Germán Coppini: La última entrevista

Autor:

german-coppini-25-12-13-1a

«Cuando en un disco no se notan ni la sabiduría, ni la capacidad, ni cómo haces las cosas, ni la intención con la que haces las cosas hay que dejarlo»

 

Hace unos días, Chema Domínguez tuvo la oportunidad de entrevistar a Germán Coppini, que este año había publicado un nuevo disco y quería presentar en vivo a su nuevo grupo, Néctar. La entrevista la teníamos preparada para publicarla esta misma semana, en concreto el próximo viernes. Como siempre en estos casos, surge la duda sobre la conveniencia o no de lanzarla en estos momentos, pero creemos que es un documento importante que nos permite «escuchar» la voz de Coppini más reciente, conocer algo más de su pensamiento. Además, sirve de recuerdo y homenaje a quien fue uno de los grandes talentos del pop español y cuya obra estamos obligados a repasar desde EFE EME cuanto antes.

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.

 

Un tesoro escondido de la cartografía musical, esa es la sensación y la realidad de la impresionante discografía de Germán Coppini. Alguien que ha puesto el corazón en sus palabras ya fuera en Golpes Bajos, Siniestro Total o en los mil proyectos y colaboraciones que ha realizado y realiza. Explorador sonoro dotado de una voz realmente cautivadora, está en plena forma artística. Su última entrega es «América herida» (Lemuria Music, 2013), y acorde con lo dicho también forma parte de la banda malagueña Néctar. Además, ha recuperado en «Huellas de una voz» (Lemuria Music) dos discos fundamentales para él y para todos: «Flechas negras» (1989) y sobre todo «El ladrón de Bagdad» (1987). Será coincidencia o algo mejor, pero en ese mismo año «Bagdad Café» se estrenó en cines y ambas obras dejaban fluir una imaginación realmente libre, a veces surrealista, a veces real, poética siempre y musicalmente magistral que las hermanaba. Escuchen, vean y opinen. Me cito con Germán en una cafetería del Barrio de las Letras madrileño (no había un barrio mejor), y lo que empieza como entrevista se desarrolla como una conversación cercana, sin grabadora y con ganas de repetir el encuentro porque ya les adelanto, tiene mucho e interesante de lo que hablar. Pero mi mayor deseo es que Coppini deje de ser un tesoro escondido, que sea un destino visible en una cartografía musical falta de tierra fértil.

Empecemos por tu presente con Néctar, ¿cómo surgió la química para trabajar con ellos, cómo llegáis a interesaros el uno por el otro?
La banda ya tenía el trabajo muy avanzado; Andrés González es el compositor de los temas, el teclista y ya había contactado en Málaga con Sergio Módena y con Antonio Sierra, que hicieron las funciones en el estudio como grupo ideando los temas. La cuestión es que yo conocí a Andrés porque en su momento colgó no sé si uno o dos temas de Golpes [Bajos], y yo tengo a gala para todos los que llegan a hacer una cosa de ese tipo escuchar lo que hacen, y luego localizar su número de teléfono para agradecerles su deferencia por lo que han hecho. Y eso es lo que hice con Andrés. Le llamé personalmente para decirle que me había encantado mucho la versión y patatín y patatán, y ya nos liamos. Entonces la cosa fue transcurriendo, Andrés ya tenía los primeros temas del grupo, los estaban maquetando y me dijo que venían a Madrid: «queremos conocerte personalmente, creemos que tú eres el más indicado para ser la parte cantante del grupo, todo el grupo está ilusionado contigo y vamos a tantearte». Así que cogieron unos días que coincidieron con que yo estaba muy pillado por asuntos familiares, se vinieron una mañana y por la tarde cogieron el coche para volverse a Málaga. Las canciones realmente me motivaron desde el primer momento, yo soy bastante reacio a la hora de cambiar el organigrama de los grupos, sobre todo cuando los grupos ya están establecidos. «Oye, no sé, tenéis cantante, a mí me parece muy bien todo lo que hacéis, Andrés tiene una voz muy bonita», les dije. He conseguido que en todo el repertorio de Néctar cante por lo menos dos o tres canciones, porque es una voz muy fina, que me gusta mucho. Pero él lo que no se veía ni asumía, era ser el cantante de todo el repertorio. Entonces creía que conmigo podía ganar un poco el asunto, se lo propuso a los compañeros, estos encontradísimos, y aquí en Madrid formalizamos un poco la unión.

Has suspendido por motivos serios de salud la primera fecha de presentación para Néctar, pero esto contrasta con dos años muy creativos y activos: empiezas la recuperación de tu discografía con «Huellas de una voz», formas parte y publicas disco en 2012 con Lemuripop, y recientemente editas con Los Voluntarios «América herida». Camaleónico, siempre das algo más.
Todos los discos son un complemento, y como a mí lo que me interesa de aquí a un futuro es seguir aprendiendo a cantar, pues no tengo ninguna prisa. Considero que, modestamente hablando, siendo el autodidacta que soy desde el primer momento, creo que he aprendido algo más. Entonces, a la fuerza se nota en todos los discos, cuando en un disco no se notan ni la sabiduría, ni la capacidad, ni cómo haces las cosas, ni la intención con la que haces las cosas hay que dejarlo. La constante es la búsqueda insistente de hacerlo cada vez mejor.

La búsqueda, sin duda. Y en esa búsqueda de «América herida» recuperas el tesoro formado por la canción de autor latinoamericana pero evitando el repertorio predecible y adaptándolo al rock.
Lo que pasa es que a este elenco de artistas los he seguido y los sigo habitualmente. No es que hayan formado parte de mi adolescencia, que también lo han hecho, si no que me han formado como persona, me han formado como músico; directamente la música te forma desde las canciones como persona, al margen de lo que canten, de lo que es la parte textual. Con dieciocho años viví muy de cerca el golpe militar en Chile, entonces me preocupaba, siempre es un país que me ha caído simpático, recuerdo estar sintonizando a la una de la madrugada en una radio más o menos cutre los programas de Radio Moscú, emitiendo para América Latina, cuando todavía existía Radio Moscú, poniendo canciones de Víctor Jara. No sé, como que siempre he sido muy militante y de hecho sigo siendo militante después de haber estado un poco como perdido. Y en el caso concreto de América Latina es un continente que me pilla muy de cerca, los poetas cantantes de América Latina… Los Siniestro [Total] decían que «Menos mal que nos queda Portugal», y yo sigo pensando que menos mal que nos queda América, menos mal que nos queda América como liberación, como campo de cultivo para hacer cosas, corrientes, culturas, música; es un continente grandioso, poético, literario, no sé. En el caso concreto de los poetas cantantes, lógicamente tengo mis favoritos: Víctor Jara, Atahualpa, Violeta Parra y todos los archiconocidos, he procurado huir de lo más archiconocido, del ‘Gracias a la vida’, ‘Te recuerdo Amanda’ y demás, e ir un poco más a lo desconocido, aunque siempre me quedan temas fuera, y mira, qué quieres que te diga, es un reconocimiento personal hacia esta música que no he abandonado, que sigo escuchando.

El latido claro de «América herida» estaba latente en «El ladrón de Bagdad» (1987), el tema ‘Santiago’ abría el círculo que llega hasta ahora. En aquel momento, además, lo unías a las recientes influencias que traías de Siniestro Total y Golpes Bajos.
¿Sabes lo que pasa?, que llega un momento en que tan directamente el pop se me hacía muy corto, se restringía demasiado, entonces al venir de la escuela de la que vengo, lógicamente tampoco puedo pretender entrar en otra diametralmente opuesta, por ejemplo, los cantautores. Si la canción de autor lleva más o menos una onda y yo me estoy desgañitando haciendo otra cosa… Siempre puedo pensar que se complementan. En la actualidad quizás se complementen mucho más o mucho mejor de lo que pasaba hace unos años; hay más puntos de unión, el músico más o menos autor sabe de lo que estamos hablando, tiene más cultura, más referencias musicales.

Y esta visión que cuentas supongo que es la que manejaste al tramar, al pensar en «El ladrón de Bagdad». Un paso arriesgado el que diste.
Arriesgarse hay que arriesgarse, yo siempre firmo Germán Coppini y me parece que la audacia es primordial y más en esta profesión. Hay que intentar llegar un poco más, da lo mismo que la gente se quede sin entender, es una pena, sin valorarlo; pero más tarde o más temprano la gente llega a esos discos y valora esos discos. Y la prueba está en que cuando se hizo un disco como «El ladrón de Bagdad», con temas más o menos antillanos, vamos a decir, había temas de calypso, había reggae, vamos, ni los Auserón, ni los valencianos de Seguridad Social. El tiempo va abriendo esas perspectivas y la gente repara en que hay otros estilos, hay otras músicas y lo chupan. Yo soy un autodidacta de la música, a mí me encanta la música, entonces recuerdo que esos ritmos a la hora de seguirlos con percusión había dudas, había fallos, no eran todo lo ortodoxos que debían ser, pero tenían ese aire gracioso.

Citas a los Auserón. Hay una canción de Astrud que se titula ‘Hay un hombre en España que lo hace todo’, con mucho humor viene a relatar algo muy de este país, que de todos los movimientos siempre hay solo un nombre sobre el que recaen todas las medallas.
Oh, me parece genial. Santiago [Auserón] luego ha demostrado que el tío tiene tablas, el tío ha escrito, el tío se ha documentado y es un fuera de serie. Santiago es un fuera de serie, pero tengo esa sensación de que siempre lleva un paso menos, entonces parece como que los demás tengan que hacer el trabajo sucio, no te estoy hablando solo de mí, te digo con nuestros discos de carácter más o menos latino, empezando por Víctor Abundancia.

Nombre que te iba a proponer ahora mismo.
Los ‘300 kilos’ y tal. Hay un cuento además muy gracioso en el libro de…

El relato de ‘La patente latina’, donde el propio Víctor Coyote cuenta con bastante humor cómo un colega a principios de los ochenta, tras asistir a un concierto de Los Coyotes, patenta el rock latino que ellos ya formulaban.
¿Lo has leído?

Sí, interesante y divertido. Más allá de posibles conflictos, es razonable lo duro del primer golpe que hay que dar sobre la roca para que brote un manantial del que luego beben muchos. En ese mismo año, Ciudad Jardín va afianzando su funky latino sobre el que luego tendrían más vuelo comercial Danza Invisible. Cuentan muchos factores.
«El ladrón de Bagdad» tenía incluso, yo no digo que un rap, pero sí avances como de scratch. Trillo [Miguel, ideólogo de «Rap’in Madrid», en 1989, que pasa por ser el primer escaparate del rap de aquí] llegó incluso en un momento a decirme «es que, claro, si tuviera que hacer un disco de los orígenes más o menos del rap tendría que hablar contigo, pero como tú no eres rapero…», pues vale.

Me viene a la memoria el rap que te marcaste en una revisión de ‘Bailando’, con Alaska y Dinarama, en el 88. Bueno. El siguiente paso viene disparando «Flechas negras» (1989) y aquí la producción se la pasas a Rebeldes Sin Pausa que no logran subrayar tu buen momento aunque el repertorio, mezcla de versiones y temas propios, acaba brillando. ¿Cómo fue todo este proceso?
«Rebeldes Sin Pasta» era un especie de trío de dos disc jockeys, Pedro Del moral y Luis Carlos Esteban, y un ingeniero de sonido, Carlos Martos. Pedro y Carlos eran un poco los que se encargaban de buscar los loops, los discos de los que extraer ideas, y Luis Carlos Esteban tenía un estudio. Entonces, en su momento, la oficina de Pito [Ignacio Cubillas, protagonista y manager destacado desde La Movida Madrileña] que era la de Alaska, la de Loquillo, la de tal, en un momento dado tenía intención de cogerles como artistas de su oficina y fue un embolado de mala manera, fue un embolado porque sabían y no sabían; tenían claro que querían sacar un nuevo Raphael o querían sacar un nuevo Tom Jones. Un cantante más o menos antiguo con una visión más o menos «deluxe» y de máquinas y de todo, pero que, vamos, que del dicho al hecho un trecho. Y luego Luis Carlos Esteban se dedicaba en los días de grabación a vender su estudio, era un poco errante; estuve en más de una ocasión tentado de tirar la toalla. El único que pudo hacer algo en el disco fue Carlos Martos, que mezcló y masterizó el disco. Pero lo que son las canciones, bueno, las canciones tenían la salvedad de que eran versiones, que en un momento dado me han dicho que es muy flojo este disco, pero luego me pongo a pensarlo y digo, vale, pero a día de hoy cómo habría que llamarlo. Los discos que salen ahora y que te largan unas versiones que vamos, qué pasa, ¿no me puedo permitir un disco de versiones como la de ‘Cuatro rosas’?, que por cierto hice en reggae. ¿Es un disco menos notable que otros? Creo que es un disco llevadero, te puede gustar o no, hay canciones que incluso me gustan mucho, como la de ‘Flechas negras’.

Objetivamente, el paso del tiempo le ha sentado bien y la cuidada reedición presenta un trabajo más que referenciable.
Has podido ver incluso los añadidos que había en directo, que hubo muy pocos conciertos aunque la banda sonaba muy bien, por ejemplo estaba como guitarrista Manuel Benítez, que lo sería también de Los Enemigos, y sonaba muy potente.

Quedan muchas pisadas por recopilar en una segunda entrega de «Huellas de una voz»: tu etapa con Los Cuatro Fantásticos, tu aventura inicial de Coco y Los del 1.500: antesala de Siniestro Total, tu etapa con ellos también; colaboraciones sumamente interesantes con Tino di Geraldo, Vainica Doble, Nacho Cano, Maga, y un más que interesante etcétera.
Creo que sí, que habrá segundo volumen, lo que pasa es que, claro, los discos hay que venderlos. No puedo preparar de la noche a la mañana el segundo «Huellas». Lo primero es cubrir los gastos y que Pablo, que es el director del sello, pues me pueda decir «oye, ¿cuándo preparamos el siguiente «Huellas»? El objetivo es hacerlo, desde luego.

 

german-coppini-25-12-13-1b

Foto: MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ MORALES.

«Me desengañé tanto, que de Golpes Bajos no quiero volver a saber nada más en mi vida»

 

Ya metidos en los noventa recuperaste Golpes Bajos para grabar «Vivo» (1998), que resultó un encuentro fallido con Teo Cardalda. Llegas a decir que no conoces a Teo, ¿qué pasó?
Hombre, vamos a ver, con todos los respetos del mundo, creo que Teo siempre ha sido un músico como la copa de un pino y un músico maravilloso. Pero ha pasado mucho tiempo, entonces, las expectativas que podían haberse producido de una unión o de un reencuentro como este no se produjeron, es más, todo lo contrario. Yo siempre le echo la culpa a los terceros, estos managers que deciden que es un buen momento para formalizar una unión o para sacar una historia, y luego escurren el bulto de mala manera. A nivel artístico, como que ha pasado mucho tiempo y cada uno lleva su historia personal. A nivel humano, no hay duda que me decepcionó, me decepcionó como compañero, porque al fin y al cabo no lo pasé muy bien esa temporada. Él, gracias a la supuesta unión de Golpes, terminaba su contrato con Ariola y gracias a esta unión firmó un contrato de Cómplices con Warner. Yo, mientras tanto, continuaba en Nuevos Medios que era mi compañía de discos. Antes de empezar con Golpes Bajos tuve que parar drásticamente lo que estaba haciendo porque era más importante lo de Golpes; pero es que después de lo de Golpes me hicieron indirectamente responsable de todo el desaguisado, de todo el fiasco y el desastre que había generado el grupo; entonces no volví a sacar un disco más. Lo pasé francamente mal.

¿Te refieres a que tuviste que apechugar con el coste económico y Nuevos Medios no pudo producir tus discos?
Sí, porque la idea no era que lo hubiera sacado Nuevos Medios, la idea es que lo hubiese sacado una multinacional más o menos con medios cubriendo los gastos mínimos, la infraestructura; y la multinacional que lo iba a sacar se echa atrás en el último momento, decían que era muy caro todo, que si el vídeo de Bajo Ulloa, que si tal, y Nuevos Medios intentó asumirlo todo sin saber muy bien cómo iban a ir las cosas, simplemente por el cuento de la lechera. Luego me encontré con que la colaboración era diferente, era con él [con Teo Cardalda] y con su manager, los otros compañeros no existían, no había ninguna intención de llamar a los otros compañeros [se refiere a Pablo Novoa y Luis García, que eran integrantes también de Golpes Bajos], me sentía a disgusto, me sentía incómodo, el caché que propuso la compañía me parecía desorbitado, todo me parecía un juego de despropósitos, no me gustaba cómo estaba hilado, cómo estaba unido, no me gustaba el organigrama, no me gustaban los apuntes técnicos, artísticos de las canciones. En su momento, cuando se grabó un vídeo y Cardalda ofrecía a Mañó, el bajista de Presuntos Implicados, y a Jorge Pardo, y a mí me hubiese gustado llamar a Rosendo y a Santiago Auserón, no sé, relacionarlo un poco más activamente con la primera formación. No había entendimiento, era una lucha más o menos soterrada. Me desengañé tanto que de Golpes Bajos no quiero volver a saber nada más en mi vida. Tengo una relación cordial con Pablo Novoa, a Luis Garcia no he vuelto a verle el pelo porque me han dicho que ha dejado la música, y a Teo Cardalda le evito.

Aprovechando que estamos con Golpes Bajos: si aquellos eran malos tiempos para la lírica, con un anteproyecto de ley de seguridad ciudadana como el que nos quieren echar encima, ¿cómo defines los tiempos actuales?
Estos son tiempos terribles. Estos son tiempos terribles, ya no son malos tiempos porque en los malos tiempos podías agarrarte a que, bueno, seguía el lirismo, el lirismo formaba parte de ti y en un momento dado veías algo que te inducía a pensar que no estabas solo; estos días son tiempos terribles. Hace falta una unión popular cien por cien y tener las cosas claras y pedir lógicamente desde todos los foros la dimisión de este gobierno sí o sí, por todo lo que han engañado, por todo lo que se han llevado. Hay que intentar cambiar las cosas, este mundo está muy mal construido y a nivel político discrepo totalmente, esta monarquía ha llegado hasta donde ha llegado, lo único que ofrece es la monarquía de los banqueros, de la clase pudiente y hasta que este país no tenga una puesta a punto, una puesta a cero y se pueda hablar tranquilamente de proponer a la ciudadanía un cambio de régimen para que realmente haya una orientación válida, seguiremos hablando de lo mismo, seguiremos sufriendo.

Retomando tu trayectoria no quería dejar de preguntarte por Lemuripop, donde buscas junto a Álex Brujas la unión de textos, electrónica y sonidos orgánicos; un ángulo musical que debería frecuentarse más a menudo. Publicáis vuestro segundo trabajo, «Todas las pérdidas crean nudos» el pasado año.
A mí me gusta más el primero [«Primo tempo», 2008]. Es más personal. Ojo, hablas en unos términos en los que el forofo de la electrónica no te va a aceptar que las canciones sean cantadas y viceversa. En la electrónica sigue habiendo, hay un prejuicio muy grande. Tres o cuatro temas están tocados con batería. De haber seguido funcionando, la idea era haber montado una banda con elementos electrónicos pero con bajo, batería; se quedó en agua de borrajas. Uno de los temas, ‘Mundo en trance’, consiguió el premio al mejor videoclip, dirigido por Soledad Rebollo, en el Festival de Cans de este año.

Artículos relacionados