadas después, confirmando la visión adelantada del cantautor en cuestiones sociales.

Estructuralmente, la banda encontró en el motivo marcial original un terreno fértil para exploraciones sonoras que Nico vincula explícitamente con la estética de «London calling», de The Clash. Esta conexión no resulta casual: establece un puente entre el compromiso social del cantautor granadino y la tradición combativa del punk británico más político. El arreglo incorpora un llamativo tríptico guitarrístico inspirado en Brian May, mientras que la intervención de Raúl Bernal al teclado aporta la densidad armónica que eleva la pieza. La transformación consigue lo más difícil: mantener intacta la potencia narrativa del original mientras lo actualiza para audiencias que posiblemente descubran a Cano a través de estas relecturas.

 

Nico: «Carlos fue ganando en ironía hasta su último disco»

 

“El salustiano”
Retomando un corte de A duras penas (1976) que ya habían versionado con anterioridad, el grupo intensifica el pulso de la versión original dotándola de mayor velocidad y carácter percusivo. Lo que hace especialmente relevante esta vuelta de tuerca es su resonancia contemporánea: la historia del emigrante andaluz en Alemania funciona como espejo invertido de la España actual. Nico establece un paralelismo entre el pasado migratorio español — «temáticamente nos interesa mucho el tema de la inmigración, porque al final nosotros hemos sido inmigrantes durante décadas, hemos ido a trabajar a Cataluña, hemos ido a trabajar a Alemania, hemos ido a trabajar a la vendimia francesa y hemos sido tratados como parias, como mano de obra barata»— y el presente donde «la víctima se convierte en verdugo» frente a los nuevos inmigrantes.

El momento más evocador de la versión se produce con la sutil incorporación de un fragmento de «La habanera imposible», donde la voz original de Cano emerge como un eco fantasmal en medio de la narrativa. Este recurso funciona tanto musical como conceptualmente: representa la memoria sensorial del protagonista que, desde su exilio alemán, escucha ecos de su Granada natal. La superposición crea una dimensión adicional que enriquece la experiencia auditiva mientras refuerza el mensaje sobre desarraigo y nostalgia.

“Verigüés fandango”
En esta adaptación, los músicos aligeran considerablemente una de las piezas más irónicas del repertorio de Cano, procedente de su etapa de los noventa. La canción funciona como crónica satírica de un periodo emblemático: la Expo de Sevilla, el nacimiento de Canal Sur y la comercialización internacional del folclore andaluz. A través de la peripecia de Maruja Pérez Limón —una bailaora que viaja de Madrid a Japón para montar un tablao y regresa finalmente a la Expo sevillana—, Cano despliega una mirada mordaz sobre la exportación cultural andaluza como producto de consumo global.

Nico destaca cómo esta pieza ejemplifica la progresiva agudización del sentido irónico que caracterizó la evolución artística del cantautor hasta su última etapa: «Carlos fue ganando en ironía hasta su último disco», especialmente tras su paso por el hospital Monte Sinaí, en Nueva York. Musicalmente, la banda ha reconfigurado el tema alejándolo de sus raíces flamencas para acercarlo a territorios más bailables, con matices psicodélicos que evocan tanto a contemporáneos del estilo de Pony Bravo como a la música disco ochentera. Esta decisión estilística funciona como contrapunto perfecto al tono del texto, subrayando su carácter irónico sin perder profundidad conceptual.

La colaboración de Tony Jiménez (Nievla, Lory Meyers, Niños Mutantes) en las guitarras eléctricas y españolas enriquece la paleta sonora, mientras que la intervención hablada de Raúl Bernal, «una bis andaluza simpatiquísima», en palabras de Nico, añade una capa adicional de complicidad regional que respeta el espíritu lúdico del original. En un disco predominantemente introspectivo, «Verigüés fandango» emerge como un necesario respiro rítmico que demuestra la versatilidad del legado de Cano y la capacidad de El Hombre Garabato para explorarlo desde múltiples perspectivas.

“Anochece”
Regresando al seminal A duras penas, el grupo afronta quizás su mayor desafío con esta extensa pieza experimental que Cano compuso durante un breve paso por el calabozo por motivos políticos. La elección revela tanto valentía como conocimiento de la obra de Carlos: un corte de siete minutos que, como señala Nico, «ahora sería impensable publicar en primer un álbum».

La manera de abordar este corte mantiene un respeto casi arqueológico por la estructura original —un ostinato de bajo sobre el que se despliega un fraseo de reminiscencias blues con atmósferas psicodélicas— pero implementado con sensibilidades contemporáneas. La comparación que establece Nico resulta reveladora: «Si las pones una encima de la otra, coinciden exactamente, con la única diferencia de que la original no utilizaba claqueta». Este mimetismo estructural no debe confundirse con falta de ambición; la banda trató de contar en este tema con la participación de músicos de reconocido prestigio y experiencia en estas lides, pero por distintas circunstancias, esto resultó imposible.

“Anochece” funciona como manifiesto estético del proyecto entero: la deliberada omisión de los éxitos más reconocibles de Carlos (como «María la portuguesa» o «La murga de los currantes»), en favor de piezas menos transitadas que permitieran una transformación significativa sin perder su esencia. Probablemente por ese motivo la considera «de las más interesantes y emocionantes del disco».

La tarde avanza en este castizo rincón granadino al tiempo que nuestros vasos se vacían y vuelven a llenarse. De vuelta a casa, tengo la convicción de que Tierra representa mucho más que un disco de versiones; encarna un viaje de redescubrimiento del legado de Carlos Cano a través de una sensibilidad contemporánea. Con su inminente lanzamiento, El Hombre Garabato no solo revitaliza las composiciones de uno de los más grandes cantautores españoles, sino que también reafirma la vigencia de su mensaje y sensibilidad artística para las nuevas generaciones. Encaminarse a esta Tierra supone una magnífica oportunidad para redescubrir a un clásico, pero también es la ocasión de disfrutar del buen hacer de una banda que lleva quince años contribuyendo a que la escena musical granadina tenga la importancia que se le atribuye.

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