CD DE LA SEMANA: «La barrera del sonido», de Amaral.
«Así es Amaral en la actualidad, un grupo que no ha llegado a abarrotar pabellones desde la nada, sino que se lo han currado desde abajo; unas gentes que, por encima de todo, tienen talento»
Amaral
«La barrera del sonido»
EMI
A veces he oído comentar la sorpresa que le ha supuesto a alguien ver o escuchar a Amaral en directo por primera vez. Lo habitual es que digan algo así como «Suenan muy bien, ¡son una auténtica banda de rock!». Tal vez por ello es necesario este disco en vivo que, en todo caso y tal y como están las cosas –la idea preconcebida y el prejuicio nos tienen rodeados–, dudo que logré capturar nuevos adeptos y quede solo para el disfrute de los seguidores del dúo. Y será una pena, desde luego, sobre todo porque estos dos CDs y dos DVDs –registrados en el Palacio de Deportes de Madrid en octubre del año pasado– capturan la esencia de Amaral sin ese sonido tan ampuloso que, por momentos (no siempre y no en todas las canciones) despliegan en las grabaciones de estudio: Aquí solo hay, aparte de la voz, dos guitarras, bajo, batería, teclados y violonchelo tratados con gusto, pero también con inmediatez. Lo demás es entrega, saber hacer y una colección de canciones tremenda.
Abren, como siempre en esta gira, con ‘Kamikaze’ y ya es cuestión de ponerse cómodo y dejarse llevar, pues las canciones tiran del oyente con esa gracia especial que tienen los álbumes en directo –aunque Amaral ha tenido el buen gusto de dejar en lo mínimo los cánticos de la concurrencia– y disfrutar con los arreglos diferentes en algunos momentos (el nuevo arranque de ‘Toda la noche en la calle’), con el toque de distinción que da el violonchelo de Zulaima Boheto (maravillosa en la sublime versión de ‘Biarritiz’), con las guitarras de Juan Aguirre (aquí, aunque permanentemente presentes, comedidas pero con nervio y elegancia, mucho más «naturales» que en disco) apoyadas por la de Octavio Vinck, los sabios teclados de Quique Mavilla (muy destacado en ‘Resurrección’), la fortaleza del bajo de Iván González y de la batería de Coki Jiménez… Sí, un grupo que suena de verdad y que arropa a la voz de Eva Amaral, aunque de esa garganta privilegiada es una obviedad hablar, pero vale la pena reseñar que está enorme en ‘Las puertas del infierno’, ‘Concorde’ o ‘Alerta’.
Además, Amaral sabe cómo organizar un repertorio y moverse entre el desgarro y la seda, o introducir con acierto un set acústico. Hasta se atreven con los más de cinco minutos de ‘Estrella de mar’ e incluso hay espacio para que Juan se cante su ya clásico rock and roll o Eva emocione junto a Mavilla en ‘Esta noche’; o en ‘Esta madrugada’, la hermosa toma junto a Refree y Boheto que se ofrece desde la web del grupo para los compradores del álbum.
Así es Amaral en la actualidad, un grupo que no ha llegado a abarrotar pabellones desde la nada, sino que se lo han currado desde abajo, y aunque pueda parecer, sobre todo en el DVD –de realización impecable–, un tanto aparatoso semejante despliegue escénico, uno sabe que mañana mismo pueden volver a los garitos más grasientos y chuscos como si tal cosa, porque seguirán siendo Amaral, unas gentes que, por encima de todo, tienen talento.
JUAN PUCHADES.
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Bebel Gilberto
«All in one»
VERVE/UNIVERSAL
El debut de la hija de Joao Gilberto en el sello Verve propicia grandes momentos de placer a caballo entre la bossa nova clásica y las nuevas corrientes más psicodélicas. En el fondo es lo que distingue últimamente al género femenino en Brasil que, desde Cibelle a Adriana Calcanhotto, sabe disfrutar plenamente de las nuevas tecnologías aplicadas a una música sensual, sí, pero comprometida firmemente con el presente. Y eso que la ligazón con el pasado es fuerte en el caso de la Gilberto. Se atreve con el ‘Chica chica boom chic’ de Carmen Miranda, acompañada en este caso por la percusión y producción de Carlinhos Brown. Con ‘The real thing’ de Stevie Wonder y el acompañamiento de The Dap Kings, la banda que suele secundar a Amy Winehouse y Sharon Jones. Y, más importante aún, canta un muy sensual ‘Bim bom’ a dúo con el propio nieto de Antonio Carlos Jobim, Daniel, mucho tiempo después de que fuera interpretada por su propio padre. Pero se reserva la baza más innovadora con una inusual versión del ‘Sun is shining’ de Bob Marley. En el fondo, pasado, presente y futuro son términos irrelevantes para ella.
La pujante actualidad brasileña, aún vista desde su residencia neoyorquina, la empuja a estar plenamente al día, lo que se nota en el sonido de un álbum que la mantendrá sin duda en primera plana planetaria.
GERNOT DUDDA.
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Alice in Chains
«Black gives way to blue»
EMI
Regreso de la mítica formación de grunge. «Black gives way to blue» supone su primer disco con William Duvall como vocalista, sustituyendo al fallecido Layne Staly. Y pese a que Duvall muestra un buen nivel, no deja de sonar en todo momento a clon de su predecesor, tanto que por momentos parece que es el difunto quien se ocupa de las tareas vocales. Ese es el inconveniente de un disco muy bien hilado, muy trabajado y con canciones estupendas. Por ello, es justo reconocer que se trata de un álbum notable y es importante centrarse en lo que ofrece más allá del inevitable detalle de la voz.
Guitarras pesadas, melodías hipnóticas y esa típica vitalidad de la banda aborda un disco que, eso sí, suena a los mejores Alice in Chains por los cuatro costados. Y es que el grupo puede tratar las temáticas y los ambientes más depresivos pero siempre ha sobrevolado cada una de sus canciones una fuerza interior única, lo cual les acerca más a un sano exorcismo de demonios que a un agujero negro. Vuelven a jugar de nuevo con sus dejes metálicos (poderosísimas ‘Check my brain’ y ‘Last of my kind’), con la contraposición de sonoridades acústicas y eléctricas como solo ellos saben hacerlo (‘When the sun rose again’ y ‘Your decisión’ son colosales) y dejan que los ritmos más pesados resulten una cómoda vía para hacer muy buenas melodías vocales, como en ‘Acid bubble’ (el guitarrista Jerry Cantrell sigue teniendo un papel preponderante en las segundas voces).
JUANJO ORDÁS.
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Scotland Yard Gospel Choir
«…And the horse you rode on»
BLOODSHOT/INDEPENDENT TRADE UNION
El nombre de este grupo engaña. Ni son agentes de la policía británica ni son un coro de de cantantes evangelistas. Scotland Yard Gospel Choir son un colectivo, con base en Chicago, de licenciados en diversos estudios musicales al que podríamos englobar en el indie pop de corte británico que en algunos momentos puede recordar a Belle and Sebastián pero también a Joy Division, Jarvis Cocker, Morrissey, The Cure e incluso The Clash. Este sonido se ha conseguido gracias a la prestancia de su cantante de origen galés, Ellen O’Hayen, que además toca el bajo y el cello, y del guitarrista Mathew Kerstein, cuya voz recuerda al ya mencionado Cocker.
«…And the horse you rode in one» es su tercer disco, una colección de canciones que navega entre el pop y el folk y que tratan sobre rupturas, llantos y los momentos más crudos de la vida. El problema, o la gracia del disco, según se mire y según los gustos del oyente, es la manera de abordar estos espinosos asuntos personales. Si, por ejemplo, Belle and Sebastián es un grupo que sabe explotar la ternura y la dulzura, los Scotland Yard Gospel Choir segregan bilis, mala leche y humor negro por doquier. He aquí un ejemplo tremebundo: en ‘Stop’, el segundo tema, el primer verso dice «I hope that you catch syphilis and die alone». No hace falta saber mucho inglés para pillar el significado de tan maléficas palabras. Estos ácidos y corrosivos mensajes se digieren con facilidad gracias a unas excelentes melodías, algunas con mimbres para convertirse en pequeños himnos pop (‘One night stand’); una consistente instrumentación y las agradables voces de sus cantantes.
Un disco notable pero no apto para gente aprensiva e incapaz de soportar mensajes crudos.
ÀLEX ORÓ.
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Kiss
«Sonic boom»
ROADRUNNER
Grandioso. «Sonic boom» se trata de un disco fundamental para Kiss, un trabajo con el que el demuestran que aún son capaces de componer grandes temas y que, aún más importante, legitima la actual formación de la banda. Y es que los actuales Kiss funcionan como una perfecta maquinaria de rock and roll, como una banda plena de facultades.
Puede sonar provocador, pero tras escuchar el disco al completo poco importa que Ace Frehley y Peter Criss (guitarra y batería originales) hayan sido sustituidos por Tommy Thayer y Eric Singer. Poco importa que los capos Gene Simmons y Paul Stanley (bajista y guitarrista, ambos voces principales) hayan tenido el mal gusto de maquillar a los sustitutos como a los miembros originales. Poco importa que se trate del grupo más mercantilista del mundo. ¿Por qué? Porque cuando «Sonic boom» acaba de sonar no hay más remedio que esbozar una gran sonrisa. Cada una de sus canciones es un ejemplo de maestría rockera, de saber hacer y, sobre todo, de energía y naturalidad.
El trabajo de Tommy Thayer a las guitarras solistas es para quitarse el sombrero, la técnica de Eric Singer aúpa sin frenos y Simmons y Stanley siguen componiendo canciones descomunales. Es curioso, pero los jefes les ceden a Thayer y Singer dos de los mejores temas de la colección (‘All for the glory’, ‘When lighting strikes’), aunque por supuesto ellos se reservan para si mismos himnos de rock de estadio (‘Stand’, ‘Yes I know (nobody’s perfect)’, ‘Never enough’) y trallazos rockeros de la talla de ‘Danger us’ y ‘Modern day Delilah’ (cuyo riff suena al ‘Animal’ de Pearl Jam).
El sonido de «Sonic boom» viene a ser una mezcla de los Kiss clásicos de los setenta con algunos momentos que podrían pertenecer a lo más granado de su trayectoria ochentera, una amalgama muy bien dirigida a nivel de producción por parte de Paul Stanley, una combinación perfecta de riffs clásicos con melodías certeras. Sí en el futuro Kiss continúan haciendo discos como estos, que Stanley y Simmons sigan haciendo con la banda lo que les venga en gana.
JUANJO ORDÁS.
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Varios
«España»
PUTUMAYO/KARONTE
La mera mención “España” sugiere escalofríos de placer para quienes llevamos décadas disfrutando de esa marca internacional que se sacó de la chistera en su día el gran Chick Corea (y antes Miles, claro). Cuando se conoce la realidad interior, uno espera ciertamente mucho de un recopilatorio de estas características (y más tratándose de tan importante proyección internacional), pero justamente por eso también hay que ser realistas: Putumayo acierta a dar pinceladas, sí, pero nunca a reflejar de forma abrasiva la realidad de cada territorio (lo que ya le honra tras más de cien referencias publicadas).
Aquí apunta con acierto la existencia de realidades regionales con legítimas aspiraciones a la foto global (el maravilloso ‘San Martin, azken larrosa’ del cantautor vasco Xavier Lete; la gallega Uxía con ‘Danza ritual’; los aragoneses Biella Nuei, ya habituales en Putumayo, con la muy breve ‘Pasapeanas’). Pero se agarra como una lapa al rollo “buenrollista” y al “mestizaje” que propicia la mezcla de flamenco, rumba, cumbia, salsa, jazz, etc. de nuestros nuevos “hippies” (El Combolinga, Calima, Gossos con Dani Macaco, Gecko Turner, Gertrudis, el cantautor valenciano Burguitos…). Curioso: recoge como propio el proyecto De Pedro, realizado entre el guitarrista Jairo Zavala y el grupo norteamericano Calexico. Y, por encima de todo, sitúa al gran Peret como indiscutible (y merecida) madre del cordero.
Va más allá de la mera música: en el libreto interior se ofrece la receta de las torrijas de natillas. ¿Acaso «isn’t Spain so different»?
GERNOT DUDDA.
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Peter Berwick
«Just another day in hell»
SHOTGUN RECORDS
Peter Berwick es el resultado de mezclar el country con el punk americano, y es que escuchar a Berwick es como escuchar a un cowboy comandando a unos sureños New York Dolls. Descaro, arrogancia y una música robusta de sucio «saloon», de caminos polvorientos, de ciudades nocturnas. Viviendo al margen del negocio, este hombre ha sido capaz de registrar un puñado de memorables cantos a la vida y a la muerte, con sencillez y firma propia.
Con su voz desgastada, este fuera de la ley ofrece canciones entrañables, como la preciosa ‘Hurt someone again’ (un clásico instantáneo) o ‘Junk’ (en la que recuerda a Keith Richards), todo gracias a la convicción que emana de cada una de sus frases, una autenticidad que roba corazones. Cualquier fan de Springsteen o de Young encontrará en este trabajo unas cuantas canciones memorables que, a buen seguro, le proporcionaran mucha satisfacción. Canciones a las que les sienta muy bien un motor rugiendo en la noche, faros encendidos y la soledad de la carretera. Guitarras bien crujientes, que lo mismo destilan sensibilidad que potencia, viejo rock and roll yanqui.
Es uno de los discos del año y, a pesar de ello, pasará desapercibido para el gran público. Una injusticia a remediar por aquellos que no necesiten de una gran campaña de marketing para acercarse a un trabajo formidable. Su compra es acierto seguro.
JUANJO ORDÁS.
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